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El móvil de ‘Matrix’ y otras reliquias que Samsung esconde en su Museo de la Innovación en Corea

La compañía exhibe un teléfono tan caro como un coche y el predecesor del ‘smartwatch’

Museo de la Innovación de Samsung en Corea
El dispositivo Matrix Phone, diseñado para la película ‘Matrix Reloaded’, expuesto en el Museo de la Innovación en Suwon en Corea del Sur. I. R.

El Matrix Phone fue diseñado para la película Matrix Reloaded, que se estrenó en 2003. Tras aparecer en ella, solo se fabricaron 5.000 unidades capaces de realizar llamadas. Es uno de los móviles históricos que Samsung esconde en su Museo de la Innovación en Suwon, una ciudad de Corea del Sur ubicada al sur de Seúl. En esta exposición, hay muchas otras reliquias: desde uno de los primeros móviles con forma de reloj del mundo o con tecnología GPS a los primeros terminales capaces de reproducir archivos MP3 y enviar SMS. Incluso hay un teléfono que, según la marca surcoreana, era “más caro que un coche” en el momento de su lanzamiento.

Este peculiar museo se encuentra en la ciudad digital de Samsung, que ocupa más de 165.000 metros cuadrados. Una superficie equivalente a unos 250 campos de fútbol, según explica Yong Sub Kim, empleado del departamento de relaciones públicas de Samsung, mientras muestra algunas instalaciones a un reducido grupo de periodistas. En este gigantesco complejo trabajan cerca de 40.000 personas. Tienen de todo: oficinas, restaurantes, tiendas, bibliotecas, guarderías, clínicas, campos de fútbol, piscinas e incluso un rocódromo. “La mayoría de las necesidades básicas están cubiertas”, asegura Kim. Y no solo eso: en las entrañas del gigante tecnológico, también hay algunos aparatos que han marcado un antes y un después en la historia.

Un teléfono a precio de automóvil

El aparato Mobira Talkman, fabricado por Nokia.
El aparato Mobira Talkman, fabricado por Nokia. I. R.

“El teléfono móvil más caro que un coche”, se puede leer en una vitrina del Museo de la Innovación, al que EL PAÍS ha sido invitado por Samsung. Justo debajo está expuesto el Mobira Talkman, un aparato gigantesco fabricado por Nokia y considerado uno de los predecesores de los móviles modernos. Estaba compuesto por un auricular unido por un cable a un maletín. En el momento de su lanzamiento, en 1985, costaba más de 5.000 dólares —unos 4.660 euros—. Un precio similar al de algunos coches en aquel entonces.

El primer móvil comercializado

El Motorola DynaTAC 8000X fue el primer móvil verdaderamente portátil del mercado, según el Museo de Teléfonos Móviles. Era conocido como el “ladrillo” porque era, ante todo, un terminal pesado (793 gramos). Tenía autonomía para realizar llamadas durante 30 minutos y tardaba ocho horas en cargarse, como destaca Samsung. Para fabricarlo, se invirtieron más de 100 millones de dólares en 10 años. El precio de lanzamiento en 1983 fue de 3.995 dólares —unos 3.730 euros—. Además de los clásicos números, contaba con otras nueve teclas con algunas funciones curiosas. Por ejemplo, terminar una llamada, bloquear el teclado del teléfono o ajustar el volumen.

Los modelos DynaTAC y MicrtoTAC, ambos de Motorola.
Los modelos DynaTAC y MicrtoTAC, ambos de Motorola. I. R

El antecedente de los plegables

El MicroTAC se considera uno de los primeros teléfonos flip o plegables. “Se convirtió en el origen de los móviles plegables modernos, ya que Motorola lanzó constantemente un modelo de seguimiento durante los siguientes 10 años”, afirma Samsung. Este aparato, lanzado en 1989, tenía un teclado numérico en la parte inferior que quedaba a la vista cuando se desplegaba. Si bien es un móvil grande, era compacto para su época. De hecho, fue diseñado para caber en el bolsillo de una camisa, según el portal Android Authority. Medía 22,9 centímetros de largo y su peso supera los 300 gramos.

