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Susan Rogers sabe por qué no puedes sacarte esa canción de la cabeza

La que fuese ingeniera de sonido de Prince, profesora en el prestigioso Berklee College of Music de Boston, analiza las claves de la ciencia psicoacústica

Susan Rogers, profesora en el Berklee College of Music de Boston, de dónde han salido artistas como Quincy Jones o St. Vincent.
Susan Rogers, profesora en el Berklee College of Music de Boston, de dónde han salido artistas como Quincy Jones o St. Vincent. PRIMAVERA PRO

Como pasa con los grandes acontecimientos de la historia, casi todo el mundo recuerda dónde estaba cuando su cerebro hizo bum al escuchar la canción que marcó su educación sentimental. Es fácil que se nos quede grabado qué hacíamos cuando sonó ese tema clave que allanaría el camino para definir nuestro gusto y moldear nuestra personalidad. A Susan Rogers (California, 66 años) le pasó de niña, en el salón de su casa, mientras trasteaba con los vinilos paternos. “Escuché Papa’s Got a Brand New Bag, de James Brown, y ahí lo entendí: esa sería mi droga. La calle en la que vivo pertenece al soul”, contó la semana pasada a la periodista cultural y directora de Radio Primavera Sound, Marta Salicrú, en una charla en el auditorio del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), programada en el cartel del Primavera Pro, una cita que se celebró paralela al Primavera Sound de Barcelona, en la que se debatió sobre los retos y novedades con profesionales del sector musical.

Ingeniera de sonido del artista Prince en su etapa de Purple Rain (“todavía sigo dándole las gracias, a principios de los ochenta no había ingenieras en la industria y Prince me dio un sitio en la mesa”), Rogers ha trabajado con artistas como David Byrne o Lana del Rey (“ella sí que sabe de letras, por algo tiene tatuado los apellidos de Walt Whitman y Vladimir Nabokov en su brazo”). Fue la primera mujer en recibir el Premio del Sindicato de Productores Musicales por Contribuciones Sobresalientes a la Música del Reino Unido y es profesora de neurociencia cognitiva en el prestigioso Berklee College of Music de Boston, donde han estudiado Quincy Jones, Diana Krall o Annie Clark (St Vincent), entre muchísimos otros. El año pasado publicó This Is What It Sounds Like: What the Music You Love Says About You (‎W. W. Norton, 2022), un ensayo coescrito con Ogi Ogas sobre por qué nos gustan las canciones que nos gustan y qué pasa en nuestro cerebro mientras las escuchamos, que traducirá al castellano Blackie Books en unos meses y cuyas claves descifró en su charla en Barcelona.

Solo hay siete variables para que te guste una canción

Y no se tienen que cumplir todas para que se quede estancada en tu cerebro. Para recibir lo que Rogers define como una “sacudida del placer”, un tema puede conectar contigo por una de estas cuatro posibilidades: melodía, letra, ritmo/ timbre o el sonido mismo. Por eso, tal y como explica, “una canción no hace falta que hable tu mismo idioma, puede ser la melodía lo que te haga conectar con ella al instante”.

A las cuatro dimensiones musicales, Rogers añade tres más de carácter estético que se aplican más allá de las canciones, y se extienden a otros formatos como películas, series de televisión o novelas: autenticidad en su expresividad, novedad/familiaridad (escuchar aquello que nos rompe esquemas o decantarnos por aquello que ya conocemos) o el realismo frente a la abstracción (preferir obras que estén basadas en la realidad o escoger aquellas que reflejen un mundo imaginario). “Cada dimensión es distinta. Yo suelo conectar con la disonancia y las letras, pero hay gente que eso mismo le pasa cuando escucha la guitarra de Led Zeppelin. Todo es cuestión de encontrar aquello con lo que nuestro cerebro se entienda”.

