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Una cueva con 35 cráneos de animales desvela los rituales “mágicos” de los neandertales

Un equipo de paleoantropólogos encuentra cerca de Madrid una insólita acumulación de calaveras de bisontes, toros salvajes, ciervos y rinocerontes con probable intención “ceremonial”

Dos investigadoras analizan uno de los cráneos hallados en los yacimientos de Pinilla del Valle, en Madrid.
Dos investigadoras analizan uno de los cráneos hallados en los yacimientos de Pinilla del Valle, en Madrid.MEH

El codirector de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga, acaba de participar en un hallazgo para el que pide un poco de imaginación; y que después cada cual saque sus propias conclusiones.

La historia comienza así: hace unos 70.000 años, en una cueva del valle del Lozoya, al norte de Madrid, los neandertales depositaron cráneos y cuernas de animales enormes: bisontes, toros salvajes, ciervos, rinocerontes. Les sacaban el cerebro, para comérselo con cuidado de no dañar las astas, llevaban los restos a la cueva, prendían un pequeño fuego y después los tapaban con losas de piedra. Se han hallado hasta 35 cabezas en un nivel de terreno de dos metros de profundidad, lo que significa que esta fue una tradición que se perpetuó durante “años, décadas, siglos, incluso milenios”. Según Arsuaga, en ningún otro lugar del mundo se ha encontrado algo así.

En su opinión, esta es una de las mayores pruebas hasta la fecha de que los neandertales tenían una mente compleja capaz de manejar símbolos y realizar “ceremonias” en torno a las calaveras de animales temibles. “No sabemos qué pasó”, reconoce el paleoantropólogo, “pero me imagino al grupo de neandertales que trae pesados cráneos desde el fondo del valle hasta la cueva, los preparan, los iluminan, los cubren y se van. ¡Qué fuerte!”.

Ilustración que representa un posible ritual neandertal, proporcionada por el Museo de la Evolución Humana.
Ilustración que representa un posible ritual neandertal, proporcionada por el Museo de la Evolución Humana. ALBERT ALVAREZ MARSAL

Los neandertales eran la especie humana genuina de Europa, donde vivieron desde hace 400.000 años. También son los homínidos más cercanos en la evolución a nuestra especie, los Homo sapiens, originaria de África. Ambas especies se encontraron en Eurasia y tuvieron sexo e hijos durante miles de años, lo que dejó una pizca de ADN neandertal en todas las personas actuales de fuera de África. Por razones desconocidas, los neandertales se extinguieron hace unos 40.000 años y los sapiens se convirtieron en la última especie humana de la Tierra. En los últimos años, una creciente colección de descubrimientos ha reforzado la idea de que los neandertales eran capaces de comportamientos tan humanos como los nuestros.

El nuevo hallazgo se ha realizado en la cueva Des-Cubierta, una de las zonas de excavación de los yacimientos neandertales de Pinilla del Valle, a una hora y media en coche de la capital; y se publica hoy en la revista especializada Nature Human Behaviour.

Caza o culto

En este trabajo, un nutrido equipo de paleoantropólogos de varios países encabezado por Arsuaga, Enrique Baquedano, director del Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid, y Alfredo Pérez-González, investigador de la Universidad Complutense, maneja dos posibles interpretaciones. O bien era una acumulación de trofeos de caza o se trata de un lugar “ceremonial”. “Una expresión de la relación simbólica de los neandertales con la naturaleza o algún tipo de rito de iniciación o de magia propiciatoria”, detalla en el estudio.

Los investigadores justifican su postura en que no han hallado otros huesos de animales que no sean cráneos con sus cuernas conservadas. No hay rastros de que los neandertales acamparán allí, ni que hicieran las cosas típicas de los humanos de la época: prender grandes hogares para cocinar (en la cueva solo hay hogueras muy pequeñas), tallar herramientas grandes de piedra, curtir pieles. A escasos 20 metros de la Des-cubierta sí existe otro yacimiento donde hay todas estas cosas. Su antigüedad es de unos 50.000 años. Para los autores del estudio, esto no puede ser una acumulación de restos casual, sino una prueba contundente de que los neandertales creaban símbolos y lugares de culto, al igual que hacemos los humanos actuales.

