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Galería de las Colecciones Reales: un pequeño Hermitage en Madrid

El museo, que se inauguró el jueves 28, es el proyecto más destacado en España en décadas y marcará un paseo obligado para locales y visitantes: no existe en la capital otra propuesta que establezca un diálogo entre obras de grandes maestros y otros objetos dispares

Todo aquel que haya visitado el Hermitage en San Petersburgo recordará una sensación inédita en los museos madrileños, por otra parte sobresalientes: sus espacios no solo albergan cuadros o esculturas. El factor diferencial del Hermitage es la variedad de sus colecciones, que incluso hace años permitía reflexionar sobre una cuestión hoy en boga: cómo establecer museográficamente el diálogo entre objetos en apariencia dispares y hasta “menores” respecto a la producción de los grandes maestros; objetos de uso o que fueron de uso —carrozas, cristales, porcelanas, platería…—; los que al final constituyen el corazón de las colecciones reales europeas. Sobre todo, qué puede aportar ese diálogo a la hora de revisar nuestras categorías estancas, cómo puede transformar las historias que van contando las piezas variopintas, una al lado de otra, durante el recorrido.

La conversación entre la carroza, el huevo de Fabergé o el cuadro de un maestro clásico que asombra a los visitantes en el Hermitage es lo que se echaba de menos en esta ciudad; cierta mezcla de objetos fascinantes y heterogéneos que juntos, y sobre todo museados —pues una pieza se percibe de forma muy diferente en un palacio o en un museo—, construyen narraciones sorprendentes a los ojos del visitante.

Esa conversación tiene ya su lugar desde este jueves en Madrid, en un edificio al lado del Palacio Real al que se accede por una entrada discreta que no permite sospechar la contundencia del espacio interior: más de 40.000 metros cuadrados, distribuidos en siete pisos. El recién inaugurado edificio de la Galería de las Colecciones Reales, diseñado por Tuñón y Mansilla —muerto el último prematuramente sin ver la obra acabada—, tras ganar un concurso internacional, es el contenedor para el proyecto ideado desde Patrimonio Nacional, cuya filosofía primera es tratar de acercar dicho patrimonio a los ciudadanos; permitir que lo hagan suyo porque es suyo. De hecho, a pesar de haber sido los objetos atesorados, generación tras generación, por los monarcas españoles —muchos, coleccionistas sagaces—, se trata de unas colecciones públicas. Es la diferencia notable frente a las de la monarquía británica —también parlamentaria—, propiedad de la familia real. Todos recordamos la reciente noticia de los 32.000 cisnes, herencia personal del rey Carlos de Inglaterra a la muerte de su madre, la reina Isabel.

Aunque se debería tal vez empezar por el principio de este proyecto de Estado, en sus orígenes ligado al Gobierno de Azaña. Si el concurso internacional fue convocado en 2002, la obra se terminaba en 2015 tras algunos retrasos, en parte debido al descubrimiento de unas ruinas arqueológicas, un buen trecho de la muralla árabe de Madrid, que los arquitectos ganadores —los citados Tuñón y Mansilla— decidieron incorporar al proyecto y que es hoy visitable, uno de los puntos de mayor atractivo en el paseo. Otros acontecimientos fueron retrasando la apertura, que se produce por fin ahora, dos décadas después de la convocatoria del concurso.

El edificio, una pieza arquitectónica cuyo interior merecería la pena visitar incluso sin piezas expuestas, tiene un toque elegante, con algo a la vez eficaz, dúctil y en este caso majestuoso, por las piezas de gran tamaño que tiene que albergar. En momentos del recorrido, organizado a través de rampas para ir moviéndose por las salas enterradas a la manera de la ampliación del Louvre, se abren ventanales donde los jardines del Campo del Moro parecen entrar en el edificio, habitarlo. No está mal como metáfora, ya que Patrimonio Nacional no solo aglutina y tiene bajo su tutela palacios y conventos excepcionales —desde El Escorial o Aranjuez y La Granja a las Descalzas, Las Huelgas o Yuste—, sino un ingente patrimonio relacionado con la protección del medio natural y de enorme importancia para la institución.

Pero, ¿Qué pasa con la arquitectura desde fuera y desde abajo, cuando vamos caminando por Madrid Río entre Matadero y la Ermita de la Virgen del Puerto? Confieso que también me perturbaba al principio: ¿Qué hace ese edificio rompiendo la visión del Palacio Real a la cual estamos acostumbrados? Y confieso también que me costó acertar a ver el bloque como el muro de contención que estaba en la mente de los arquitectos, si bien ahora, después de paseos y miradas, me he reconciliado con la propuesta, igual que al cabo de los años no concebiríamos el Met o el Prado sin sus ampliaciones o esa pirámide del Louvre que durante un larguísimo tiempo nadie entendía qué hacía allí. Sea como fuere, este tema, en boca de muchos, nos coloca frente a una cuestión nada sencilla: la pertinencia de la intervención —y hasta dónde— en los edificios históricos. Pese a todo, la arquitectura ha ido sufriendo inevitables transformaciones a lo largo de la historia —un buen ejemplo son las propias catedrales— y, en cualquier caso, mejor una intervención contemporánea medida y no el ejercicio de historicismo en la catedral de la Almudena, que contamina radicalmente el entorno del Palacio Real.

(añadido al contenido del artículo: WEB DEL SITIO: https://www.patrimonionacional.es/actualidad/galeria-de-las-colecciones-reales)

¿Qué encontraremos dentro del contenedor durante la visita? Convendría aclarar, en primer lugar, que no se trata de un museo, sino de una galería, la Galería de las Colecciones Reales, explica la directora, Leticia Ruiz, antes conservadora de Museo del Prado. Dicho de otro modo, la labor de la institución es servir de escaparate —de galería— para un patrimonio de más de 170.000 piezas, repartidas entre los citados museos y conventos, unidos a otros “activos” menos conocidos para buena parte de la población, si bien custodios de fondos inigualables desde el punto de vista histórico y documental. Me refiero al archivo y la biblioteca de Palacio, donde se guardan tesoros bibliográficos y fotográficos que van asomando de manera tímida, aquí y allá, en el recorrido de la Galería, entre otros el Códice Trujillo del Perú, un manuscrito con dibujos en acuarela y plumilla de finales del XVIII, procedente de la Real Biblioteca.