Un pionero en el envío de SMS

El modelo Nokia 2110, el primer móvil capaz de mandar y recibir SMS.
El modelo Nokia 2110, el primer móvil capaz de mandar y recibir SMS.I. R

El Nokia 2110 fue uno de los primeros móviles capaces de enviar y recibir SMS (Short Message Service o servicio de mensajes cortos, en español). El objetivo de la compañía finlandesa al lanzar el terminal en 1994 era vender 400.000 unidades, según el Museo de Teléfonos Móviles. Lo superó con creces al alcanzar las 20 millones de unidades vendidas de diferentes versiones del dispositivo. El teléfono también ha pasado a la historia porque estrenó el Nokia Tune, la mítica melodía con la que se identificó a la marca durante años.

El predecesor del ‘smartwatch’

El reloj de Samsung modelo SPH-WP10, lanzado en 1999.
El reloj de Samsung modelo SPH-WP10, lanzado en 1999.I. R.

El Samsung SPH-WP10 es un reloj de muñeca lanzado en 1999 con una autonomía para realizar llamadas de hasta una hora y media. “La cantidad de botones se minimizó con un control tipo dial y solo pesaba 39 gramos gracias al uso de componentes más pequeños”, señala la marca surcoreana. El aparato, que a primera vista resulta bastante aparatoso, precedió a los smartwatches actuales. A día de hoy al menos uno de cada cuatro adultos tiene un reloj inteligente, según GSMA Intelligence. Statista vaticina que 299,5 millones de usuarios tendrán uno en 2027. Para hacerse una idea de lo que supone esta cifra, es más del doble de la población de México (126 millones de personas) y se queda cerca de la de Estados Unidos (331 millones).

El primer teléfono con reproductor MP3

Lanzado en 1999, el Samsung SPH-M2500 fue el primero capaz de reproducir músicas en MP3.
Lanzado en 1999, el Samsung SPH-M2500 fue el primero capaz de reproducir músicas en MP3. I. R.

Samsung presume de que el SPH-M2500 fue “el primer móvil con reproducción MP3 del mundo”. “Podía almacenar aproximadamente 10 partituras musicales en una capacidad de almacenamiento de 32 MB junto con una función de control remoto”, afirma la tecnológica, que aspiraba a convertir el teléfono en un reproductor de música personal. El terminal fue lanzado en 1999, dos años antes de que Apple estrenará el iPod —uno de los dispositivos más influyentes de la historia al permitir que las personas llevaran sus bibliotecas de miles de canciones en el bolsillo y convertirse en un dispositivo de masas—.

Un móvil con acceso a la tele

El móvil Samsung SCH-M220 fue el primer móvil en la historia a reproducir la transmisión de televisión.
El móvil Samsung SCH-M220 fue el primer móvil en la historia a reproducir la transmisión de televisión.I. R.

Las pantallas de los móviles cada vez son más grandes. Mientras que la del iPhone 14 Pro Max es de 6,7 pulgadas, hay terminales plegables como el Samsung Galaxy Z Fold 4, cuya pantalla principal alcanza las 7,6 pulgadas. Los fabricantes quieren facilitar el consumo de contenido audiovisual en el móvil. Lejos quedan estas pantallas gigantescas de la del SCH-M220, que es de 1,8 pulgadas. Algo sorprendente teniendo en cuenta que este terminal, lanzado en 1999, fue el primer móvil de Samsung que permitía reproducir la emisión de televisión.

Uno de los primeros móviles con GPS

El modelo Benefon Esc! fue lanzado en los años 2000 y el primero a tener GPS.
El modelo Benefon Esc! fue lanzado en los años 2000 y el primero a tener GPS.I. R.

El Benefon Esc!, lanzado en el año 2000, es uno de los primeros móviles con funciones GPS integradas. Fue diseñado por la empresa finlandesa Benefon para ser utilizado en actividades al aire libre en “la montaña, el mar o la ciudad”. Contaba con funciones de navegación y localización, lo que permitía a los usuarios determinar su posición en tiempo real. El objetivo de Benefon era que fuera duradero y resistente al agua.

Fuente: El País/ Isabel Rubio.

Por qué a Asia le va mejor que a Europa en la pandemia: el secreto está en el civismo

El continente asiático vive una segunda ola de coronavirus más benévola que la de Europa. La explicación, sostiene el filósofo Byung-Chul Han, está en la responsabilidad ciudadana

A la pregunta de cómo ha podido combatir Japón la pandemia con tanto éxito en comparación con Occidente, el ministro de Economía japonés, Taro Aso, de mentalidad nacionalista, respondió concisamente con la palabra mindo, que literalmente significa “nivel de las personas”. El término no deja de ser problemático, pues en Japón se emplea también para señalar su superioridad nacional. Mindo se puede traducir como “nivel cultural”.

