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Tras siglos estudiándolo, nadie sabe qué es ni para qué sirve este objeto: el misterio de los dodecaedros ‘romanos’

Unos 120 diseños metálicos, de origen impreciso, desconciertan y fascinan a arqueólogos desde 1739: las explicaciones que dan hablan más de nosotros mismos que de las propias piezas

Un investigador francés sostiene en sus manos un dodecaedro romano hallado en Metz, al este de Francia, en diciembre de 2020.
Un investigador francés sostiene en sus manos un dodecaedro romano hallado en Metz, al este de Francia, en diciembre de 2020.JEAN-CHRISTOPHE VERHAEGEN (AFP VIA GETTY IMAGES)

Es una pequeña pieza de bronce, no más grande que una bola de billar. Un poliedro de 12 caras que, en cada vértice, luce un pequeño remate redondo, como una esfera. En cada uno de sus planos hay tallado un agujero, y cada uno de estos agujeros resulta de distinto tamaño. Suena misterioso, y lo es. De los llamados dodecaedros romanos, de hecho, ni siquiera se sabe si tienen su origen en Roma. Ninguna referencia escrita alude a ellos, lo cual dificulta muchísimo interpretar qué lugar ocuparon en la sociedad cuando estos fueron aleados.

Los dodecaedros se encontraron por primera vez a principios del siglo XVIII y se presentaron al mundo en 1739. Como confirma el arqueólogo Néstor F. Marqués, hasta la fecha habrán aparecido unos 120. “Esos, más los que habrá en alguna colección privada y de los que no tengamos noticias. Este no es un objeto común, pero tampoco raro”, sostiene el también director de Antigua Roma al Día, un proyecto de divulgación en redes. Tras estudiar las decenas de teorías que se han escrito sobre el dodecaedro durante 300 años, el historiador alberga alguna certeza: no eran elementos meramente decorativos, por la precisión con que se habían fundido. “¿Y para qué los agujeros de diferentes tamaños, entonces?”, agrega el autor. Más otra revelación importante: el significado que se ha dado a estas figuras a lo largo de la historia habla más de nosotros que de ellas.

“Al principio, se creyó que podrían ser armas o algún objeto bélico de otra suerte, como parte de un estandarte. A finales del siglo XIX e inicios del XX se pensaba, por ejemplo, que los agujeros podrían medir la trayectoria de un proyectil. Pero esto refleja, más que nada, los intereses de los historiadores en aquel momento. La arqueología militar era abundante y todo lo encontrado se orientaba hacia allí”, reflexiona Marqués. Huelga contar cómo andaba Europa cuando se formularon aquellas teorías. De hecho, la mayoría de estas piezas han aparecido en las actuales Francia, Alemania o Gran Bretaña. Yendo más allá: Galia, Germania y Britania. Por todo ello, hay quienes creen que el dodecaedro romano era en realidad celta. Ninguno de estos objetos ha aparecido en Italia, ni al norte de África, ni en la península Ibérica, algunos de los territorios clave de la Roma antigua.

Dodecaedro 'romano' hallado en una zona que actualmente pertenece a Holanda.
Dodecaedro ‘romano’ hallado en una zona que actualmente pertenece a Holanda.ALAMY STOCK PHOTO

¿Serán objetos mágicos, entonces? Probablemente. “En el simbolismo pitagórico y de Platón, los poliedros tienen mucho significado. El tetraedro simboliza el fuego y el octaedro, el aire. El icosaedro, una figura de 20 lados, representa el agua. El hexaedro es la tierra. En este sentido, el dodecaedro podría aludir al todo, lo que los engloba; al universo. Esta teoría es interesante, pero es difícil demostrarla. En estos objetos no hay ninguna marca que se refiera al cosmos o la medición de las estrellas”, arguye Marqués. Aunque aún hoy aparecen algunos de estos objetos, el misterio nunca se desvanece. A finales de los ochenta, en Alemania apareció un dodecaedro que formaba parte del ajuar en la tumba de una mujer. ¿Un amuleto? Quizá. Junto a él había restos de cera. “¿Valían para sujetar velas, entonces? Parece improbable”, sentencia el experto. “También se ha planteado que fueran instrumentos de medida, pero hay dodecaedros de tamaños muy dispares. Al tiempo, la diferencia en la talla de los agujeros no parece seguir ningún patrón”, prosigue Marqués.

