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Las 73 guaridas mágicas donde brilla el Oro de Dragón

Un equipo de biólogos recopila todas las cuevas, minas y pozos de la Península Ibérica en los que confirma que sobreviven poblaciones de ‘Schistostega pennata’, un musgo luminoso amenazado

La búsqueda partió de un flechazo amoroso. El biólogo asturiano Jairo Robla caminaba por la pista Finlandesa de Oviedo, una senda peatonal que discurre por la falda sur del Naranco, cuando un brillo fascinante lo atajo hacia una pequeña oquedad en la roca. Robla cree que esa diminuta cueva “ni siquiera tiene nombre”, pero para él quedó grabada como el primer lugar mágico donde se encontró, y se dejó cautivar, con el Oro de Dragón. El brillo dorado y verdoso que refleja el musgo Schistostega pennata, amenazado en España, es en realidad la propia luz natural, aprovechada y multiplicada hasta la extenuación por este diminuto ser vivo que es incapaz de competir por el espacio con otras especies. Para sobrevivir se esconde en lugares penumbrosos y húmedos como las bocas de algunas grutas, pozos, minas, grietas, viejos árboles huecos, túneles o madrigueras donde, a veces, entra un tímido rayo. Los poéticos nombres populares de la schistostega, el agazapado “oro de dragón” u “oro de duende”, hablan de la atmósfera irreal, fantástica, que genera su protonema verde esmeralda, con células especializadas que tienen una única vacuola gigante que hace la función de una lente. Esta especie de lupa no produce, sino que proyecta y potencia la escasa luz solar que penetra a alguna hora del día en la entrada de las oquedades que el musgo habita.

Aunque en otras latitudes del hemisferio norte está más presente, la Península Ibérica marca el límite en Europa y, más al sur de Cáceres, este musgo —que en España está considerado raro y vulnerable— no existe. Los registros publicados hasta ahora sobre poblaciones de Schistostega pennata en la Península Ibérica eran parciales y tenían muchos años. Decidido a investigarlos tras su enamoramiento instantáneo, Jairo Robla y otros biólogos a los que embarcó en la aventura comprobaron que alguno de esos reductos del musgo luminoso que aparecían en los compendios ya había desaparecido de la faz de la tierra. El equipo, sin embargo, ha logrado ampliar considerablemente el mapa de enclaves y localizar un total de 73 puntos donde se puede contemplar el Oro de Dragón: son 26 más que aquellos de los que se tenía alguna noticia.

Con los resultados de su estudio, el mayor repaso llevado a cabo hasta el momento en este territorio, acaban de publicar el artículo Desvelando los motores ecológicos de la Schistostega pennata en la Península Ibérica: distribución y conservación,(Unravelling the ecological drivers of Schistostega pennata on the Iberian Peeninsula: distribution and conservation) en la revista británica Journal of Bryology, especializada en la rama de la botánica que investiga las plantas briófitas, las que todos identificamos como musgos. Para destapar todos estos lugares en los que a determinadas horas se puede observar la luz mágica que atrapa y refleja el protonema esmeralda, los cuatro investigadores se valieron de su propio trabajo de campo, de literatura científica anterior, de plataformas de “ciencia ciudadana” y también de los avisos de particulares.

Este último fue, por ejemplo, el caso de la alerta lanzada hace un año por vecinos del barrio de Beade, en Vigo, que descubrieron el característico brillo de la schistostega en una mina de agua de 200 años, dentro de una finca privada sobre la que pende la amenaza de expropiación. Si la contestación social no logra parar el empeño del Ayuntamiento, aquel terreno (y otras propiedades, incluidas casas) acabará sepultado por el asfalto del vial PO-010 que conectará la Zona Franca donde opera Stellantis (Citroën, Peugeot) con la autovía que enlaza con los polígonos donde se asientan empresas auxiliares de la automoción. Tal y como recoge el artículo que dirige Robla, este musgo que brilla como un ejército de luciérnagas está clasificado como amenazado o casi amenazado en las listas rojas ibéricas. En el proyecto coordinado por este especialista que actualmente trabaja en la Estación Biológica de Doñana (EBD – CSIC), participaron también Víctor González García (Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad, Universidad de Oviedo–CSIC); la doctora por la Universidad de León Sara Santamarina; y Mikel Artazkoz, biólogo en la Sociedad Pública de Gestión Ambiental de Navarra.