Esta declaración del ministro de Economía ha suscitado controversias incluso en Japón. Le han reprochado que se dedique a propagar un chovinismo nacional precisamente en una época en la que es más necesaria que nunca la solidaridad mundial. Pero, frente a sus críticos, Aso defiende su postura de que los japoneses acataron animosamente las rigurosas medidas higiénicas, a pesar de que el Gobierno no tenía previstas multas contra las infracciones. En otros países la gente no podría comportarse así, seguía diciendo Aso, ni siquiera aunque la obligaran.

Antes que nada hay que decir que no solo Japón, sino también otros países asiáticos como China, Corea del Sur, Taiwán, Singapur o Hong Kong, han logrado seguir manteniendo controlada la pandemia. Europa y Estados Unidos, por el contrario, se están viendo realmente desbordados en estos momentos por la segunda ola de contagios. En Asia prácticamente no ha habido reinfecciones. Las cifras de contagios actuales son tan bajas que se pueden desdeñar. Son precisamente estos países los que demuestran que podemos hacer frente a la pandemia con éxito incluso aunque no dispongamos de una vacuna. Mientras tanto, los asiáticos observan con incrédulo pasmo el desvalimiento con el que los europeos quedan a merced del virus y la impotencia con la que los Gobiernos europeos tratan de combatir la pandemia.

Byung-Chul Han, en octubre de 2020.
Byung-Chul Han, en octubre de 2020.ISABELLA GRESSER/HERDER EDITORIAL

En vista de tan llamativas diferencias en los índices de contagio, resulta casi inevitable preguntarse qué hace Asia que no haga Europa. Que China haya podido contener con éxito la pandemia se puede explicar en parte porque allí el individuo está sometido a una vigilancia rigurosa, que en Occidente sería inconcebible. Pero Corea del Sur y Japón son democracias. En estos países no es posible un totalitarismo digital al estilo de China. Sin embargo, en Corea se hace un implacable seguimiento digital de los contactos, que no es competencia de los ministerios de salud, sino de la policía. El rastreo de contactos se hace con métodos tecnológicos propios de criminalística. También la aplicación Corona-App, que todos sin excepción se han descargado en sus smartphones aunque no sea obligatoria, trabaja de forma muy precisa y fiable. Cuando los seguimientos de contactos no pueden ser exhaustivos, se analizan también los pagos con tarjeta de crédito y las imágenes captadas por las innumerables cámaras públicas de vigilancia.

¿La exitosa contención de la pandemia en Asia se debe pues —como muchos en Occidente suponen— a un régimen de higiene que actúa rigurosamente y que recurre a la vigilancia digital? Evidentemente, no. Como sabemos, el coronavirus se transmite por contactos estrechos y cualquier infectado puede especificarlos por sí mismo sin necesidad de estar sometido a vigilancia digital. Entre tanto, ya sabemos que para que se produzcan cadenas de contagios no es tan relevante quién ha estado brevemente dónde y cuándo ni quién ha ido por qué calles. ¿Pero cómo se explica entonces que, con independencia del sistema político de los respectivos países, los índices de contagio en Asia se hayan mantenido tan bajos? ¿Qué une a China con Japón o Corea del Sur? ¿Qué hacen Taiwán, Hong Kong o Singapur de forma distinta de nuestros países europeos? Los virólogos especulan sobre las causas de que las cifras de contagio en Asia sean tan bajas. El premio Nobel de Medicina japonés Shinya Yamanaka habla de un “factor X” que es difícilmente explicable.

Es incuestionable que el liberalismo occidental no puede imponer la vigilancia individual en plan chino. Y mejor que sea así. El virus no debe minar el liberalismo. Sin embargo, también en Occidente olvidamos enseguida la preocupación por la esfera privada en cuanto empezamos a movernos por las redes sociales. Todo el mundo se desnuda impúdicamente. Plataformas digitales como Google o Facebook tienen un acceso irrestricto a la esfera privada. Google lee y analiza correos electrónicos sin que nadie se queje de ello. China no es el único país que recaba datos de sus ciudadanos con el objetivo de controlarlos y disciplinarlos. El procedimiento de scoring o calificación crediticia social en China se basa en los mismos algoritmos que los sistemas occidentales de evaluación del crédito, como FICO en Estados Unidos o Schufa en Alemania. Mirándolo así, la vigilancia panóptica no es un fenómeno exclusivamente chino. En vista de la vigilancia digital, que de todos modos se hace ya en todas partes, el seguimiento anonimizado de contactos a través de la aplicación Corona-App sería algo del todo inofensivo. Pero muy probablemente el seguimiento digital de contactos no sea el motivo principal de que los asiáticos hayan tenido tanto éxito combatiendo la pandemia.