Llegados a este punto, aparece la llamada arqueología experimental: aventureros que se han lanzado a crear dodecaedros romanos gracias a impresoras en tres dimensiones. La era de las redes sociales hizo el resto. Algunos vídeos de YouTube, que acumulan más de 250.000 visitas, muestran que estos podrían emplearse para tejer. Los pequeños pivotes en los vértices ayudarían a tensar el hilo y los agujeros valdrían para crear formas con el punto, como los dedos de un guante. “Ya hay quienes han descartado esto, pero se ha abierto una puerta interesante: la de lo puramente doméstico. Quizá valdría para jugar, aunque no se parezcan mucho a un dado”, apunta Marqués.

Según cuenta este investigador, se han llegado a elaborar teorías muy descabelladas sobre ellos, como que ni siquiera pertenecieran al tiempo y el espacio donde fueron encontrados: “Rebatir teorías siempre ayuda a forjar un espíritu crítico. Lo fundamental es que sigamos estudiando la historia, revisar cómo nos la han contado hasta ahora y con qué intereses. Y que sigamos encontrando piezas nuevas, siempre en un contexto científico”. Esta reivindicación choca con la deriva del llamado expolio arqueológico. Esto es, que cualquier individuo armado con un detector de metales pueda acabar cavando la tierra y extrayendo un dodecaedro al azar, sin ningún tipo de procedimiento que permita fecharlo y ubicarlo con precisión. De nuevo, ese fenómeno guarda mucha relación la fiebre de las redes sociales, y llega de parte de quienes buscan por su cuenta crear contenido a lo loco.

Más objetos misteriosos

Los dodecaedros romanos no son los únicos objetos cuyo sentido permanece en el aire. Pedro Huertas, experto en arqueología militar romana y guía de museo, menciona los betilos, una suerte de ídolos prehistóricos con una forma alargada: “Hay quienes los atribuyeron a ritos sexuales sagrados, pero muchas teorías van por caminos distintos”. Su enigma favorito es el mecanismo de Anticitera, descubierto en Grecia hace un siglo. Este artefacto de varias piezas, de algún modo, recuerda al volante con el que se abriría la escotilla de un barco; también al mecanismo que encontraríamos en el interior de un reloj. Curiosamente, fue justo la arqueología experimental la que descubrió, hace un año, cuál era su cometido: predecir eclipses.

Por su parte, Marqués recuerda las termas de Caracalla, en la misma ciudad de Roma. Allí, el misterio lo ocupó un sillar con agujeros que resultó servir para colocar las fichas de un juego. A los romanos les gustaba echar alguna partida para entretenerse durante el baño. La incógnita aún sobrevuela, en cambio, cuatro huecos pequeños en el mostrador de una caupona (posada) de Pompeya. ¿Se utilizarían para guardar el cambio? O las spintriae, una suerte de monedas en las que se habían acuñado dibujos eróticos: “Hoy sabemos que están más relacionadas con los espectáculos que con la prostitución. Al principio se pensó que eran fichas con las que pagar en los lupanares”. Decíamos, estas interpretaciones nunca hablan tanto de los objetos estudiados como de nosotros mismos.

Fuente: El País/Francisco Pastor.

Hallada una galera de tiempos de los Ptolomeos en la bahía de Abukir, cerca de Alejandría

La nave, amarrada en un embarcadero, se hundió al caerle encima un templo durante un terremoto

Un buzo, entre los restos del casco de la galera ptolemaica hallada en la ciudad sumergida de Thonis-Heracleion, a 30 kilómetros al nordeste de Alejandría.
Un buzo, entre los restos del casco de la galera ptolemaica hallada en la ciudad sumergida de Thonis-Heracleion, a 30 kilómetros al nordeste de Alejandría. CHRISTOPHGERIGK©FRANCKGODDIO/HILTI FOUNDATION

La noticia de que los buceadores de Frank Goddio y su Instituto Europeo para la Arqueología Submarina (IEASM, en sus siglas en inglés) han hallado una excepcional galera de tiempos de los reyes Ptolomeos en la bahía de Abukir, en el Mediterráneo, a 30 kilómetros al nordeste de Alejandría, es de las que hacen soñar. Las palabras galera y Ptolomeos (323 a. C. a 30 a. C.) conjuran imágenes históricas fenomenales: los barcos de Ptolomeo I y II cruzando el Mediterráneo con los libros tomados en préstamo definitivo para nutrir la Biblioteca de Alejandría; los que ardieron en el puerto de la ciudad durante las guerras alejandrinas de César, los de Cleopatra tomando las de Villadiego tras la estela de la reina para desespero de Marco Antonio (que “cual pato encelado”, Shakespeare dixit, “vuela tras ella en el ardor del combate”) en la batalla de Actium