De los 73 registros que reúne en una tabla anexa el último artículo publicado por Journal of Bryology, 34 están en Portugal, 33 en España y seis en los Pirineos franceses. El trabajo revela que existen poblaciones en provincias como Ourense y Zamora donde nunca se había identificado la schistostega. Junto a estas dos, se ha localizado el musgo luminoso en diversos escondites de Pontevedra, A Coruña, Lugo, Asturias, Ávila, Cáceres, Navarra y Gipuzkoa.

En los departamentos franceses se hallaron colonias en Haute-Garonne y Pirineos Atlánticos, mientras que en Portugal el musgo está presente en Braga, Coimbra, Porto, Viseu, Viana do Castelo, Vila Real y, sobre todo, Guarda. El 93% de los registros se corresponden con la entrada de cavidades del terreno, naturales o artificiales. Solo dos registros tuvieron lugar en ambientes no cerrados: una ladera sombreada en Langreo (Asturias) y el sistema radicular de un castaño en Muñís (Navia de Suarna, Lugo).

En desventaja frente a otros musgos y plantas, la schistostegabusca sus propios refugios —preferentemente sobre sustratos silíceos y suelos ácidos, de granito, gneis o arenisca—, adonde, según se apuntó en investigaciones de otros países, es capaz de viajar incluso en las patas de los murciélagos y otros animales con los que comparte guarida. Son, por lo general, cuevas u oquedades naturales o artificiales, en zonas de temperaturas suaves, abundantes precipitaciones y, según observaron los biólogos españoles, “alguna influencia oceánica”. El equipo recalca que es necesario el inicio y seguimiento de “campañas exhaustivas de muestreo” para “promover su conservación, dada la fragmentación de sus poblaciones”, muy vulnerables a la presión humana, y las peculiaridades de los refugios donde logra prosperar.

La Schistostega pennata es el “único miembro de la familia Schistostegaceae” y se considera en peligro de extinción en algunos países. Los cuatro biólogos y naturalistas españoles desarrollaron un modelo predictivo que puede servir de base para llegar a comprender e intuir la distribución de este “musgo intrigante” en el planeta. Así, identificaron distintas zonas “idóneas” para su desarrollo en las que podría existir aunque, de momento, no hayan salido a la luz poblaciones.

Las células especializadas del protonema del musgo luminoso “tienen una única vacuola grande y con forma de lente cuya superficie curva es capaz de redirigir y enfocar la luz hacia los cloroplastos”, explican en el artículo. “Cuando la luz procede de una única dirección, estos se desplazan al punto más intensamente iluminado del lado interno de la célula y se genera esa luminosidad característica”. Esta luz tal especial inspiró en los territorios donde habita “muchas historias fantásticas”, y una cueva con oro de dragón está declarada Monumento Natural en Hokkaido (Japón).

Mapa incluido en el artículo científico con las zonas de la Península Ibérica en las que el equipo investigador confirmó la existencia luminoso. Las estrellas señalan los puntos localizados por los biólogos o sus colaboradores; los cuadrados, los hallazgos ciudadanos; y los círculos blancos, las poblaciones conocidas históricamente.
Mapa incluido en el artículo científico con las zonas de la Península Ibérica en las que el equipo investigador confirmó la existencia luminoso. Las estrellas señalan los puntos localizados por los biólogos o sus colaboradores; los cuadrados, los hallazgos ciudadanos; y los círculos blancos, las poblaciones conocidas históricamente.JOURNAL OF BRYOLOGY

En España, las dos áreas donde más reductos habita son la provincia de Lugo (A Veneira de Roques, Castro de Viladonga, Cova das Choias, Pedrafita do Cebreiro, Valadouro, Val do Inferno, Xestido, Xistral, Rego de Loureiro, Navia de Suarna) y el Principado de Asturias (mina Excomulgada, Pista Finlandesa, ladera de Las Piezas en Sama de Langreo, Monte Naranco, cueva Xan Rata, cueva Espina, Villatresmil). En Ávila, la schistostega se encuentra en la sierra de Gredos, en Cáceres en la sierra de Gata, en Navarra en Aiako Harriak y, muy cerca, en Gipuzkoa, en los montes de Aia.