La Galería hace alarde de un discurso abierto y, a pesar de que la mayor parte de las obras conformarán su exposición permanente, más de un 30% de las 650 piezas mostradas rotarán entre la galería y su lugar de origen. Nada de qué preocuparse: no se trata de vaciar de contenido palacios y conventos, al contrario. Algunas de las piezas exhibidas son “préstamos temporales” y en ningún caso se ha despojado a los lugares de origen de la totalidad de tesoros más preciados. Se trata de propiciar el diálogo entre piezas, que se revalorizarán, ya que en el contexto de un palacio o un convento tantas obras pasan desapercibas a los ojos menos entrenados (e incluso a los muy entrenados). Contemplar las obras en la galería de Madrid animará al visitante neófito a visitar los lugares de origen, a tratar de conocerlos mejor.

Así, dos de los cuadros más emblemáticos —un patinir de El Escorial y un caravaggio del Palacio Real— subrayan su potencia en este montaje, igual que la poderosa escultura en madera de Luisa Roldán —bastante desapercibida hasta ahora— o las columnas de Churriguera, que abren el recorrido de la colección, y que antes se encontraban junto a la puerta de Incógnita en el Palacio Real. O la Virgen de Lavinia Fontana, artista a la cual dedicó una muestra en el Prado Leticia Ruiz, también en El Escorial. La inauguración de la Galería ha sido, además, una estupenda ocasión para restaurar tantas de esas piezas donde se evidencia la riqueza y variedad de la propia colección: pinturas, esculturas, tapices, muebles, carrozas, libros, abanicos, bronces, porcelanas, bordados, fotografías, relojes; objetos unidos a las industrias del lujo —La Real Fábrica de Tapices de Madrid; la de Cristales de La Granja; la de Porcelana en el Buen Retiro en Madrid, con laboratorio de piedras duras y mosaico; la de Tejidos de Seda en Talavera de la Reina y Valencia; la de Relojes o la de Platería de Martínez, en Madrid— que revelan un potente entramado comercial a partir del XVIII y que podrían inaugurar un camino inexplorado para la recuperación de la alta artesanía hoy, a partir de talleres o actividades formativas.

Es apasionante presenciar el diálogo entre las piezas coleccionadas al cabo de los siglos por las dos dinastías —Borbones y Austrias—, en un recorrido cronológico con un montaje inteligente que flexibiliza el trayecto y potencia relatos cruzados donde se rompe lo temporal y se anima lo temático. Es emocionante ver entretejidos los pequeños universos que crean los objetos en cada uno de los reales sitios; ver la conversación que se establece entre los tapices inspirados en El Bosco sobre cartones de Pieter Brueghel El Viejo de mediados del XVI; la cómoda de Mattia Gasparini, José Canops y Antonio Vendetti; la pericia miniaturista de Juan de Flandes en un políptico que la reina Isabel la Católica se llevaba con ella allí donde fuera; un enfriador de la Dinastía Qing del XVIII y coleccionado por Isabel Farnesio, protagonista de otro ámbito explorado en el recorrido: mujeres mecenas y coleccionistas y patronatos reales femeninos, los espacios donde monjas y patronas desarrollaban su mecenazgo artístico.

La visita despertará, seguro, una enorme curiosidad y entusiasmo ante la calidad y variedad de los tesoros y, de hecho, solo decae en el siglo XX, por diversas cuestiones que nos ayudan a reflexionar sobre nuestra historia reciente. Queda la pregunta incómoda que algunos se hacen: ¿era necesario llevar a cabo un proyecto tan costoso en tiempo y en recursos? ¿No hubiera sido mejor emplear los fondos en otros museos ya en marcha y necesitados de apoyo? Comprendo lo lícito de la duda, no obstante, tras 20 años de haber puesto en marcha un proyecto parece una pregunta meramente retórica: hubiera sido peor dejarlo inacabado. Lo único que podemos pedir, pues, ahora a la Galería de las Colecciones es que nos ofrezca una propuesta atractiva y seria, que ponga en valor las colecciones, y eso, al menos en mi opinión, lo han conseguido. Será un paseo obligado para locales y visitantes. Una primera visita entre muchas, presiento, porque la propuesta es riquísima y merecerá la pena volver.

FUENTE: DIARIO EL PAÍS / ESTRELLA DE DIEGO.

La nao ‘Victoria’ vuelve a entrar en Sevilla quinientos años después de completar la primera vuelta al mundo

Una reproducción de la nave con la que Juan Sebastián Elcano arribó el 8 de septiembre de 1522 llegó en septiembre a la capital andaluza para festejar una de las mayores gestas de la humanidad

Si heroico había sido salir, lo verdaderamente épico fue regresar. “Nadie en el porvenir se aventurará a emprender un viaje parecido”. Lo escribía el navegante italiano Antonio Pigafetta, consciente de las consecuencias históricas que tendría en el devenir mundial su llegada al puerto de Mulas de Sevilla el 8 de septiembre de 1522, tras conseguir completar la primera vuelta al mundo en un periplo que narró en los pasajes de un diario escalofriante escrito durante la travesía. Descalzos, cadavéricos y al límite de la resistencia humana, 17 supervivientes ―Pigafetta entre ellos― de la gran expedición marítima organizada tres años antes por el navegante portugués Fernando de Magallanes, y que tenía como propósito abrir una ruta comercial con la isla de las especias (las actuales islas Molucas), regresan a Sevilla. Magallanes, al igual que un altísimo porcentaje de la tripulación, había muerto en Filipinas durante un combate con la población indígena en 1521. Los que consiguen completar el viaje lo hacen capitaneados a partir de ese momento por Juan Sebastián Elcano en una única nave, la nao Victoria, de las cinco que habían partido del mismo puerto sevillano en agosto de 1519.