La galera, descubierta durante los trabajos de la campaña de este 2021 y de la que se dio cuenta en un comunicado hecho público el lunes por el Ministerio de Antigüedades egipcio, además tiene una historia digna de una película de aventuras, según ha explicado el IEASM. Se hundió en el siglo II antes de Cristo en la ciudad de Thonis-Heracleion, donde estaba amarrada en un muelle, al ser alcanzada por grandes bloques del famoso templo de Amón de la localidad durante un terremoto. El navío se encontraba en el canal que discurría en la cara sur del santuario cuando ocurrió el desastre.

Los bloques de piedra que la hundieron protegieron sin embargo los restos de la galera al dejarlos clavados en el fondo de dicho canal, que se llenó con los escombros del templo. El barco, han explicado los arqueólogos submarinos, yace bajo cinco metros de arcilla dura mezclada con los restos del santuario y solo pudo ser detectado mediante el uso de un aparato de rastreo de fondos de última generación.

“El hallazgo de galeras rápidas de esta época es extremadamente raro”, subraya Goddio en una nota del IEASM. “El único otro ejemplo es el barco cartaginés de Marsala, del 235 a. C. Antes de ese descubrimiento, los barcos helenísticos de ese tipo eran completamente desconocidos para los arqueólogos”. Goddio continúa: “Nuestro estudio preliminar muestra que el casco de la galera que hemos hallado fue construido en la tradición clásica con juntas de mortaja y espiga (característica unión de tablas del casco) y una estructura interna muy bien acabada. Sin embargo, la galera también presenta características de la antigua construcción naval egipcia y nos permite hablar de una técnica mixta de construcción. Era un barco de remo que estaba provisto además de una gran vela, como prueba una base de mástil de considerables dimensiones”.

Según Goddio, este “long boat” era de fondo plano y tenía una quilla plana, lo que resultaba ventajoso para navegar por el Nilo y su delta. Los arqueólogos apuntan que algunas características de la construcción naval egipcia junto con la evidencia de que se reutilizó madera en el barco indican que fue construido en Egipto. Con una longitud de más de 25 metros, tenía una proporción largo-ancho de 6 a 1.

Restos de ofrendas griegas entre las ruinas de los santuarios abocados bajo el mar en Thonis-Heracleion.
Restos de ofrendas griegas entre las ruinas de los santuarios abocados bajo el mar en Thonis-Heracleion. IEASM/HILTI FOUNDATION

La galera es uno de los descubrimientos más interesantes de la campaña 2021 del IEASM en la costa egipcia, que trabaja en cooperación con el Ministerio de Turismo y Antigüedades de Egipto con el apoyo de la fundación Hilti. En otro lugar de la ciudad, un túmulo cerca del canal de entrada al nordeste ha revelado restos de una gran área funeraria griega con suntuosas ofrendas. Según los arqueólogos, data de muy al principio del siglo IV a.C. Para los investigadores, el hallazgo ilustra la presencia de mercaderes griegos y mercenarios que vivieron en Thonis-Heracleion, ciudad que controlaba el acceso a Egipto en la boca de la rama canópica del Nilo.

A los griegos se les autorizaba a asentarse en la ciudad durante el último período faraónico. Allí construyeron sus propios santuarios cerca del gran templo de Amón. Esas construcciones también quedaron destruidas durante el cataclismo y sus restos han sido hallados mezclados con los del templo del dios egipcio. Importantes restos de ese edificio sagrado resbalaron en el profundo canal durante un deslizamiento de tierra provocado por un evento de licuefacción, cuando el terreno pasó de estado sólido a líquido. Esos restos han sido hallados en muy buenas condiciones, casi originales. Dan testimonio de la riqueza de los santuarios de Thonis-Heracleion, ahora sumergida bajo el mar a siete kilómetros de la actual costa de Egipto.