En la provincia de A Coruña, el musgo luminoso brilla en una mina próxima a la playa de Sabón (Arteixo) y junto al río Ulla en San Xusto (Arzúa). En Ourense, el último rastreo lo ha descubierto en la conocida como Cova da Moura (Laias) y en Pontevedra se encuentra junto a la playa en Baiona; en Fornelos de Montes; en las Covas do Folón, das Figosas y das Lagoas (Coruxo, Vigo) y en Beade (Vigo). En Zamora, el tesoro del dragón, hasta ahora desconocido, resplandece salpicando la roca, en pequeñas motas, en el pueblo de San Blas, ayuntamiento de Viñas, a la entrada de la mina Mari Carmen.

FUENTE: DIARIO EL PAÍS / SILVIA R. PONTEVEDRA

El mayor arsenal medieval de la Península.

Los expertos de la Universidad Complutense hallan miles de piezas militares empleadas en la toma de la fortaleza de Calatrava en 1212.

Con las primeras luces del 30 de junio de 1212, los ejércitos de Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra (los conocidos como los Tres reyes), además de las huestes de Alfonso II de Portugal y centenares de caballeros francos, se encaminaron hacia el primer acto de la decisiva batalla de las Navas de Tolosa (Santa Eulalia, Jaén), que se produciría 17 días después, y que acabaría con el poder musulmán en el centro peninsular. La toma de la fortificada ciudad de Calatrava (44 torres, sólidas murallas y un foso alimentado con un ingenioso sistema hidráulico) se interponía en su camino antes de enfrentarse a las muy superiores tropas del almohade Muhammad an-Nasir. Las armas empleadas para tomar Calatrava (Carrión, Ciudad Real) han emergido a lo largo de 34 años (la última campaña arqueológica acabó en septiembre) en el que se considera ya “el mayor y más variado conjunto de piezas de armamento encontradas en un yacimiento medieval de la península Ibérica”.

Desde 1984, el equipo arqueológico de Manuel Retuerce, de la Universidad Complutense de Madrid, y Miguel Ángel Hervás ha ido hallando gran parte del material bélico usado: espadas, ballestas, flechas, dardos, saetas, azagayas, virotes, puntas de lanza y hasta abrojos, las púas metálicas que se lanzaban a las pezuñas de los caballos. Se han desenterrado, como indica el trabajo de fin de máster (junio de 2018) del historiador Alejandro Floristán, defendido en la Universidad de Alicante, “más de 20.000 objetos metálicos”, de los que 1.605, por ejemplo, son “elementos arrojadizos”.

A principios del siglo XIII las fronteras entre los reinos cristianos y musulmanes permanecían estables en torno al Guadiana. Entre Toledo (cristiana) y Córdoba (musulmana), solo Calatrava se erigía como ciudad importante. Su posesión era decisiva para ambos bandos, una especie de “cabeza de puente”, como explica Retuerce. La ciudad, que llegaría a albergar a unas 4.000 personas, fue edificada por el emirato omeya en torno al 785 con el nombre de Qal’at Rabah (La Fortificación o Encomienda de Rabah). La conformaban alcázar, medina de cuatro hectáreas, arrabales (con industria alfarera), torres pentagonales, albarranas, puertas en codo, foso y un sistema hidráulico que lo alimentaba: un auténtico fortín protegido por los ríos Guadiana y Valdecañas, y erigido sobre una colina que ya había sido ocupada por los íberos.

