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Descubierto un astrolabio andalusí que usaron musulmanes, judíos y cristianos

Hallan por casualidad en un museo de Verona un instrumento de orientación fabricado en Al-Ándalus en el siglo XI con inscripciones en árabe, hebreo y latín

Astrolabio de Verona
A la derecha, primer plano del astrolabio de Verona que muestra inscripciones en hebreo y en árabe. A la derecha, la madre del artefacto y sobre ella la ‘rete’, el mapa de las estrellas.FEDERICA GIGANTE

No sabían lo que tenían. Los cuidadores de un museo familiar de Verona (Italia) creían que el extraño objeto era falso. Pero una historiadora de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), Federica Gigante, supo lo que era nada más verlo en una imagen subida a internet. En cuanto pudo, se fue hasta allí y una vez lo tuvo delante supo que estaba ante una joya de la tecnología medieval, un ordenador del siglo XI. Se trata de unos de los astrolabios más antiguos conservados. Lo debieron de hacer manos andalusíes, probablemente en Toledo, pero pasó por las de árabes, judíos y cristianos antes de acabar en la ciudad italiana donde William Shakespeare ambientó su Romeo y Julieta.

“Estaba preparando una conferencia sobre el interés por los objetos islámicos y los especímenes científicos en la Europa moderna temprana y quería imágenes de coleccionistas famosos para pegar en mi PowerPoint”, cuenta la historiadora Federica Gigante. “Busqué en Google el nombre de uno de estos coleccionistas, llamado Ludovico Moscardo, que vivió en Verona en el siglo XVII y reunió una importante colección de artefactos y especímenes naturales procedentes de todo el mundo”. “Sabía que existía un retrato de él y Google lo encontró, pero al lado vi una foto de un museo. Comencé a curiosear entre los objetos que aparecían en la foto y me di cuenta de que, en una esquina, había uno redondo de metal con una parte superior triangular y un anillo que se parecía mucho a un astrolabio”, sigue Gigante. “Rápidamente, escribí a la curadora, quien me envió algunas fotos diciendo que no sabían qué era. Pensaron que era falso. Ahora es el objeto más importante de su colección”, termina.

El instrumento es de origen árabe. Tiene inscripciones en ese idioma con caligrafía cúfica (de origen abásida, iraquí). Aunque la firma del autor, que era norma, está borrada, la escritura original del aparato, los nombres de las estrellas, la numeración abjad (propia del alfabeto árabe), las indicaciones para el rezo a Alá… dejan claro que fue confeccionado por y para musulmanes. “Sin embargo, cuando visité el museo y estudié el astrolabio de cerca, pude ver leves inscripciones en hebreo”, cuenta. Pero, como en las películas de Indiana Jones, “solo podían distinguirse a la luz rasante que entraba por una ventana”, añade. Posteriormente, también descubrió números escritos con grafía latina grabados tiempo después. Son muy escasos los astrolabios con texto en los tres idiomas.

La historiadora de la Universidad de Cambridge, examinando su descubrimiento.
La historiadora de la Universidad de Cambridge, examinando su descubrimiento.FEDERICA CANDELATO

Los primeros astrolabios los idearon y fabricaron matemáticos, geómetras y astrónomos griegos hace más de 2.000 años. “La función principal de un astrolabio es dar la hora, no la navegación marítima, como se cree”, recuerda Gigante. Para el mar se usaron los astrolabios marineros, una evolución de los planisferios como este. “Los monjes los usaban para calcular sus oraciones diarias, los musulmanes para el momento de oración”, añade la historiadora. El astrolabio identificado por ella en el Museo Fundación Miniscalchi-Erizzo, cuenta con una serie de marcas para que los musulmanes pudieran saber cuándo debían cumplir con el precepto de los cinco rezos. “También puedes usarlo para calcular la hora del atardecer, del amanecer, o simplemente estudiar la posición de las estrellas en un momento determinado”, prosigue. Este aparato permitía además vaticinar el futuro, ya que contaba con los signos del zodiaco.