No existe ni buena ni mala música

“Me duele mucho cuando la gente rechaza a otros artistas solo porque no le gustan. Nos equivocamos al pensar que porque algo es mejor para nosotros, también debería ser mejor para el resto. Esa gente cuyos gustos nos horrorizan también sabe qué quiere. Esto es como con la ropa o la comida: eres más de un estilo que de otro, puedes pagar muchísimo dinero por una comida supuestamente exquisita, pero también puedes disfrutar de lo que se considera popularmente como comida basura. Lo que ocurre con las canciones es que al ser capaces de seleccionar ese arte de tres minutos de duración que consideramos que es el mejor para nosotros, hacemos juicios sobre los gustos del resto. Pero si una canción nos gusta, es porque simplemente nos funciona”.

Por qué amas las canciones que amas

“El cerebro decide antes de que pienses conscientemente. Cuando escuchamos música, se provocan conexiones neuronales, y cuando algo nos gusta, segregamos dopamina. Aquí, el precúneo (una parte del lóbulo parietal) se convierte en nuestro policía interno. Es el encargado de determinar si aquello que escuchamos nos va a gustar o no. Cuando escuchas música que no te gusta, tu precúneo se desconecta. Se dice a sí mismo: “Rechazo esto y no quiero implicarme o asociarme con ello”. El cerebro se cierra en banda y por eso nos bloqueamos ante lo que no nos gusta. Y nos pasa con artistas como nos pasa con determinados sabores en la comida”.

La profesora e ingeniera de sonido Susan Rogers, a la derecha, charla con la periodista y directora de Radio Primavera, Marta Salicrú, en el Primavera Pro 2023.
La profesora e ingeniera de sonido Susan Rogers, a la derecha, charla con la periodista y directora de Radio Primavera, Marta Salicrú, en el Primavera Pro 2023. MELISA MARGARITA/ PRIMAVERA PRO

Sí, puedes enfermar si te machacan con esa canción odiosa

“Si algo no te gusta, te puede provocar estrés y subir tus niveles de cortisol. Si pasas mucho rato interactuando con esa canción, puede llegar a romperte las defensas. Tiene sentido que una mala experiencia musical te haga sentir mal”.

Pensar que la música de antes era mejor es una falacia

“Es normal refugiarse en aquellas canciones que consideramos placenteras cuando nuestro cerebro se estaba desarrollando, como aquel tema que sonaba en el coche familiar cuando ibas de vacaciones y que asocias a un momento feliz. O aquella canción con la que conectaste en tu juventud porque estabas en un instante vital inolvidable. Lo que pasa realmente es que para muchos de nosotros es muy difícil reconstruir nuestro perfil de escucha”.

Las canciones que triunfan en TikTok no son peores

“Tengo alumnos que se han especializado en remezcla vídeos de 15 segundos para su viralidad. Ahora mismo, hay más música que nunca y, además, su sonido es portátil. Antes, se reducía a sentarse y escuchar el vinilo. Lo mirabas mientras lo escuchabas, leías sus letras y mirabas las imágenes de su interior. La música es acompañarse de imágenes. Para que la música de hoy funcione, teniendo en cuenta que te la puedes llevar en todos partes con tu móvil, se debe hacer con más repeticiones que antes para escucharlo haciendo ejercicio o en sus trayectos diarios. La gente busca compañía emocional. Yo soy muy optimista, no me gusta discutir con aquellos que dicen que lo de hoy es terrible. Se están haciendo grandes cosas, y probablemente, esos artistas y sus canciones serán los que perduren”.

Fuente: El País/ Noelia Ramírez.

Por qué puede recordar a la perfección letras de canciones de hace años

La ciencia explica que existen varias razones por las que la música y las palabras parecen estar íntimamente ligadas en la memoria

Recordar letras de canciones
Un grupo de amigos cantan en un karaoke. SEKSAN MONGKHONKHAMSAO (GETTY IMAGES)

¿Por qué muchas personas no recuerdan dónde han puesto las llaves del coche la mayoría de las mañanas, pero pueden cantar cada letra de una canción que no han oído en años cuando suena en la radio? ¿Las letras de las canciones ocupan un lugar privilegiado en nuestra memoria? La música se utiliza desde hace mucho tiempo como método mnemotécnico, es decir, para ayudar a recordar palabras e información. Antes de la llegada del lenguaje escrito, la música se utilizaba para transmitir oralmente historias e información. Aún hoy vemos muchos ejemplos de este tipo en la forma en que enseñamos a los niños el alfabeto, los números o, en mi caso, los nombres de los 50 Estados de Estados Unidos.