En 1147 cayó en poder de los cristianos, pero los musulmanes la recuperaron en 1195, como consecuencia de su victoria en la batalla de Alarcos, hasta que la perdieron en 1212. A partir de ese momento las fronteras bélicas comienzan a descender hacia el sur, por lo que Calatrava perdió su importancia estratégica. Además, la insalubridad del río (paludismo) llevó a su abandono definitivo a principios del XV. En 1774 cerró la ermita y su recuerdo se perdió entre las brumas de la historia.
En los años setenta comenzaron los trabajos de consolidación y reconstrucción (Santiago Camacho y Miguel Fisac) de las estructuras existentes.

En 1984 se inició la excavación arqueológica. “El hecho de que la zona no estuviera muy densamente poblada evitó, en gran medida, el saqueo de sus restos”, explica Retuerce, y hoy en día, de hecho, es un parque arqueológico visitable, junto al municipio de Carrión de Calatrava. Los hallazgos durante estos años han sido abundantes en cerámica (ajuares islámicos y cristianos), vidrio, metales (broches de cinturón, adornos de los correajes, etc.), monedas (dos conjuntos de dineros de vellón del siglo XIII) y hasta la osamenta de un defensor musulmán de la fortificación.

Por su parte, el estudio de Floristán destaca la importancia de los hallazgos armamentísticos porque esta rama de la arqueología no está tan desarrollada en España como en Reino Unido, Alemania o Estados Unidos. La toma de la ciudad (según la ubicación de las armas halladas tanto dentro como fuera de la ciudad) se llevó a cabo mediante un triple ataque con el empleo de tres cuerpos de arqueros cristianos de manera simultánea para impedir a los defensores concentrar sus fuerzas en un único lugar. Los arqueros “actuaban en superficie, lanzando andanadas de flechas” para eliminar o debilitar al enemigo. Posteriormente, los ballesteros, que necesitaban más tiempo para cargar sus armas, disparaban con mayor precisión a los asediados. Se empleaban también flechas emponzoñadas” e incendiarias, recubiertas de estopa para provocar que las llamas devorasen el objetivo.

Tras la toma de Calatrava, los caballeros francos reclamaron matar a los defensores musulmanes. Alfonso VIII se negó. La mayor parte de los francos se encorajinaron y se volvieron a su reino. Y ya no participarían, el 16 de julio, en la decisiva batalla de Navas de Tolosa, y que fue posible gracias a la toma, en la retaguardia, de Calatrava, lo que inclinó definitivamente el fiel de la balanza hacia el lado cristiano, en una guerra sin cuartel que duró ocho siglos.

Olivares, vides y murallas

El yacimiento de Calatrava la Vieja impresiona. Sobre una extensa planicie cubierta de cultivos, vides y olivares, junto a la ribera del Guadiana y en el término municipal de Carrión de Calatrava, se erige una mole pétrea que sorprende al visitante. Una ciudad musulmana en excavación que puede ser recorrida con o sin guía y que semeja una isla entre las aguas del río.

El asentamiento se divide en dos zonas separadas por una gran muralla: el alcázar y la medina, mientras los arrabales alfareros quedan en el exterior.

Las tarifas de acceso son 4 euros para adultos y 2 para menores y grupos. En las cercanías del yacimiento, numerosos templos y lagunas para una jornada festiva. Luego, comida manchega.

La Vieja y la Nueva

La Orden de Calatrava era una entidad militar y religiosa fundada para proteger la ciudad de Calatrava del ataque de las tropas musulmanas. Alfonso VII, rey de León y Castilla, dada la importancia de la fortificación, se la entregó a los caballeros del Temple, que no pudieron mantenerla en poder cristiano.

La defensa se encomendó entonces a la nueva Orden de Calatrava, que fue creada por el abad del Monasterio de Fitero (Navarra) en 1158. Pero en el año 1217, el maestre Martín Fernández de Quintana decidió trasladar el maestrazgo a Calatrava la Nueva, en el actual municipio de Aldea del Rey (Ciudad Real).

La Vieja entró entonces en completa decadencia. A principios del siglo XIX,  era ya un despoblado en estado de ruina avanzado. El último acontecimiento destacado que vivió fue la ejecución de Gregorio Monedero y Francisco Romo, unos milicianos isabelinos que fueron capturados durante la primera Guerra Carlista.

FUENTE: DIARIO EL PAÍS / VICENTE G. OLAYA .