Escribe Pigafetta que una multitud ve llegar a esos hombres espectrales sumida en un completo silencio, mientras desde el barco resuenan las salvas de los cañones con las que tradicionalmente se celebraba la llegada a un nuevo puerto. La nave, igualmente maltrecha, viene remolcada río arriba desde Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz, y apenas se mantiene a flote. Al día siguiente, “con cirios en la mano y en procesión” ―relata el cronista―, los supervivientes se dirigen a postrarse a los pies de la Virgen de la Victoria, en la catedral de Sevilla, del mismo nombre que la única embarcación superviviente.

La verdadera gesta fue volver. Esta expedición nunca quiso dar la vuelta al mundo. Su objetivo eran las Molucas y traer a Europa las especias”, explica el catedrático de Historia de América Ramón María Serrera, que este jueves cierra con una conferencia de clausura los actos de conmemoración de la hazaña en el Archivo de Indias de Sevilla. “La vuelta al mundo es posible porque no supieron volver por donde habían venido”: el americanista explica lo que él denomina el gran logro del “retorno imprevisto”. Según el experto, “el tornaviaje no se descubre y se regulariza en este tipo de expediciones náuticas hasta 1565, o sea que la decisión de Elcano cuando muere Magallanes es navegar hacia Occidente”. Lo hizo atravesando todo el océano Índico, mares entonces portugueses, llenos de peligros y piratería, hasta llegar al cabo de Buena Esperanza y contornear África para alcanzar las Azores. De allí a Sanlúcar y a Sevilla. “Ese carácter de lo imprevisto es importantísimo, navegaban sin saber por dónde iban, pero estaban descubriendo el planeta”, añade el historiador.

La expedición inicial estaba formada por cinco naves con 265 hombres. Sin embargo, esta tragedia humana de dimensiones colosales, con más de 200 bajas, sirvió para una proeza de dimensiones aún mayores: cuatro vascos, cuatro griegos, dos andaluces, dos portugueses, dos italianos, un cántabro, un extremeño, un gallego y un alemán fueron los afortunados en culminar la I Circunnavegación de la Tierra, confeccionando un nuevo orden del mundo. “Nos centramos siempre en el tema de la proeza, de la hazaña, y no en las consecuencias, tan impresionantes como la verificación de la esfericidad de la tierra. Algo que ya habían adelantado los geógrafos griegos en el siglo III, entre ellos Eratóstenes de Cirene, pero que en el siglo XVI pasa de ser una especulación del mundo clásico a una comprobación empírica”, destaca el americanista sevillano. Tres años y catorce días de travesía en los que recorrieron 32.000 millas náuticas (72.000 kilómetros), dando a conocer “la plena dimensión esférica de nuestro planeta”. Una gesta que cambió la historia de la navegación y es una clave fundamental para comprender la Historia Moderna y, por qué no, el principio de la globalización.

En la actual plaza de Cuba de la capital andaluza, donde antes se encontraba el puerto de Mulas, que recibió a esas 17 almas maltrechas, mirando de frente a la Torre del Oro, apenas recuerdan esta epopeya universal una placa colocada en 2010 en el antiguo convento de Los Remedios, al comienzo de la calle dedicada a Juan Sebastián Elcano, y la Milla Cero de la Tierra, monumento conmemorativo de la primera circunnavegación con una esfera armilar.

Pero hoy se cumplen 500 años de la culminación de esta gesta capitalizada al alimón por las ciudades andaluzas de Sevilla y Sanlúcar de Barrameda, y los puertos que vieron partir y regresar a estos hombres están de fiesta. Un gran desfile naval que partió este pasado martes de la ciudad gaditana con las réplicas de los barcos históricos continúa hoy su recorrido por la desembocadura del Guadalquivir hasta culminar esta tarde con la entrada en la capital andaluza de la reproducción de la nao Victoria. Es el punto final de una conmemoración que comenzó en 2019 con la gran exposición El viaje más largo, inaugurada por los Reyes de España en el Archivo de Indias de Sevilla ―y que actualmente se encuentra completando su gira por el país―, pero que tuvo que interrumpir su ambicioso calendario durante la pandemia, con la sensación agridulce de no haberse podido alcanzarse la magnitud de esta gesta universal.

“Lo cierto es que en estos tres años se ha hecho un gran esfuerzo importante por parte de las Administraciones, tanto públicas como privadas, por salvar la conmemoración y darle altura nacional e internacional aún en estos años de pandemia. Se han sacado adelante más de cien proyectos de muy diverso calado, que ahora culminan con los grandes eventos de Sanlúcar de Barrameda y Sevilla, con la presencia del Rey y el Gobierno de España, y la tarea de aquí en adelante es trabajar para que quede un legado en la ciudad”, explica Guadalupe Fernández, directora de contenidos de la Fundación Nao Victoria, en sintonía con el alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz (PSOE). Este último explica su intención: “Queremos ser capaces no solo de cerrar esta conmemoración por todo lo alto, como estamos haciendo durante esta semana, sino de hacerla permanecer y de que esté de aquí en adelante vinculada a la imagen y a la marca de Sevilla”.

Tras los actos programados esta tarde en el Real Alcázar de Sevilla, con la presencia, además del Rey, de los ministros de Asuntos Exteriores de España y Portugal, José Manuel Albares y João Gomes Cravinho, una de las principales señas de identidad que van a permanecer y a modificar ya para siempre el paisaje fluvial más icónico de la ciudad es, precisamente, el atraque definitivo junto a la Torre del Oro de la réplica de la nao Victoria que se construyó en 2019 ex profeso para la celebración del V centenario.