Con 19,1 centímetros de diámetro y un peso de 1,07 kilogramos, el astrolabio está hecho de latón, una aleación de zinc y cobre. Se conservan dos placas cilíndricas que encajan dentro de la base, la madre, como pequeñas enciclopedias portátiles, con las coordenadas locales de una zona. El artefacto se completa con la rete (red en latín), una circunferencia calada movible que contiene la proyección del zodiaco y la eclíptica del Sol, los trópicos, el ecuador, y las estrellas. Toda una guía del mapa estelar. En la madre, una base cuyo borde está marcado con una escala dividida en grados, hay una inscripción que da las primeras pistas sobre su origen. En árabe se puede leer: “Para la latitud de Medinaceli, 41°30″. Solo hay una Medinaceli y está en Soria. La primera placa, además, también presenta otras latitudes de Al-Ándalus, como las de Toledo y las de Córdoba. En la segunda, que no es la original que debió tener, no hay nombres de ciudades, pero las coordenadas eran las del norte de África. Saber cuándo lo hicieron le costó algo más a Gigante.

A la izquierda, la madre del astrolabio, con diferentes datos, como las horas. En ella se encajaban las distintas placas de latón con coordenadas locales y, por encima, la 'rete', el mapa de las estrellas. A la derecha, la parte trasera, en la que se borró la firma del creador. Pero aparece una dedicatoria: 'Para Isḥāq... la obra de Yūnus'. Son las versiones en árabe de los nombres judíos Isaac y Jonás.
A la izquierda, la madre del astrolabio, con diferentes datos, como las horas. En ella se encajaban las distintas placas de latón con coordenadas locales y, por encima, la ‘rete’, el mapa de las estrellas. A la derecha, la parte trasera, en la que se borró la firma del creador. Pero aparece una dedicatoria: ‘Para Isḥāq… la obra de Yūnus’. Son las versiones en árabe de los nombres judíos Isaac y Jonás.FEDERICA GIGANTE

Analizó la caligrafía de las inscripciones en árabe, ya que la firma estaba borrada. “Se data con los motivos estilísticos, la forma, el estilo de los grabados, el tipo de escamas que añaden en el reverso…”, explica. La pista caligráfica clave aquí está en la rete, la parte superior del artefacto. Según explica la autora en la revista científica Nuncius, la información está escrita con el característico estilo de la tradición abasida de los astrolabios andalusíes, como el que fabricó el astrónomo Jalaf ibn al-Muʾāḍ, que se conserva en el Museo Británico. La segunda pista la encontró Gigante mirando las estrellas.

“Aunque las consideramos fijas, las estrellas se mueven debido al fenómeno llamado precesión de los equinoccios”, recuerda Gigante. Se puede comparar con los movimientos de una peonza. Al principio, gira sobre su eje y puede moverse por el suelo, pero se mantiene vertical sobre su eje. Pero cuando empieza a perder fuerza, la Tierra pierde esa verticalidad. “Este bamboleo significa que el polo norte celeste se mueve, visto desde la Tierra, en sentido antihorario en un círculo que tarda aproximadamente 26.000 años en completarse. Este cambio crea un movimiento en la longitud de una estrella, que son sus coordenadas este-oeste, de aproximadamente un grado cada 70 años”. Así que la posición de las estrellas en el astrolabio permite datarla. Lo hicieron a finales del siglo XI, quizá en el reino de taifa de Toledo, cuna de buena parte de los astrolabios andalusíes que se conservan y que inspiraron a los de la Cristiandad europea.

Correcciones incorrectas

A las inscripciones se añadieron después otras en hebreo. “Algunas inscripciones hebreas podrían haber sido añadidas cuando el objeto todavía estaba en España”, opina Gigante y lo argumenta: “La inscripción dedicatoria y la firma añadidas contienen nombres judíos, pero escritos en árabe”. Y los judíos de Italia no hablaban el árabe, como sí hacían en Al-Ándalus. “Otras inscripciones hebreas podrían haber sido añadidas cuando el astrolabio ya estaba en Italia, por una comunidad de la diáspora judía española”, añade. En el año 1146, el erudito judío español Abraham Ibn Ezra escribió el tratado más antiguo que se conserva sobre los astrolabios precisamente en Verona. “Ibn Ezra habla de un tipo estándar que coincide exactamente con nuestro astrolabio”, destaca la historiadora. Para ella es un misterio que coincidieran en el tiempo el artefacto y el polímata.