Hay varias razones por las que la música y las palabras parecen estar íntimamente ligadas en la memoria. En primer lugar, las características de la música suelen servir de matriz predecible para ayudarnos a recordar las letras asociadas. Por ejemplo, el ritmo y el compás de la música dan pistas sobre la longitud de la siguiente palabra de una secuencia. Esto ayuda a limitar las posibles opciones de palabras a recordar, por ejemplo, indicando que una palabra de tres sílabas encaja con un ritmo concreto dentro de la canción.

La melodía de una canción también puede ayudar a segmentar un texto en fragmentos significativos. Esto nos permite recordar segmentos de información más largos que si tuviéramos que memorizar cada palabra por separado. Las canciones también suelen utilizar recursos literarios como la rima y la aliteración, que facilitan aún más la memorización.

Cuando hemos cantado o escuchado una canción muchas veces antes, esta puede volverse accesible a través de nuestra memoria implícita (no consciente). Cantar la letra de una canción muy conocida es una forma de memoria procedimental. Es decir, es un proceso muy automatizado, como montar en bicicleta: es algo que somos capaces de hacer sin pensar mucho en ello.

Una de las razones por las que la música está tan profundamente arraigada en la memoria es porque tendemos a escuchar las mismas canciones muchas veces a lo largo de nuestra vida (más, por ejemplo, que las veces que leemos nuestro libro favorito o vemos nuestra película preferida).

La música también es fundamentalmente emocional. De hecho, las investigaciones han demostrado que una de las principales razones por las que la gente se engancha a la música es por la diversidad de emociones que transmite y evoca. Numerosos estudios evidencian que los estímulos emocionales se recuerdan mejor que los no emocionales. La tarea de intentar recordar el abecedario, los colores del arcoíris o las notas musicales es intrínsecamente más motivadora cuando encaja con una melodía pegadiza, y más adelante recordaremos mejor los conceptos cuando establezcamos una conexión emocional.

Cabe señalar que no todas las investigaciones anteriores han descubierto que la música facilite el recuerdo de las letras asociadas. Por ejemplo, la primera vez que escuchamos una nueva canción, memorizar tanto la melodía como la letra asociada es más difícil que memorizar solo la letra. Esto tiene sentido, dadas las múltiples tareas que implica.

Sin embargo, tras superar este obstáculo inicial y exponerse a una canción varias veces, aparecen efectos más beneficiosos. Una vez que se conoce una melodía, la letra asociada suele ser más fácil de recordar que si se intenta memorizar esa letra sin la música. La investigación en este campo también se está aplicando para ayudar a personas con diversos trastornos neurodegenerativos. Por ejemplo, la música parece ayudar a los enfermos de alzhéimer y esclerosis múltiple a recordar información verbal.

Así que, la próxima vez que ponga las llaves del coche en un sitio nuevo, pruebe a crear una canción pegadiza que le recuerde su ubicación al día siguiente… y, en teoría, no debería ser tan fácil olvidar dónde las ha puesto.

Fuente: El País/ The Conversation / Kelly Jakubowski.