La nave original, otra de las injusticias de la historia, fue vendida en subasta pública cinco meses después de su llegada a Sevilla en 1522 a un mercader genovés, el mejor postor, por 285 ducados. A partir de ahí, se pierde su pista. “Si bien realmente desconocemos su destino, cronistas de la época e historiadores de siglos sucesivos reflexionaron sobre cómo tendría haber sido su justo final, mucho más glorioso en consonancia a la hazaña que realizó, como hubiera sido su conservación en las Atarazanas de la ciudad”, recuerda Guadalupe Fernández.

Junto a la reconstrucción de la nave y su apertura al público, la Fundación Nao Victoria, en colaboración con el Ayuntamiento de Sevilla y la Junta de Andalucía, tiene prevista la apertura a partir del mes de diciembre del centro de interpretación Explora Terra, ubicado junto a la Torre del Oro, “un proyecto para facilitar el conocimiento y las relaciones transfronterizas entre España y Portugal, concebido para conservar y dar a conocer el patrimonio cultural de las grandes expediciones marítimas”, explica Fernández. Presupuestado en algo más de seis millones de euros, de los que 4,6 son fondos comunitarios, comprende la recuperación y adaptación de las réplicas de los barcos históricos para convertirlos en recursos museísticos.

Otro de los grandes edificios patrimoniales de la ciudad que lleva años peleando por su conservación y destino cultural es la Fábrica de Artillería de Sevilla, que dedicará la parte occidental de este imponente edificio del siglo XVIII en acoger el Centro Magallanes a partir de la próxima primavera, “con la vocación de darle músculo al ecosistema cultural de Sevilla y ponerlo en conexión con Portugal”, explica el alcalde.

La compañía teatral La Fura dels Baus pondrá el broche final este sábado en Sevilla a los actos de conmemoración de este “retorno imprevisto” que fue la primera vuelta al mundo con el espectáculo Esfera Mundi, durante el cual emergerá de las aguas del Guadalquivir una sirena de más de tres metros de altura y casi media tonelada de peso, realizada en bronce. La escultura es el emblema y mascarón de proa de La Naumonel barco con el compañía realizará una nueva singladura alrededor del planeta.

Sea como fuere, “no hay una explosión mundial de conmemoración del acontecimiento como ocurrió en la Expo 92, aunque se han hecho muchas cosas interesantes”, reflexiona Ramón María Serrera, que apuesta por que “la mejor conmemoración sea estudiar y divulgar” la hazaña que dibujó, definitivamente, la tierra como un planeta redondo.

FUENTE EL PAÍS / AMALIA BULNES

EE UU anuncia un “logro científico histórico” hacia la energía inagotable con la fusión nuclear

Los científicos de un laboratorio federal en California logran por primera vez la reacción obtenga una ganancia neta de energía, un 50% más de la dedicada a generar el proceso atómico.

Un grupo de científicos estadounidenses ha logrado producir con éxito una reacción de fusión nuclear capaz de generar una ganancia neta de energía. Las conclusiones del “avance histórico”, llevado a cabo en una instalación federal de California, las ha presentado este martes, entre una enorme expectación, la secretaria de Energía, Jennifer Granholm, en una conferencia de prensa en la sede en Washington del departamento que dirige. El Gobierno de Estados Unidos ve más cerca con este descubrimiento el viejo sueño de una fuente de energía limpia, barata y potencialmente inagotable. “Estamos ante uno de los logros científicos más impresionantes del siglo XXI”, ha asegurado Granholm. “Este día acabará en los libros de Historia”.

Los investigadores han conseguido, básicamente, una pequeña reacción que proporciona más energía de la que consume. Los experimentos se han llevado a cabo en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, que alberga la Instalación Nacional de Ignición (NIF son sus siglas en inglés). Se trata de un ingenio inaugurado en 2009 que emplea el láser más grande del mundo. Dirigido a una diminuta bola de plasma de hidrógeno, genera condiciones que imitan las explosiones del armamento nuclear. El gran reto para generar energía mediante fusión es que la obtenida sea mayor que la invertida en el esfuerzo para provocar esa reacción atómica: en este caso, la ganancia es del 50%. Los resultados se obtuvieron la semana pasada, el 5 de diciembre, cuando 192 haces de láser se concentran en un punto del tamaño de un “grano de pimienta”, generando fugazmente las condiciones de una estrella a tres millones de grados Celsius, aclaró Jill Hruby, vicesecretaria de Seguridad Nuclear de Estados Unidos.

La directora del laboratorio, Kim Budil, explicó a un auditorio comprensiblemente eufórico, compuesto por funcionarios, científicos, congresistas y miembros de la prensa, que la “búsqueda de la ignición por fusión durante la última década en el NIF era una aspiración técnica increíblemente ambiciosa”. “Muchos dijeron que no era posible. El láser no era lo suficientemente potente, los objetivos nunca serían lo suficientemente precisos, nuestras herramientas de modelado y simulación simplemente no estaban a la altura de esta compleja hazaña física”, rememoró. “El progreso ha llevado tiempo, pero fue en agosto pasado, cuando logramos un rendimiento récord de 1,35 megajulios, lo que nos colocó en el umbral de la ignición, muchos empezaron a prestar atención”, aseguró Budil. La semana pasada los científicos de Livermore consiguieron generar tres megajulios de energía empleando solo dos, lo que implica el histórico 50% de ganancia.