El astrolabio presenta correcciones inscritas no solo en hebreo, sino también en números occidentales, con grafía latina. Marcados de forma tosca, con rayaduras, en los lados de las placas, traducen y corrigen los valores de latitud. Gigante cree que es muy probable que estas adiciones se hicieran en Verona para un hablante de latín o italiano. El cambio más llamativo afecta a Medinaceli, colocada en otra latitud. Para los cristianos que manipularon el artefacto, esta localidad estaba en 42 y 40, es decir, 42°20′ Norte y no en las coordenadas originales en árabe que indicaban los 41° 30′. Con el paso de los siglos, la posición del planeta con respecto a las estrellas y, por tanto, las coordenadas de la localidad soriana, han podido cambiar. ”Puede ser que un usuario posterior del instrumento pensara que el valor árabe original era incorrecto y lo cambiara. Pero el árabe era más exacto que cualquiera de las enmiendas”, termina la descubridora del astrolabio de las tres culturas.

Son los musulmanes los que lo reintroducen otra vez en Europa. Los textos más antiguos del astrolabio que tenemos, los del monasterio de Ripoll, son traducciones del árabe”

Josefina Arribas, investigadora del Instituto de Historia de la Ciencia de la Academia Polaca de Ciencias

Josefina Arribas es investigadora del Instituto de Historia de la Ciencia de la Academia Polaca de Ciencias. Lo suyo es la historia medieval, en especial de Sefarad y los judíos españoles. Y sabe mucho de astrolabios. “Son los musulmanes los que lo reintroducen otra vez en Europa. Los textos más antiguos del astrolabio que tenemos, los del monasterio de Ripoll, son traducciones del árabe”, explica. Sobre la datación del siglo XI del encontrado en Verona, lo que lo colocaría entre las pocas decenas de astrolabios andalusíes de esa época que se conservan, Arribas cree que la prueba definitiva sería analizar el latón con el que está hecha. La ratio de isótopos de un mismo metal podría arrojar luz sobre la fecha.

Sobre sus usos, Arribas coincide: “En los monasterios se podía utilizar para decir la hora, aunque tenían otros medios, como clepsidras o velas, que estaban ya medidas, conforme se consumían. ¿Por qué se implanta con tanta fuerza en el mundo musulmán? ¿La astronomía por qué tiene tanta fuerza? Porque tiene un uso práctico e inmediato relacionado con la religión. Con un astrolabio, el que está a cargo de decir las horas, lo determina y lo anuncia, le hace saber al pueblo que es el momento de orar”. Pero, para Arribas, decir la hora era el uso más simple. “El astrolabio se usó, es mi posición y cada vez más entre los expertos, sobre todo por la astrología. Tienes que pensar en la astrología, no como la vemos ahora, sino como era entonces, que se veía casi como una ciencia”.

Fuente: El País/ Miguel Ángel Criado.

Las obras de un bar de Sevilla desvelan un baño islámico del siglo XII decorado en su totalidad

El descubrimiento del primer ‘hamán’ completamente cubierto de pinturas en España y Portugal en la calle Mateos Gago hace pensar a los arqueólogos que no se trate de un caso aislado

Baños árabes descubiertos en las obras de la cervecería Giralda, en Sevilla.
Baños árabes descubiertos en las obras de la cervecería Giralda, en Sevilla. PACO PUENTES / EL PAÍS

El hamán de la calle Mateos Gago de Sevilla, a escasos metros de la catedral, ha sido el más concurrido de los baños islámicos en los últimos cien años; aunque sus clientes no han acudido precisamente a bañarse, sino a mojarse por dentro con la cerveza del bar Giralda. La remodelación que hizo el arquitecto regionalista Vicente Traver a principios del siglo XX para convertir el edificio en un hotel ocultó, y preservó así, un hamán almohade del siglo XII que ha aflorado con la reforma iniciada el pasado verano. Las obras de rehabilitación han dejado a la vista pinturas murales de gran calidad que cubrían todo el espacio y que son únicas en España y Portugal donde todos pensaban que había solo “un pastiche neomudéjar”, en palabras de Fran Díaz, el arquitecto encargado de la reforma.