La palabra que empleó el ministro de economía japonés contiene, pese a todo —si le quitamos su inoportuna connotación nacionalista— un punto de verdad. Señala la importancia del civismo, de la acción conjunta en una crisis pandémica. Cuando las personas acatan voluntariamente las reglas higiénicas, no hacen falta controles ni medidas forzosas, que tan costosas son en términos de personal y de tiempo.

Se cuenta que, durante las catastróficas inundaciones de 1962, Helmut Schmidt, que en aquella época dirigía la Consejería de Policía de Hamburgo, dijo: “Es en las crisis donde se muestra el carácter”. Parece ser que Europa no está logrando mostrar carácter ante la crisis. Lo que el liberalismo occidental muestra en la pandemia es, más bien, debilidad. El liberalismo parece incluso propiciar la decadencia del civismo. Justamente esta situación nos enseña lo importante que es el civismo. Que grupos de adolescentes celebren fiestas ilegales en plena pandemia, que se acose, se escupa o se tosa a los policías que tratan de disolverlas, que la gente ya no confíe en el Estado, son muestras de la decadencia del civismo. Paradójicamente tienen más libertad los asiáticos, que acatan voluntariamente las severas normas higiénicas. Ni en Japón ni en Corea se ha decretado el cierre total ni el confinamiento. También los daños económicos son mucho menores que en Europa. La paradoja de la pandemia consiste en que uno acaba teniendo más libertad si se impone voluntariamente restricciones a sí mismo. Quien rechaza por ejemplo el uso de mascarillas como un atentado a la libertad acaba teniendo al final menos libertad.

Desinfección de calles en la ciudad surcoreana de Incheon, en septiembre.
Desinfección de calles en la ciudad surcoreana de Incheon, en septiembre.JUNG YEON-JE/AFP/GETTY IMAGES / AFP VIA GETTY IMAGES

Los países asiáticos no tienen mucho cuño liberal. Por eso son poco comprensivos y tolerantes con las divergencias individuales. De ahí que los imperativos sociales tengan luego tanto peso. Ese es también el motivo por el que yo, siendo coreano de nacimiento, prefiero seguir viviendo en el foco de infección que es Berlín antes que en Seúl, por muy limpio de virus que esté. Pero hay que subrayar especialmente que los elevados índices de contagio durante la pandemia no son mera consecuencia natural de un estilo de vida liberal que tuviéramos que adoptar sin más. El civismo y la responsabilidad son armas liberales eficaces contra el virus. No es verdad que el liberalismo conduzca necesariamente a un individualismo vulgar y a un egoísmo que jueguen a favor del virus.

Nueva Zelanda es un país liberal que ha vencido ya por segunda vez a la pandemia. El éxito de los neozelandeses consiste también en la movilización del civismo. La primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, hablaba enardecidamente del “equipo de cinco millones”. Su apasionada apelación al civismo tuvo muy buena acogida entre la población. Por el contrario, el desastre norteamericano se puede explicar porque Trump, llevado por su puro egoísmo y su afán de poder, ha socavado el civismo y ha dividido al país. Su política hace totalmente imposible sentirse parte de un nosotros.

Liberalismo y civismo no tienen por qué excluirse. Civismo y responsabilidad son más bien un prerrequisito esencial para el buen logro de una sociedad liberal. Cuanto más liberal sea una sociedad, tanto más civismo será necesario. La pandemia nos enseña qué es la solidaridad. La sociedad liberal necesita un nosotros fuerte. De lo contrario se desintegra en una colección de egoístas. Y ahí el virus lo tiene muy fácil. Si quisiéramos hablar también en Occidente de un “factor X” que la medicina no puede explicar y que dificulta la propagación del virus, este no sería otra cosa que el civismo, la acción conjunta y la responsabilidad con el prójimo.

Byung-Chul Han es filósofo y ensayista, imparte clases en la Universidad de las Artes de Berlín y es autor, entre otros libros, de ‘La sociedad del cansancio’. Este 26 de octubre publica en español ‘Caras de la muerte. Investigaciones filosóficas sobre la muerte’, de la editorial Herder y del que ‘Ideas’ adelanta este extracto.

FUENTE: DIARIO EL PAÍS / BYUNG-CHUL HAN