Las implicaciones de este descubrimiento, que avanzó el domingo el diario Financial Times, aún están por determinar en todos sus contornos, pero, según Granholm, suponen un gran paso en el camino hacia la creación de una potencia ilimitada y sin emisiones de carbono. También facilitará a Estados Unidos el mantenimiento de sus armas nucleares sin necesidad de realizar pruebas con esas armas. Ese fue el objetivo primordial por el que se construyó el NIF, que costó 3.500 millones de dólares (3.319 millones de euros). El año pasado, los científicos de Livermore dieron cuenta de un salto importante al lograr generar un 70% de la energía con la que el láser golpeaba el objetivo de hidrógeno. Aquel estallido, algo así como una bomba de hidrógeno en miniatura, solo duraba 100 billonésimas de segundo.

Durante una buena parte del último siglo, la ciencia ha gastado miles de millones tratando de emular el proceso que hace que el Sol brille para generar una fuente de energía prácticamente sin fin y que no produce gases de efecto invernadero, como el carbón o el petróleo, ni residuos radiactivos peligrosos y de larguísima digestión, como sucede con las centrales nucleares. Esta fuente de electricidad también ofrece ventajas sobre la energía eólica y la solar: requiere de menos recursos.

La semana empezó agitada entre los físicos y otros científicos dedicados al estudio de la fusión. Para ellos, la energía libre de carbono es un “santo grial” con el que fantasean desde los años cincuenta, década en la que se fundó el laboratorio Lawrence Livermore. En este tiempo, solo habían sido capaces de crear reacciones de fusión que consumían más energía de la que eran capaces de producir. Aún podrían faltar décadas para que lo presentado este martes en Washington se traduzca en un uso comercial, pero la Administración de Joe Biden no ha dejado pasar la oportunidad de presentarlo como un logro de su ciencia nacional.

Durante la presentación de los resultados, Granholm aseguró que este logro refuerza la seguridad nacional estadounidense: “Y nos acerca a la generación de energía sin coste de carbono. La ignición nos permite replicar por primera vez algunas de las condiciones que solo se encuentran en el Sol y las estrellas. Hoy le decimos al mundo que Estados Unidos ha logrado un descubrimiento extraordinario, porque invertimos en ello”. La secretaria de Energía recordó el objetivo de Biden de lograr la “fusión comercial” en una década. Budil, la directora del laboratorio que ha logrado la hazaña, rebajó ese entusiasmo al hablar de “decenios” hasta conseguir eso.

La fusión se obtiene cuando dos núcleos se combinan para formar uno nuevo, en un proceso que se da de forma natural en el Sol y otras estrellas. Para lograrlo en la Tierra es necesario generar y mantener un plasma, un gas cuya altísima temperatura crea un entorno en el que los electrones se liberen de los núcleos atómicos. La energía se libera porque la masa del núcleo unido es menor que la masa de los protones y neutrones que lo componen; ese déficit se convierte en energía a través de la ecuación más famosa de la historia de la física, formulada por Einstein: E=mc².

En la actualidad, distintos proyectos persiguen ese objetivo de energía ilimitada mediante la fusión nuclear. La ciencia lleva años acariciando un descubrimiento como el anunciado este martes en Washington. En febrero, investigadores del Reino Unido anunciaron que habían duplicado con creces la marca anterior de generación y mantenimiento de la fusión nuclear. Lo lograron en una enorme máquina con forma de rosquilla y equipada con gigantescos imanes. Generaron una cantidad récord de energía sostenida. Por desgracia, solo duró 5 segundos. El más relevante en Europa, el proyecto ITER, cuenta con planes para saltar a la red eléctrica real a medio plazo.

FUENTE: DIARIO EL PAÍS / Iker Seisdedos

Una iniciativa cultural innovadora

Las Feriucas del libro (feriucas de autores), son espacios abiertos donde pueden darse a conocer autores locales de Cantabria, iniciativa que ha puesto en marcha Alberto Guaita Tello.

Alberto Guaita Tello

En ocasiones, si tienes los ojos un poco abiertos, puedes darte cuenta de que estás rodeado por gente con mucho talento. Es fácil, en teoría, pero como el asunto pasa por dejar de mirarse al ombligo, no siempre es sencillo.

Lo cierto es que hace unos meses, empezamos a rumiar un idea entre varios autores de la zona: unir parte de ese talento, literario en este caso, y sacarlo a la calle aprovechando fiestas populares. De entrada, parecía ser una buena idea, pero resultó no solo serlo, sino que la respuesta de ayuntamientos y sobre todo de la gente ha sido espectacular.

Si bien no fueron pocos los profesionales del sector que nos auguraron desastres apocalípticos, resulta ser que la gente lee, y mucho, en nuestra querida Cantabria. No solo eso, sino que todos agradecen sobremanera que, a la par de sus festejos tradicionales, estén unos cuantos autores con ganas de conocer a sus lectores y de que estos conozcan sus obras.

Solo era cuestión de levantar la cabeza y mirar a nuestro alrededor, para ver las ganas que todos teníamos de colaborar y de ayudarnos a crecer mutuamente.

La Feriuca en Reinosa

Las Feriucas de Autores, como finalmente las hemos acabado denominando, están dando de sí para muchas situaciones y encuentros maravillosos. Es increíble el número de aliados que nos estamos encontrando por el camino, destacando por supuesto a nuestra amiga Cristina, con su librería ambulante, que siempre está dispuesta a acompañarnos, animarnos y proporcionarnos todo lo necesario, como carpas y mesas para los autores. Son bienvenidos tanto autores publicados por editoriales como aquellos que han decidido autopublicarse y necesitan un apoyo adicional.

De momento hemos podido estar en Selaya, en Los Corrales de Buelna y en Reinosa. Además, tenemos fechas ya cerradas para otras varias poblaciones. Esperamos que nos vayáis encontrando cada vez en más plazas, tenemos muchas ganas de conocer a nuestros lectores,  que sois los que hacéis que nos levantemos cada día con ganas de escribir y compartir nuestras historias con vosotros.

Nos vemos en Las Feriucas.

Alberto Guaita Tello.