La ciudad fue durante centurias el mayor puerto de los faraones en el Mediterráneo antes de que Alejandro Magno fundara Alejandría en el 331 a. C. Numerosos terremotos, seguidos de maremotos que desataron fenómenos de licuefacción causaron que una porción de 110 kilómetros cuadrados del delta del Nilo colapsara bajo el mar, arrastrando las ciudades de Thonis-Heracleion y Canopus. Las dos urbes fueron redescubiertas por Goddio y los suyos en 2000 y 1999 respectivamente.

Fuente : El País / Jacinto Antón .

Dos grandes vidas romanas bajo el volcán, y alguna ostra

La clasicista británica Daisy Dunn traza las biografías conjuntas del naturalista Plinio el Viejo y su sobrino Plinio el Joven, marcados ambos por la erupción del Vesubio que destruyó Pompeya

La muerte de Plinio en un cuadro de Pierre-Henri de Valenciennes.
La muerte de Plinio en un cuadro de Pierre-Henri de Valenciennes.

Grandes personajes de la realidad y la ficción han estado bajo el volcán, desde el alcoholizado cónsul Geofrey Firmin de Malcolm Lowry a Lord William Hamilton, el sufrido marido de Lady Hamilton, pasando por el vulcanólogo Haroun Tazieff sin olvidar al padre Doonan de El diablo a las cuatro y el capitán Hanson de Krakatoa: al este de Java. Pero si de alguien se puede decir que la sombra humeante de un volcán (y su piroclástica consecuencia) ha marcado completamente su vida es de los dos Plinios, el Viejo y su sobrino el Joven. A explicar a la vez sus dos extraordinarias carreras —fueron dos grandes romanos, altos cargos ambos del imperio y como escritores forman parte del acervo medular de la cultura clásica— dedica un libro apasionante y documentadísimo, Bajo la sombra del Vesubio (Siruela, 2021), la joven clasicista Daisy Dunn (Londres, 34 años), especialista en Catulo, sobre el que ha publicado dos obras.

Gaius Plinius Secundus, Plinio el Viejo, nacido hacia el año 23 y fallecido el 79, es la víctima más famosa no solo de la erupción del Vesubio sino de la curiosidad. Comandante de la flota romana del Miseno, Plinio acudió en rescate de la población de la zona afectada por el cataclismo pero también, gran naturalista aficionado (además de historiador y almirante), para ver el fenómeno de cerca; tanto que murió en la playa de Stabiae (Estabias), en la bahía de Nápoles, seguramente por la atmósfera irrespirable causada por el volcán, aunque una fuente sugiere que se hizo matar por un esclavo. En cuanto a su sobrino, Gaius Plinius Caecilus Secundus, Plinio el Joven (c. 61-c. 112), es especialmente conocido por haber sido él, que se encontraba en Miseno con su tío pero tuvo el acierto de no navegar con el pariente hacia la zona cero de la erupción (qué importante es no tomar decisiones malas), quien explicó para la posteridad, en dos cartas, una de ellas a su gran amigo el historiador Tácito, el destino de Plinio el Viejo y de paso el espectáculo de infernal esplendor del Vesubio vomitando espanto. De hecho, a Plinio el Joven le debemos la descripción de la nube de 33 kilómetros de alto en forma de hongo o pino que brotó del volcán y que ha caracterizado el tipo de erupción, denominada, por eso, pliniana (no confundir con la cereza pliniana en honor de su tío).

En su biografía dual, llena de detalles sensacionales, Dunn va explorando alternativamente la vida de los dos Plinios, a los que considera verdaderos hombres renacentistas adelantados, revelando la forma de pensar de ambos en lo que es una profunda inmersión en la mentalidad de la Roma imperial. El libro, que utiliza fuentes epigráficas y arqueológicas además de textos, se centra más en el Joven, del que hay más información (fue senador, se carteó con Trajano, fue su representante en provincias), y se basa especialmente en sus cartas —que son en realidad exquisitas piezas literarias— y en la gran obra enciclopédica de su hiperactivo tío materno (“Vita vigilia est”, decía, estar vivo es estar despierto), la Historia natural. Se trata de un delicioso cajón de sastre, de la luna al ciempiés, en el que su autor trató de recopilar (en 37 libros) todo el saber acumulado sobre la naturaleza, incluido que el elefante gusta del amor y la gloria, que los castores del Ponto se cortan ellos mismos los genitales si se sienten en peligro, que la ciudad de Aminclas, en el Tirreno, fue destruida por las serpientes o que en Roma se llegaba a pagar 8.000 sestercios por un salmonete.