Los del Río: “Habría que ver cuánta gente se ha beneficiado de ‘Macarena’ sin que nosotros lo hayamos hecho”

Antonio Romero y Rafael Ruiz alcanzaron hace 25 años lo imposible: colocar su ‘Macarena’ en lo más alto de la lista de ventas estadounidense durante 14 semanas. Hoy, con la canción todavía sonando y siendo versionada, recuerdan las luces (y alguna sombra) de aquel momento cultural irrepetible

Los del Río posan en la villa de Utrera en la que ejercen de anfitriones.
Los del Río posan en la villa de Utrera en la que ejercen de anfitriones. MAJARETA STUDIO

Todo el mundo se rindió al fenómeno Macarena en 1996. El tema de flamenco del dúo sevillano Los del Río, formado por Antonio Romero y Rafael Ruiz, ya había sido un éxito en España en 1993. Pero remezclado en forma de pop bailable y con la voz añadida de una mujer que cantaba partes en inglés, permaneció aquel verano durante 14 semanas en lo más alto del Billboard Hot 100. O sea, la lista de sencillos más importante e influyente del mundo. Una hazaña asombrosa para unos artistas de Sevilla que solo fue superada en 2017 por Luis Fonsi y Daddy Yankee tras alistar a Justin Bieber en una versión spanglish de Despacito. Ellos batieron el récord al estar un par de semanas más encabezando la lista de éxitos estadounidense. No obstante, visto en perspectiva, nadie puede discutir que lo que consiguieron estos dos amigos de Dos Hermanas fue algo inaudito, una rareza de esas digna de estudio.

Chapurreando apenas unas palabras en inglés y con internet aún en pañales, Los Del Río revolucionaron el mayor y más competitivo mercado musical. Los hechos hablan por sí solos. Hace un cuarto de siglo Macarena sonó en la Convención Nacional Demócrata (Hillary Clinton se arrancó a dar unas palmas) y fue usada por la selección femenina de gimnasia de Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Atlanta. Además, entre otros surreales logros, el dúo formado por Antonio Romero y Rafael Ruiz la interpretó el 26 de enero de 1997 al inicio de la Super Bowl ante un público de más de 70.000 espectadores (y decenas de millones de telespectadores en sus casas).

¿Quizá se fue todo de las manos? “Para nada”, explica Romero. “Nunca nos asustamos porque en ese momento ya llevábamos 30 años de carrera y habíamos pasado muchísimas dificultades. Empezamos a los 14 y, siendo unos chiquillos, por entonces jugábamos tanto a cantar como a torear. No fue hasta que murieron nuestros padres que nos dijimos: ‘No tenemos más remedio que tomarnos en serio esto de la música’. Básicamente, porque era lo único que nos daba dinero para poder ayudar a nuestras madres. Ese fue el mayor sacrificio que pudimos hacer”, apostilla.

En España el dúo cuenta con otros éxitos como Sevilla tiene un color especial o Se te nota en la mirada, pero en casi todo el mundo siguen siendo rehenes del one hit wonder, o sea, de esa condición de artistas que encontraron un éxito gigante con una sola canción y no volvieron a ser conocidos por ninguna otra. A ambos, a sus 73 años, esto último les importa poco. Como señala Romero, “llegar a ser número uno en los cinco continentes es algo tremendamente difícil. No es lo normal”. “De igual forma que únicamente hemos ganado el Mundial de Fútbol una sola vez, afortunadamente nosotros hemos sido campeones del mundo en lo que a la música se refiere. Siempre nos preguntan cuándo vamos a componer otra Macarena, a lo que contestamos que ya hicimos la nuestra. Que se pongan a trabajar los demás. Lo que nos toca es vivir y disfrutar”, subraya.

Por mucho que ahora se celebre la efeméride de su conquista estadounidense, la Macarena original se publicó por primera vez en su álbum A mí me gusta, de 1993. Aunque su pegajosa letra surgió algo antes, a finales de 1992. Aprovechando que se encontraban en Caracas, el empresario Gustavo Cisneros no dudó en invitarles a una fiesta en su casa. Entre aquellas paredes también se hallaba Carlos Andrés Pérez, el presidente de Venezuela de la época, así como Diana Patricia Cubillán Herrera, una bailaora de flamenco local.