Excavación de la cueva neandertal Des-Cubierta, en Pinilla del Valle.
Excavación de la cueva neandertal Des-Cubierta, en Pinilla del Valle. COMUNIDAD DE MADRID

El hallazgo se suma a otras pruebas de que la mente neandertal no era tan primitiva como pensaban los arqueólogos hace decenios. Muchas de las pruebas que apoyan esta hipótesis se han encontrado en España. En la cueva de Los Aviones, en Murcia, aparecieron conchas perforadas que eran cuentas de collar fabricadas por esta especie; y en la cueva de Foradada, en Calafell (Tarragona), restos de colgantes elaborados con garras de águila.

Hallazgos recientes también cuestionan que los Homo sapiens fuesen los únicos capaces de crear símbolos pictóricos. En la cueva de La Pasiega, en Cantabria, se ha hallado una escalera que podría haber sido pintada por los neandertales hace unos 64.000 años, aunque su datación sigue en debate. Y en 2014 se halló un grabado geométrico horadado en una pared de la cueva de Gorham, en Gibraltar, hace más de 39.000 años. La gran pregunta por responder es si los neandertales aprendieron a pintar y a crear símbolos porque les enseñaron los sapiens o si fueron ellos mismos los que desarrollaron esta capacidad.

En 2021, un grupo de paleoantropólogos hallaron en Alemania un hueso con un símbolo en forma de galón que habría sido hecho por neandertales hace 51.000 años, en un tiempo en el que aún no habían llegado los sapiens. Aun así, las pinturas y signos neandertales están a años luz de las cumbres del arte paleolítico sapiens, como los célebres bisontes de Altamira, en Cantabria, o los asombrosos felinos de la cueva de Chauvet, en Francia.

“Eran simbólicos”

Sobre el hallazgo del valle del Lozoya, Arsuaga es tajante: “Lo que hemos encontrado aquí tiene mucha más fuerza que las pinturas, que no dejan de ser signos y rayas”. Estos descubrimientos “nos confirman que los neandertales eran simbólicos, pero a la vez que no eran como nosotros; al fin y al cabo se puede ser humano de muchas formas”, razona.

La posibilidad de que los neandertales siguiesen un culto al cráneo se ha barajado desde principios del siglo pasado. La idea se basaba en descubrimientos de calaveras de osos cavernarios y otros animales que podrían haber sido acumulados y enterrados con intenciones simbólicas, aunque es una hipótesis aún discutida. En épocas posteriores a la extinción de los neandertales, existen algunos ejemplos del uso de las calaveras de bisontes, rinocerontes y otros animales por parte de sapiens, tal vez como ofrenda a los muertos.

Antonio Rodríguez-Hidalgo, prehistoriador de la Universidad Complutense de Madrid e investigador en Atapuerca, ofrece una opinión independiente sobre el estudio: “Es un hallazgo muy interesante y su publicación era muy esperada entre la comunidad científica”. “La interpretación de los autores es muy audaz y a la vez controvertida”, señala.

“La posibilidad del trofeo de caza va un paso más allá, y es plausible, pero no gustará a todos. No conocemos trofeos de caza entre los humanos modernos del Paleolítico superior [hace entre 50.000 años y 12.000 años]. Se trata de una tradición moderna, asociada a la caza deportiva y al colonialismo europeo del siglo XIX”, asegura. “Me parece más coherente la explicación del significado ceremonial o mágico. Es muy posible que los neandertales tuviese algo parecido al chamanismo. El caso de Des-Cubierta plantea nuevas incógnitas y nos obliga a mirar con atención en otros yacimientos del Paleolítico medio, donde otras acumulaciones de cráneos pueden haber pasado desapercibidas”, añade.

Fuente: EL País/ Nuño Domínguez.