La fuerza de la cultura también en Ucrania

Incluso en las peores circunstancias la cultura ayuda: colegios, librerías abiertas para elevar el espíritu de la población… hacen lo que pueden y como pueden; al final son todas las personas las que colaboran con independencia de su profesión. Interesantísimo podcast. Clic sobre la imagen para escucharlo.

FUENTE: DIARIO EL PAÍS / JOSÉ JUAN MORALES Y BÁRBARA AYUSO

Una expedición fotografía el legendario barco ‘Endurance’ de Shackleton en su tumba en la Antártida

El bergantín, que se hundió en el mar de Weddell en 1915 tras quedar atrapado en el hielo un año, se encuentra a 3.000 metros de profundidad en bastante buen estado

VIDEO DEL HALLAZGO.

Una expedición científica a bordo del buque S. A. Agulhas II ha hallado el Endurance, probablemente el barco más legendario de la historia de la exploración polar con permiso del Fram, el Terra Nova, el Discovery y las trágicas naves de Franklin (Erebus y Terror), de las que no se salvó nadie. El descubrimiento, en el mar de Weddell, la puerta de entrada de la Antártida, y a 3.000 metros de profundidad, es relativo, pues el paradero del bergantín, que se hundió el 21 de noviembre de 1915 aplastado por el hielo en el que estaba atrapado desde hacía un año, quedó registrado por la tripulación. Los 28 hombres se salvaron todos gracias a su empeño y coraje y a la forma magistral en que su líder, Ernest Shackleton, resolvió la situación de quedar varados en uno de los lugares más inhóspitos del mundo, en la que está considerada una de las mayores hazañas de la aventura polar y que hizo honor por elevación al nombre del barco: Endurance (resistencia).

El capitán del barco, Frank Worsley, realizó cuidadosas mediciones con sextante y cronómetro del lugar en que el hielo se zampó su navío, mientras que el fotógrafo de la expedición, Frank Hurley, retrató minuciosamente el lento naufragio en la banquisa y consiguió salvar un centenar de negativos de manera que hoy podemos contemplar el final del Endurance. De hecho, el barco y su tumba acuática están protegidos como sitio y monumento histórico. No obstante, quedaba por verlo allá abajo, y encontrar el lugar al que hubiera sido arrastrado por la corriente. El barco ha resultado estar, 106 años después de su hundimiento, a unos 7,5 kilómetros del punto anotado por Worsley. Puede parecer cerca, pero encontrarlo en el helado mar de Weddell en las difíciles condiciones que puede imaginarse no ha sido moco (congelado) de pavo.

El S. A. Agulhas II ha aprovechado para buscar el Endurance durante una misión de investigación de la barrera de hielo Larsen. La expedición, que ha contado con modernos vehículos subacuáticos operados a distancia, ha podido fotografiar en el fondo al Endurance, del que no se puede extraer nada. El “noble, valeroso, valiente barquito con agallas”, como lo describió su tripulación en sus últimos momentos, está de pie, erguido orgulloso en el fondo, y en la popa se puede leer todavía su nombre. No parece que ondee aún la bandera azul que izó Shackleton antes de abandonar el barco, pero desde la inmensa profundidad fría de los abismos antárticos parece llegarnos el eco animoso de la despedida de su tripulación, que le dijo adiós mientras se hundía lanzándole tres hurras.

Contaban aquellos exploradores que poco antes de hundirse, el Endurance recibió la visita de unos espectadores singulares: una bandada de ocho pingüinos emperador que se acercaron solemnes al barco atrapado, lo miraron intensamente y luego, levantando la cabeza, emitieron un lamento fantasmal.

Todo eso forma parte de la leyenda del Endurance, de tres palos y chimenea (se impulsaba también a vapor por carbón), construido en Noruega para realizar cruceros turísticos por el Ártico (¡!) y viajes de caza. Shackleton lo reclutó como el barco de su Expedición Imperial Transantártica, que tras desembarcar en la costa desde el mar de Weddell, debía atravesar el continente hasta el mar de Ross pasando por el Polo Sur, que ya había sido conquistado por Amundsen en diciembre de 1911. Shackleton veía el nuevo reto como una forma de reivindicar la exploración polar británica tras el fracaso (heroico) de Scott y como “la última gran aventura en el Antártico”. Partieron ya con malos augurios, pues justo antes de zarpar estalló la I Guerra Mundial, y de hecho, Shackleton ofreció el Endurance a la Marina Real para ir a pelear no con el hielo sino con los alemanes. Quizá de haberlo enrolado el barco no estaría hoy hundido en la Antártida sino en las Cocos.

El Endurance se adentró en la zona de hielos alrededor del continente blanco en diciembre de 1914 y navegó 1.600 kilómetros, hasta quedar completamente bloqueado a 137 kilómetros de su destino, la bahía de Vahsel, en el mar de Weddell, el 19 de enero de 1915. Ya no se movería, excepto por la deriva del hielo, durante nueve meses que Shackleton y su tripulación pasaron con un frío optimismo que se iba desvaneciendo a medida que veían que aquello no se abría. El hielo que lo aprisionaba fue aferrándose al barco como la tripulación al Holandés errante en Piratas del Caribe (en otras latitudes) y Shackleton se dio cuenta de que el Endurance estaba condenado, pues “ningún barco construido por el hombre podría resistir esa presión”.

Se dio orden de abandonar el navío y emprender una simpática marcha por el hielo inestable hacia tierra firme, que estaba a medio millar de kilómetros. Antes, los expedicionarios, que habían montado un campamento a tiro de piedra del barco, extrajeron minuciosamente de este todo lo que pudiera ser útil y transportable, incluidos botes y el famoso pequeño ballenero James Caird, que tan de provecho les sería y que arrastraron sobre la banquisa. Lo que debe de quedar hoy a bordo del Endurance es lo que no pudieron llevarse, incluida la Enciclopedia Británica, de la que solo cogieron un par de tomos, por si se aburrían.