“La joven se puso a bailar y me dio por decirle: ‘Dale a tu cuerpo alegría, Magdalena, que tu cuerpo es pa’ darle alegría y cosa buena’. Así fue cómo me inspiré para escribirla. Pero como resulta que tengo una hija que se llama Esperanza Macarena, finalmente decidí cambiar Magdalena por Macarena”, subraya Romero. “A ella [a Patricia Cubillán] le ha ido muy bien porque al ser nuestra musa ha podido decirles a todos que es la verdadera Macarena. Lejos de ocultar su identidad, hemos sido muy sinceros al respecto. Nos parece muy bien que haya aprovechado lo que ocurrió aquel día para abrir su propia escuela de baile y participar en alguna telenovela. Nos trae unos recuerdos maravillosos. Solo esperamos que se encuentre bien en Venezuela porque ella y su familia son un encanto”, añade por su parte Ruiz.

A propósito del remix que Fangoria firmó de la pieza, cuya controversia llegó al Tribunal de Estrasburgo, Ruiz simplemente se limita a recordar que “como Macarena pegó ese zambombazo tan bestial, todo el mundo quería montarse al carrito”. Sí, décadas después continúa siendo un asunto espinoso del que prefieren no hablar. Alaska tampoco quiso dar muchos detalles cuando fue preguntada al respecto al 2013 en Vanity Fair: “Macarena’ triunfa en España en 1993. Nosotros, como Fangoria, hacemos una remezcla y esa remezcla vuelve a triunfar en España. Entonces en Miami, de repente, utilizan nuestra remezcla y añaden unas voces. No es que sea otra remezcla, ¡era la nuestra! Eso llegó al Tribunal Europeo, pero está desestimado, así que no hay nada que hacer”. Que no parezca que hay animadversión entre los artistas: en 2017, hablando del tema también con reservas y precaución en el programa de Bertín Osborne, el dúo aclaró: “Adoramos a Alaska”.

Los del Río tocan la guitarra en la villa de Utrera en la que ejercen de anfitriones.
Los del Río tocan la guitarra en la villa de Utrera en la que ejercen de anfitriones. MAJARETA STUDIO

Pasase lo que pasase, esa remezcla firmada en las carátulas de los singles por los Bayside Boys les abrió de par en par las puertas al otro lado del charco. Los productores Mike Triay y Carlos de Yarza la grabaron en 1995 con la ayuda de la vocalista Patty Alfaro. Inicialmente no contaba con el visto bueno de su sello, BMG/Ariola, que hasta amenazó con demandarles. Sin embargo, dado que sonaba incesantemente en radios como Power 96 o la neoyorquina WKTU, la discográfica llegó a un acuerdo con ellos porque sabía que no podía desperdiciar su incidencia mediática. La letra pequeña del contrato se desconoce por completo.

De todas formas, Macarena se podría haber transformado en un monstruo aún mayor. O, al menos, eso es lo que se desprende cuando Romero admite que el mismísimo Michael Jackson “quería grabar una nueva versión con Los del Río”. Así lo narra: “Le volvía loco nuestra canción y solía ponerla antes de arrancar sus espectáculos para calentar a su clientela. Su abogado nos contactó y nos dijo que Miguel, porque así le llamaba él, tenía muchas ganas de trabajar con nosotros. Nos comentó que estaba de médicos y que cuando se recuperara lo tiraríamos adelante. Eso pasó seis u ocho meses antes de que cayera en declive y se nos fuera. Estaba muy ilusionado, pero no pudo ser”.

Aun así, en 2016 colaboraron con la banda Gente de Zona en Más Macarena. Y, por increíble que parezca, en 2019 recibieron la llamada del rapero estadounidense Tyga para participar en la viral Ayy Macarena, que acumula más de 150 millones de visualizaciones en YouTube. “Fíjate que pienso que, allá donde esté Miguel, como decía su abogado, puso algo de su parte en plan ‘conmigo no, pero sí con el otro”, conjetura.