Neandertales, los humanos solitarios

Nuevas hipótesis sobre el final de esta especie humana señalan que su desaparición está relacionada con la mayor interconexión de los grupos de ‘sapiens’

Exposición sobre neandertales en el museo de Moesgaard, en Dinamarca. Moesgaard Museum / Neanderthal Exhibition 2020-21
Exposición sobre neandertales en el museo de Moesgaard, en Dinamarca. Moesgaard Museum / Neanderthal Exhibition 2020-21MICHAEL JOHANSEN

El paulatino acercamiento entre los Homo sapiens, los humanos actuales, y los neandertales, desde el punto de vista intelectual, pero también genético, ha sido uno de los procesos científicos más desafiantes de las últimas décadas. La especie humana más cercana, que habitó Europa y Asia durante por lo menos 300.000 años, ha dejado de ser un espejo lejano para convertirse en un reflejo cada vez más cercano de la humanidad moderna. Este cambio se ha traducido en un imparable interés por los neandertales, que protagonizan constantes publicaciones científicas, libros de divulgación y exposiciones.

Como ha señalado el ensayista israelí Yuval Noah Harari, “por el mero hecho de haber existido, los neandertales desafían algunos de nuestros más preciados ideales e ilusiones, nos obligan a cuestionar la creencia de que el Homo sapiens se alza como la cúspide de la creación y lo que significa ser humano. Y estos asuntos son ahora más urgentes que nunca”. El autor de Sapiens escribió estas palabras en la crítica en The New York Times del libro Kindred. Neanderthal life, love, death and art (Familiares. La vida, el amor, la muerte y el arte de los neandertales), de la investigadora y arqueóloga británica Rebecca Wragg Sykes, un superventas en el mundo anglosajón que será publicado en España después del verano por Geoplaneta.

Wragg Sykes trata de resumir en su libro todos los conocimientos que se han acumulado sobre los neandertales en las últimas tres décadas, un proceso que se ha acelerado después de que, hace diez años, un equipo del Instituto Max Planck de Leipzig dirigido por Svante Pääbo secuenciase su genoma y descubriese que los actuales humanos tenemos una pequeña proporción de genes neandertales, lo que demuestra que se produjo hibridación entre las dos especies. Más filosófico es el libro reciente La vida contada por un sapiens a un neandertal (Alfaguara), en el que el escritor Juan José Millás y el paleantropólogo Juan Luis Arsuaga, codirector de la Fundación Atapuerca, hablan de lo divino, pero sobre todo de lo humano. También se ha editado El sapiens asesino y el ocaso de los neandertales (Almuzara), del paleontólogo Bienvenido Martínez-Navarro, que se centra en el que se mantiene como el gran misterio en torno a los neandertales: ¿Por qué desaparecieron?

“Nos fascinan por la misma razón por la que nos fascinan las novelas de ciencia-ficción: porque son otra versión de nosotros”, explica Juan Luis Arsuaga en conversación telefónica. “Todo indica que tienen el mismo nivel intelectual que nosotros y, sin embargo, no son iguales. Podemos decir que tienen la misma mente, pero no la misma mentalidad. Representan otra manera de ser humanos y eso es algo que nos cuesta mucho imaginar”. En una entrevista por videollamada, Wragg Sykes se pronuncia en el mismo sentido: “Los neandertales han cambiado la percepción de nosotros mismos. En la cultura occidental siempre hemos tratado de separarnos del resto de la naturaleza, de demostrar que somos mejores que los animales. Los neandertales nos obligan a replantearnos eso”.

Kindred recoge tres décadas de descubrimientos sobre los neandertales, que coinciden además con una revolución en la arqueología y en la genética. La aplicación de la química y de sofisticadas técnicas de datación ha permitido saber que los neandertales tenían pensamiento simbólico –aunque no necesariamente arte–, que dominaban las plantas y el paisaje que les rodeaban, que eran conscientes del material lítico que utilizaban para diferentes instrumentos, que empleaban colores, sobre todo el rojo y el ocre, que enterraban a sus muertos y cuidaban de los ancianos. Tanto por la presencia del gen FOXP2, asociado al lenguaje, como por el tipo de animales que cazaban –abatirlos requería la cooperación del grupo–, los científicos consideran que utilizaban alguna forma de comunicación.