Antes de marcharse, los exploradores vieron cómo se hundía el barco, de noche. “Es difícil decir lo que siento”, anotó Shackleton en su diario. “Para un marino, su barco es más que un hogar flotante. Ahora crujiendo y temblando, su madera se rompe, sus heridas se abren y va abandonando lentamente la vida en el comienzo mismo de su carrera”. “Estamos sin hogar y perdidos en un mar de hielo”, escribió por su parte Hurley. Mientras que otro tripulante apuntó que los ruidos de la presión del hielo contra el casco “parecían los gritos de una criatura viva”.

A la mañana siguiente de desaparecer el Endurance, Shackleton mandó aligerar el equipaje y sobre el hielo quedaron multitud de objetos (que no vamos a encontrar en el barco): el propio líder dejó un puñado de monedas de oro, su reloj, sus cepillos de plata, su neceser y la Biblia regalo de la reina Alejandra, de la que solo se llevó unas páginas de Salmos y unos versos del Libro de Job, cuya lectura no les alegraría precisamente la excursión y que suenan a epitafio del bergantín: “¿De qué entraña llegó el hielo? / Y la blanca escarcha del cielo, ¿quién la engendró? / Las aguas están escondidas, como por una piedra / y el rostro de las profundidades está helado”.

Más triste fue tener que matar a las mascotas del barco: varios perros y el gato Señora Chippy, uno de los pocos animales de compañía polares que tiene biografía propia. La expedición ya sin barco vivió una auténtica ordalía en el hielo. Uno de esos viajes que dan la razón a Apsley Cherry-Garrad cuando dijo que la exploración polar es la forma más radical y más solitaria de pasarlo mal que se ha concebido. Pero se salvaron todos. Avanzaron lentamente a través del hielo y llegaron a la isla Elefante. Desde allí, Shackleton y cinco compañeros navegaron en el James Caird en una singladura épica de 1.287,5 kilómetros hasta las Georgias del Sur, desde donde organizaron el rescate del resto. Con su animoso mando, que impidió que cundiera el desánimo y por negarse a sacrificar a sus hombres por la consecución de los objetivos como hizo Scott, Shackleton se ha erigido desde entonces como un noble ejemplo de liderazgo.

El Endurance se localiza pocas semanas después de que se anunciara el paradero de otro barco legendario de la historia de la exploración, el Endavour del capitán James Cook, y en la estela del hallazgo sensacional en aguas del Canadá de los barcos de la malhadada expedición de Franklin en busca del paso del Noroeste, el Erebus y el Terror. Otro gran barco de la exploración de los polos, el Fram de Nansen y Amundsen, se encuentra a buen recaudo en su propio museo en Oslo y es visitable: los barcos de los noruegos, a diferencia de los de los británicos, no hay que buscarlos bajo el agua…

FUENTE: DIARIO EL PAÍS / JACINTO ANTÓN.

Muere Riccardo Ehrman, el periodista que hizo la pregunta que derribó el Muro de Berlín

La intervención en una rueda de prensa del corresponsal de la agencia italiana Ansa, fallecido el martes en Madrid, fue determinante para acelerar la apertura entre las dos Alemanias

Las preguntas adecuadas formuladas en el momento preciso tienen el poder de cambiar la historia. Y Riccardo Ehrman, fallecido el martes en Madrid a los 92 años, tenía en su haber una de las más significativas de las últimas décadas.

La rueda de prensa se celebró la tarde del 9 de noviembre de 1989 en la sede del comité central del SED, el partido comunista de la República Democrática Alemana. La sala estaba completamente llena, así que el legendario periodista de la agencia estatal italiana Ansa tuvo que sentarse en uno de los escalones de la tribuna desde la que el portavoz de Alemania del Este, Günter Schabowski, estaba dando cuenta de los avances entre ambos países. Cuando ya se acercaba el final de aquel acto y no se había dicho nada especialmente relevante, Ehrman tomó el micro y realizó la pregunta que precipitó la caída del Muro de Berlín.

En realidad él hizo una repregunta sobre el calendario de la entrada en vigor del nuevo reglamento de viajes. Es decir, sobre cuándo se podría cruzar al otro lado del muro. Schabowski, algo desconcertado, hojeó los papeles que tenía encima de la mesa y respondió: “Hasta donde yo sé, de inmediato”. “En ese momento —recordó Ehrman— comprendí que el muro ya no existía”, explicó años después.

La respuesta del portavoz alemán fue, en realidad, un error. El documento que tenía delante especificaba que la entrada en vigor de aquella apertura se produciría al día siguiente en aras de facilitar los preparativos y evitar una estampida. Miles de ciudadanos, sin embargo, salieron de sus casas y se fueron directos hacia los controles fronterizos reclamando hacer uso de su nuevo derecho. Finalmente, el policía que vigilaba uno de esos puestos, el de la Bornholmer Strasse, levantó la valla para evitar males mayores y liquidó con aquel gesto una era y un enorme fragmento de la historia de Europa.

La primera agencia que publicó la noticia fue Reuters. También Ehrman, obviamente, dio parte inmediato a Roma cuando escuchó el anuncio involuntario de Schabowski. Pero entre las 19.00 y las 19.30 todas las principales agencias del mundo la habían difundido. La onda expansiva de la noticia alcanzó cada rincón de las dos Alemanias y sobre todo de los berlineses, que se lanzaron a las calles.