Plinio el Viejo había escrito sobre volcanes, pero no sobre el Vesubio; si sabía que era un volcán, probablemente lo consideraba extinto. El descuido es comprensible porque llevaba 700 años sin dar señales de vida. Partió con su flota de cuatrirremes en una doble misión de objetivo científico y humanitario, para organizar un Dunkerque en la Campania. Dado su carácter indagador, debió disfrutar con la experiencia, al menos hasta que murió. “Tenemos un relato detallado de su sobrino del valor que mostró Plinio el Viejo mientras moría en la playa, probablemente asfixiado por la nube volcánica”, explica a este diario Daisy Dunn. “La mayoría de sus compañeros habían corrido para salvarse, así que él estaba solo con dos de sus esclavos. Era un estoico, asombrado del poder de la naturaleza, así que imagino que sus últimos momentos estuvieron marcados por el sentido de la maravilla y por la aceptación, con sólo un poco de miedo. Quizá pensó que era apropiado que un hombre que había pasado toda su vida estudiando los fenómenos naturales perdiese su vida en uno”.

Plinio el Joven y su madre en Misenum durante la erupción del Vesubio, por Angelica Kauffman.
Plinio el Joven y su madre en Misenum durante la erupción del Vesubio, por Angelica Kauffman. PICASA (PRINCETOWN UNIVERSITY ART MUSEUM)

Al preguntarle por el lugar que ocupan los Plinios en la literatura y la cultura romana en general y si su libro es un intento de reivindicarlos, la estudiosa responde: “Plinio el Viejo es único como el creador de la más antigua enciclopedia de la cultura grecorromana que se conserva. Plinio el Joven está más en la tradición de Cicerón porque dejó centenares de cartas y trabajó en los tribunales como orador. Mi libro es en parte una biografía de los dos hombres y en parte un intento de contar la historia de la Roma del primer siglo de nuestra época. Esos dos personajes juntos nos ofrecen un retrato redondo del periodo. Uno resume lo que era conocido o creído entonces sobre el mundo natural; el otro nos documenta la esfera política”.

Parafraseando La vida de Brian, ¿qué han hecho los Plinios por nosotros? Dunn no titubea: “Nos han mostrado la importancia de observar el mundo que nos rodea, de mirar de cerca las cosas. Su obra ha sobrevivido tanto porque fue considerada importante a través de los tiempos. Los escritos de Plinio el Viejo sobre remedios naturales eran muy apreciados en la Edad Media. Leonardo da Vinci y otros se inspiraron en sus capítulos sobre arquitectura. Y tenemos que agradecer a Plinio el Joven por nuestro conocimiento de lo que ocurrió exactamente cuando el Vesubio entró en erupción en el año 79”. Es curiosa la dependencia de la celebridad de ambos en relación con el volcán; una familia explosiva, dos vidas bajo el volcán. “Exacto, la fama de ambos está inextricablemente ligada al Vesubio. Pienso que su obra habría sobrevivido independientemente de la erupción, pero el hecho de que vivieran en ese tiempo explosivo definitivamente ayudó a cimentar sus nombres en la historia”.

Parece más fácil sentir simpatía por el tío, ávido lector hasta durante las comidas, autor de la frase que grabó Montaigne en su castillo, “solum certum nihil ese certi” (“la única certeza es que no hay certeza”), ardiente (!) jardinero, que por el algo pedante sobrino abogado. Diríase que hay más grandeza en el primero y la obsesión del Joven con la posteridad —eso de que le pedía a Tácito que le sacara en su Historias— parece algo patética. Y lo de perseguir a los cristianos de Bitinia y razonar su ejecución… “Siempre ha sido difícil para los hijos de famosos hacerse su propio camino, basta con ver el mundo de las celebridades actuales. En ese sentido siento simpatía por el sobrino y admiro sus esfuerzos por vivir más allá de la reputación de su tío mientras a la vez perpetuaba la fama de este. Pero creo que podemos decir que Plinio el Viejo poseía una mente más creativa. Y, sí, el tratamiento que dio Plinio el Joven a los cristianos es aborrecible e indefendible. Contrasta mucho cuando leemos sobre ello en el último de sus diez volúmenes de cartas que se conservan, en las que por otro lado trata de ser un hombre justo”. El sobrino llegó a ser prefecto del tesoro de Saturno, augur de los signos de las aves y responsable del mantenimiento de las cloacas de Roma, amén de legado de Trajano para el gobierno de la provincia de Bitinia-Ponto.