Mucho se ha escrito acerca de si Los del Río son millonarios gracias a su mastodonte buque insignia. En definitiva, siguen ingresando una cantidad indeterminada en concepto de royalties y derechos de autor. Cuando se les interroga por ello intentan dar un capotazo con elegancia. Pero, a regañadientes, acaban abordando la cuestión. “¿Por qué no contactáis con la editorial? Al ser el autor, me exigieron que les diera el 50% para hacerla popular y venderla bien. Lo que habría que poner sobre la mesa es cuánta gente se ha beneficiado de Macarena sin que nosotros lo hayamos hecho. Con esto no quiero decir que nos vamos a arrancar a llorar y a decir qué pena, no. Nos han dado lo que creo que nos ha correspondido, pero eso no quiere decir que se ajuste a la pura realidad”, explica Romero.

Ruiz toma la palabra para aclarar: “Encima, Antonio partió ese 50% conmigo. Y los primeros dos años tuvimos que darle a Hacienda algo más de la mitad de los beneficios. Así que ajusta las cuentas”. “Nuestra riqueza no está en Macarena, está en nuestras familias”, sentencia su compañero. “Tenemos unos hijos maravillosos y unos nietos encantadores que ya empiezan a despuntar y cantan mejor que nosotros. La humildad en la vida es la que triunfa siempre. No hay cosa más importante y rica que ser humilde. Eso lo hemos aprendido de nuestros padres, que eran tremendamente trabajadores. Independientemente del tiempo que ha pasado, seguimos jugando a cantar con la misma ilusión de nuestros inicios para que el mundo sea un lugar más feliz”.

Macarena sigue viva y coleando. Prueba de ello es que Los del Río se han aliado con Airbnb y, este agosto, ejercerán de anfitriones de una villa en Utrera. Los primeros cuatro huéspedes que esta misma semana confirmaron su reserva no solo serán recibidos en persona por estas leyendas: tendrán acceso a una sala de karaoke privada repleta de guitarras españolas y hasta obtendrán consejos del dúo para perfeccionar la coreografía del célebre tema. Asimismo, aseveran: “Les vamos a enseñar cómo se hace un buen gazpacho”. “La casa no es propiedad nuestra. Es de unos amigos a los que habitualmente les dejamos las llaves de nuestro hogar y ellos nos prestan las suyas. Al fin y al cabo, es como un intercambio familiar. Todavía no sabemos quiénes vendrán, pero te aseguro que tendrán un recibimiento muy especial. Se lo van a pasar de maravilla”, anticipa Romero. Es lógico imaginar que ese himno intergeneracional llamado Macarena sonará en algún momento, aunque no sabemos en cuál de sus versiones.

Fuente : El País / Sergio del Amo .

Las mejores canciones de Bob Dylan por las que Universal ha pagado 300 millones de dólares

Universal ha roto la banca pagando esa cantidad por los derechos de todas las canciones compuestas por el ganador del Premio Nobel.

Bob Dylan en uno de sus últimos conciertos.
Bob Dylan en uno de sus últimos conciertos.

De 100 dólares a 300 millones de dólares. La primera cifra es la que ‘costaba’ Bob Dylan en 1962. La segunda, la cantidad por la que ha vendido todo su repertorio a Universal en un movimiento histórico que sacude toda la industria musical. El artista, que ha seguido fiel a su política de silencio, no ha comentado la operación, pero la discográfica se queda uno de los catálogos más impresionantes que hay en la actualidad.

Pero ¿por qué ha pagado una cantidad tan desorbitada? Pues por todo lo que haya compuesto el artista hasta este momento, y entre esas canciones hay auténticos himnos como los que os dejamos a continuación en esta lista de emblemas que han costado una barbaridad.

Like a Rolling Stone (1965)

La mejor canción de la historia según, precisamente, la revista Rolling Stone, que colocó este temazo en su primera posición. Dylan fue, además, el autor que más composiciones colocó en la lista de las mejores 500 canciones que hizo la popular revista. Dylan la escribió en 1965, después de una agotadora gira por Inglaterra (recogida en la película Don’t Look Back) en la que se planteó retirarse de la música. Like a Rolling Stone hizo a Dylan un icono y hoy sigue siendo una canción única y hasta revolucionaria.