“Durante la última década, numerosos descubrimientos han cambiado nuestro paradigma sobre las capacidades de los neandertales”, explica la investigadora danesa Trine Kellberg Nielsen, profesora de la universidad de Aarhus y comisaria de una exposición sobre neandertales en el museo de Moesgård, especializado en antropología y prehistoria, que puede verse hasta final de año (el centro está actualmente cerrado por la covid). “Muchas de las cosas que antes atribuíamos solo a nuestra propia especie, como una cultura visual y un comportamiento social, se extienden ahora a los neandertales”.

Los nuevos descubrimientos se acumulan casi cada mes, incluso cada semana. Solo en los últimos siete días ha aparecido un estudio, basado en sedimentos de la cueva del Salt –España es uno de los campos más fértiles en el estudio de esta especie por la cantidad de yacimientos–, sobre la presencia de microorganismos beneficiosos en la microbiota intestinal de los neandertales y el mismo viernes salió otra investigación genética que podría permitir entender en el futuro como evolucionó su cerebro e influyó en su comportamiento.

Exposición sobre neandertales en el museo de Moesgaard. / Museo de Moesgaard / Neandertal exhibition
Exposición sobre neandertales en el museo de Moesgaard. / Museo de Moesgaard / Neandertal exhibitionMICHAEL JOHANSEN

Sin embargo, como señaló el escritor británico John Lanchester en un texto en la London Review of Books sobre Kindred, el gran misterio permanece: “No son una versión fallida de nosotros y la trayectoria desde ellos hasta nosotros no es teológica. Y sin embargo… el hecho es que nosotros estamos aquí y ellos no, y aunque no haya un propósito en la evolución, la cuestión de por qué y cómo sucedió esto sigue siendo apasionante”. La fecha es lo único que se conoce: hace unos 40.000 años, cuando los sapiens empiezan a avanzar por Europa, los neandertales desaparecen del registro fósil.

Algunos investigadores sostienen que permanecieron todavía unos milenios en el sur de la península Ibérica, en dos cuevas situadas en Gibraltar, pero se trata de dataciones todavía polémicas. En su libro, Bienvenido Martínez-Navarro apuesta por una explicación basada sobre todo en la lucha por los recursos. “Competíamos por los mismos recursos en el mismo territorio”, señala, sin descartar en absoluto la violencia. Sin embargo, no se trata de la hipótesis más difundida entre los expertos. Arsuaga, por su parte, cree que la llegada del Homo sapiens en unas circunstancias extremas –el principio de una glaciación– fue determinante. “En un momento crítico, la especie que lo pasa menos mal es la que prevalece”.

Rebecca Wragg Sykes adelanta en Kindred una hipótesis novedosa, basada en estudios genéticos y químicos de las herramientas que ambas especies utilizaron. “Sabemos por la genética que no había mucha diferencia en el número de individuos, pero también que los grupos de Homo sapiens estaban mucho más interconectados. Si consideramos que se encontraban en un momento en el que las condiciones climáticas se estaban deteriorando rápidamente, cuando se cuenta con una red de contactos es más fácil moverse a otros lugares y tal vez los neandertales no tenían eso. Sabemos por la arqueología que no había grandes diferencias entre lo que comían y tenemos constancia de que los Homo sapiens de ese periodo ya contaban con armas con las que cazar a distancia, dardos, flechas, sistemas para lanzar jabalinas, y los neandertales no”. Su final fue una mezcla de desventajas tecnológicas, cambio climático y sociabilidad. Pero, dado que los humanos no africanos tenemos entre un 1% y 4% de genes neandertales, nunca ha habido en la historia tanto material genético de la especie extinta circulando por el planeta. Wragg Sykes sostiene: “Nos demuestran que en la Tierra ha habido más de una forma de ser humano”.

Fuente : El País / Guillermo Altares .