Ehrman trabajó primero en Canadá y Nueva York. A mediados de los años setenta fue enviado por la agencia Ansa como corresponsal a Berlín Oriental; en 1982 se trasladó a la oficina de corresponsales en Nueva Delhi, pero volvió a Berlín Este en 1985. En 1991 asumió la responsabilidad de la oficina de Ansa en Madrid, donde permaneció hasta su jubilación. Ehrman vivía con su esposa Margherita en el centro histórico de la capital española. De origen polaco-judío, nació en Florencia el 4 de noviembre de 1929. A los 13 años fue enviado a un campo de concentración para judíos creado por Benito Mussolini en Ferramonti, en el sur de Italia. Fue liberado por los británicos en septiembre de 1943.

FUENTE: DIARIO EL PAÍS / DANIEL VERDÚ

Un recogedor de plátanos, símbolo de la resistencia ante el volcán de una isla entera

La imagen de Yulian Lorenzo, (segunda fotografía) cubierto de ceniza y sacando a toda prisa la cosecha amenazada por la lava, se ha convertido en un emblema para La Palma

El jueves 23, el fotógrafo de Europa Press Kike Rincón visitó una platanera de la localidad de Tazacorte amenazada por el avance del volcán. Ese mismo día, el recogedor Yulian Lorenzo fue a la misma hora a la misma finca, contratado junto a su cuadrilla, para sacar a toda prisa los plátanos antes de que la Guardia Civil bloqueara el acceso por considerarlo peligroso. Lorenzo y sus compañeros comenzaron a echarse al hombro derecho las denominadas “piñas” de plátanos, que alcanzan en algunos casos los 70 kilos, y las cargaron a la carrera, “ligerito”, como él dice, conscientes de que no contaban con demasiado tiempo. De las hojas de las plataneras les caía constantemente la ceniza arenosa y molesta que el volcán lanzaba —y lanza— sobre toda la isla y que también estropea los cultivos, manchando los plátanos, desfigurándolos para el consumo.

Rincón, de 40 años, se acercó con la cámara a Lorenzo, percibió por instinto la potencia de la foto que componía, el escorzo redondeado del brazo, el rostro forzado por el peso de la carga, las manchas oscuras de ceniza en la cara y en la camiseta, y disparó. Sabía que la foto era buena. Aunque no imaginó que era tan buena.

Al día siguiente, tras ser publicada en varios periódicos provinciales, alguien reprodujo la imagen en las redes sociales y esta se multiplicó de forma exponencial por toda Canarias y toda España. En pocas horas se convirtió en el símbolo puro de la batalla de una población entera contra el volcán, de la resistencia de los habitantes de La Palma, conjurados todos en salvar lo que se pueda antes de que lo derribe la lava o lo ahogue la ceniza. Los palmeros se la enviaban unos a otros, orgullosos de la expresión concentrada y dura de su convecino, las televisiones la emitían constantemente, y hasta presentadores famosos, como El Gran Wyoming, aludieron a ella para apelar a la solidaridad con Canarias. La imagen del recogedor de plátanos embadurnado de ceniza se convirtió en la de todos. Y la fotografía que simboliza la tragedia del volcán de la Palma es una en la que, paradójicamente, el volcán no solo no es protagonista, sino que no aparece.

El fotógrafo Rincón, que ni siquiera había subido la foto a su cuenta personal de Twitter, comenzó a darse cuenta de que su trabajo de aquel día se había hecho famoso porque se sucedieron las llamadas de colegas felicitándole.

Lo mismo ocurrió con Lorenzo, al que muchos amigos reconocieron a pesar de su cara tiznada y de la mascarilla azul anticovid. Con todo, el martes, se extraña cuando descubre que le han ido a buscar unos periodistas: “¿Por qué yo”?, se pregunta. Lleva una camiseta y unos pantalones cortos llenos de manchas de recoger fruta y camina con unas botas de media montaña. No admite del todo que se ha convertido en un símbolo, aunque le gusta la idea, y le encanta la foto y lo que significa o ha llegado a significar: “Me han llamado de muchas partes, de familiares y de gente importante de la isla, de gerentes de fincas plataneras también. Todos hablan bien de esa fotografía”. Cuando se le explica que le van a llamar más, que posiblemente le pidan que participe en un programa de televisión para recoger fondos, agrega: “Ya veremos, estoy un poco abrumado por eso, ¿eh?”.

Trabaja en la recogida del plátano desde los 17 años, siempre en La Palma. Ahora tiene 33. Está separado, tiene un hijo de siete años y cobra, aproximadamente, unos 900 euros al mes. Aquel día de la foto calcula que cargó entre 70 y 80 “piñas”. Asegura que está satisfecho con su trabajo y con sus condiciones, que le gusta, pero teme que el volcán se lleve también eso, la posibilidad de ganarse la vida como lo ha hecho desde que era adolescente. “No sabemos lo que va a pasar. El plátano es la entrada para todo. A lo mejor tienen que hacer un ERTE para nosotros”, explica.

La cosecha en muchas explotaciones de La Palma peligra, bien por la amenaza directa y brutal de la lava o por la de la ceniza que araña y deforma la fruta. Desde cualquier sitio del valle, el martes se divisaba una fea columna de humo muy negro que avanzaba hacia el mar y que era el resultado de la combustión de los invernaderos y de las fincas cubiertas de plásticos que llenan la zona. Es el recordatorio de que la economía de la isla, que depende en más de un 50% del cultivo y de la venta de plátanos, se encuentra al borde del abismo.

Al poco tiempo de responder, el recogedor de fruta se excusa porque no tiene mucho tiempo para entrevistas: “Debo volver a los plátanos”. Este martes, recogía “piñas” de 70 kilos en la zona de Fuencaliente, su pueblo. Al mismo tiempo, el fotógrafo Kike Rincón salía a buscar los mejores puntos de tiro para retratar desde lejos el volcán, como lleva haciendo desde el lunes 20. Por la tarde hablaron por teléfono por primera vez, ya que no se conocían. El uno le agradeció que le hiciera una foto así. El otro que se dejara fotografiar de esa manera.

FUENTE: DIARIO EL PAÍS / ANTONIO JIMÉNEZ BARCA