La clasicista británica Daisy Dunn
La clasicista británica Daisy Dunn ALICE DUNN

En todo caso, los dos Plinios eran ambos representantes de la clase dirigente romana, que ostentaron posiciones militares y civiles importantes —el Viejo procurador en Tarraco, por cierto— y ejercieron en su medida el poder de la Roma imperial; millonarios con vastas propiedades y esclavos (el Joven más de 500 ). “En la cultura actual podríamos fácilmente desecharlos como privilegiados. Pero por lo mismo estaríamos menospreciando a la mayoría de la gente de la antigüedad de la que sabemos algo. Es decir, que sería un error. Ambos Plinios escribieron cosas relevantes para todos los seres humanos, independientemente de su estatus o riqueza, como de qué manera vivir sin miedo o reproche, y cómo existir en armonía con el mundo natural. Durante la pandemia, en particular, hemos aprendido realmente nuestro lugar en la naturaleza y la relación con ella. Somos todos, en el fondo, lo mismo”.

Sobre cuál es su pasaje favorito de la Historia natural, por cierto dedicada a Tito, del que era amigo, Dunn señala: “Encuentro la obra un fascinante y sorprendente compendio de datos, chismes y trivialidades, algunas exactas otras no. Mi favorita es la descripción de las ostras. Plinio asegura que algunas son pequeñas porque están tan tristes por la oscuridad del fondo marino que comen menos”. Vaya, si me perdona la broma y la cita cinematográfica de Espartaco, los Plinios ¿ostras o caracoles? “Ciertamente, caracoles”, responde la clasicista sin entrar al trapo de las connotaciones sexuales de la frase con la que Craso (Laurence Olivier) le tira los tejos a Antoninus (Tony Curtis). “Plinio el Joven los servía en las comidas con lechuga, huevos, remolacha y cebollas. Le desagradaba mucho cuando algún amigo llegaba a sus más bien frugales almuerzos y esperaba que le sirvieran algo más lujoso como erizos y ostras”. En todo caso, en los dos Plinios hay indicios de que podrían haber degustado ostras y caracoles.

Las mujeres, con alguna notable excepción, no parecen ocupar mucho espacio en las ideas y vidas de ambos personajes. ¿Signo de los tiempos o misoginia? “Signo de los tiempos, tristemente. Como autora siempre estoy interesada en recuperar tantas mujeres de la antigüedad como pueda. La segunda mujer de Plinio el Joven, Calpurnia [de la primera no sabemos ni el nombre], me fascina, no solo por su lealtad, sino por su independencia. Después de sufrir un aborto viajó al sur de Italia sin su marido. Me parece sorprendente que una mujer se sintiera cómoda viajando a un lugar que había sido devastado por el Vesubio apenas unas pocas décadas antes”.

Hay un gran énfasis en los dos Plinios en la relación del hombre con la naturaleza, ¿les podemos considerar unos avanzados de la ecología y el Nature Writing? “Creo que los dos iban muy por delante de su tiempo en lo concerniente a la naturaleza y el medio natural. Por ejemplo, Plinio el Viejo, el David Attenborough de su época, creía que cavar muy profundamente en busca de metales podía provocar terremotos. Vemos una preocupación parecida hoy con el fracking, la fracturación hidráulica, en busca de hidrocarburos. La creencia de Plinio el Viejo de que si respetamos la naturaleza ella nos proveerá es muy moderna. Y sí, el entusiasmo con el que escribía de las maravillas naturales parece un modelo para el moderno nature writing”. Hay que perdonarle en todo caso al Viejo que considerara a Cleopatra una ramera y al pulpo un animal estúpido.

Daisy Dunn reconoce que pese a toda su investigación hay cosas de los Plinios que siguen siendo un misterio. “Me encantaría saber más de la vida sentimental de Plinio el Viejo. ¿Se casó alguna vez? ¿Prefería a los hombres? ¿O nunca tuvo relaciones porque interferían con su labor? De hecho, era un adicto al trabajo. Que hiciera a su sobrino su heredero sugiere que no tenía familia propia, pero no sabemos prácticamente nada de sus relaciones personales. Me gustaría también saber qué pasó con el negocio de vinos de Plinio el Joven…”.

Fuente : El País / Jacinto Antón .