A Hard Rain’s A-Gonna Fall (1962)

Una de las canciones más misteriosas del autor, ya que muchos quisieron ver aquí un lema contra la crisis de los misiles de Cuba, algo que él nunca ha negado tajantemente… ni afirmado. Lo que sí se sabe es que esta canción, una de las más emblemáticas y una de las primeras en triunfar, fue escrita en 1962 en un cuarto arriba del Gaslight Café en Greenwich, con una máquina de escribir del poeta y activista Wavy Gravy. Fue la canción que sonó en la ceremonia de entrega del Premio Nobel de Literatura que recibió cuando anunciaron su nombre.

Blowin’ in the wind (1963)

Otro himno que llegaba en aquel álbum que le hizo grande, The Freewheelin’. Esta canción la compuso con apenas 21 años en el Greenwich Village de Nueva York junto a su amigo Blue a la guitarra. Paz, guerra, libertad… temas que han hecho que muchos la entronquen con la mejor tradición de la canción protesta. Es la 14ª mejor canción de todos los tiempos según la revista Rolling Stone.

Knockin on heavens door (1973)

Bob Dylan también ha compuesto muchas canciones para bandas sonoras de películas. De hecho, tiene un Oscar por la canción Things have changed, creada para Jóvenes Prodigiosos, el filme de Curtis Hanson. Pero mucho antes había escrito y llevado a los altares este Tocando las puertas del cielo que se publicó en la banda sonora de la película de Sam Peckinpah, Pat Garrett y Billy the Kid. También entró en la lista de las mejores canciones de la historia de Rolling Stone. Exactamente en el puesto 190 y es uno de los temas más versionados de la historia.

Tangled up in blue (1975)

Otra más en la lista de Rolling Stone. Esta vez la número 68. Se trata de la canción que abría su decimoquinto álbum, Blood on the Tracks, lanzado en 1975. Un tema escrito por él y producido por su hermano David Zimmerman, y que ha sido analizada por las diferentes perspectivas narrativas. Una canción que el propio cantautor ha alterado en actuaciones posteriores, cambiando el punto de vista y ciertos detalles para convertirla en un tema que muta y evoluciona con el tiempo.

Mr tambourine man (1965)

Es curioso que el primer número de Bob Dylan no lo cantara Bob Dylan. Su Mr Tambourine man se convertía en la canción del momento en 1965 gracias a la versión de The Birds, que usaron el tema de Dylan en su disco del mismo nombre. Dylan la rechazó de primeras, y no la incluyó en su álbum Another Side of Bob Dylan (1964), por lo que acabó en la voz de otro siendo un absoluto éxito. Al año siguiente Dylan incluyó una versión en el Bringing It All Back Home y todo el mundo empezó a concebirla como un tema del artista que realmente la creó.

The times they are a changin’ (1963)

Una canción protesta que se convirtió en el himno de una generación, la de los años 60, que salía a la calle despechada y para gritar contra la injusticia, el racismo o la Guerra de Vietnam. Un poema musical que escribió un chaval de 22 años y que reflejó el sentimiento de millones de personas. Otra que está en la lista de las mejores canciones de la historia. Exactamente en el puesto 59.

Hurricane (1976)

El boxeador Robin Carter fue acusado injustamente de triple homicidio en 1966, y Bob Dylan le dedicó una canción con la que dio a conocer el caso públicamente. Se incluye en su álbum Desire de 1976, y luego fue utilizada por la película Huracán Carter, dirigida por Norman Jewison, y que contaba la historia del boxeador al que daba vida Denzel Washington. Dylan llegó a ofrecer dos conciertos benéficos para conseguir los fondos necesarios para reabrir el caso. Lo logró, pero fue otra vez considerado culpable. Hasta 1985, Carter no lograría la libertad condicional, y hasta 1988 no fueron retirados los cargos contra él.

Fuente : EL ESPAÑOL / J.Z .