“Lo más importante es que hemos constatado que el baño estaba pintado por completo, de arriba abajo, y con una decoración geométrica de gran calidad. Los dibujos son en almagra [pigmento rojizo] sobre blanco y se han conservado grandes fragmentos en bóvedas y paredes. Este es el único baño islámico que nos ha llegado con una decoración integral, hasta ahora solo se conocían ejemplos con pinturas en los zócalos”, ha afirmado el arqueólogo Álvaro Jiménez, que ha estado al frente de los trabajos.

Pinturas de lacería en una de las bóvedas del 'hamán' descubierto en Sevilla tras eliminar los elementos que lo ocultaban desde la reforma de 1928 de Vicente Traver.
Pinturas de lacería en una de las bóvedas del ‘hamán’ descubierto en Sevilla tras eliminar los elementos que lo ocultaban desde la reforma de 1928 de Vicente Traver.PACO PUENTES

“Ha sido una sorpresa absoluta. Este importante descubrimiento nos da una idea de cómo podrían haber sido otros baños durante la época almohade, sobre todo en Sevilla, que era una de las dos capitales del imperio, junto a Marrakech. El hamán está muy cerca de la mezquita mayor, que se construye también en el siglo XII, lo que justifica su desarrollo decorativo mucho más rico”, apunta el arqueólogo Fernando Amores, quien ha colaborado en la investigación.

Con las primeras catas en los techos falsos del bar Giralda, uno de los más concurridos del centro histórico, comenzaron a descubrirse luceras [claraboyas que dejan pasar la luz] de distintas tipologías que cambiaron por completo el rumbo de la reforma e hicieron que los promotores de la obra decidieran apostar por la recuperación total del baño islámico. “Ante la importancia de los hallazgos, la arquitectura ha dado un paso atrás para darle todo el protagonismo a la arqueología. La solución que hemos encontrado para preservar el baño y que el espacio pueda seguir funcionando como un bar es pasar todas las instalaciones por una cornisa metálica que corona el zócalo de azulejos trianeros que colocó Vicente Traver en su reforma y que forman parte de la personalidad del establecimiento; así como su barra original de madera, que también se ha conservado”, ha apuntado Fran Díaz, ya que el local, de 202 metros cuadrados, mantendrá el mismo uso cuando terminen las obras el mes próximo.

La entrada del bar Giralda, donde estaba la barra, ha resultado ser la sala templada de este hamán de planta centrada: un espacio cuadrado de 6,70 metros con una cúpula octogonal sobre cuatro columnas, junto a esta hay una sala rectangular de 4,10 metros de ancho por 13 de largo (sala fría) y la cocina del bar sería la sala caliente, aunque de esta estancia solo se conserva el arranque de un arco. “Esta parte era la trasera de los baños, a los que se entraba por la calle Don Remondo, donde estaba la zona seca del hamán, con el acceso principal al conjunto. Hemos constatado que la cota del baño coincide con la actual de la calle Mateos Gago, pero que en el siglo XII habría un gran desnivel, puesto que la entrada se hace por una calle con una cota más alta”, explica Álvaro Jiménez, que ha realizado su tesis doctoral sobre los restos de la mezquita almohade, base de la actual catedral.

Durante las obras se han rescatado 88 luceras de cinco formas distintas (estrellas, figuras polilobuladas, octágonos…) y también de varios tamaños que forman una especie de constelación mucho más elaborada que la de otros baños de la misma época. “Las luceras se integran en la red decorativa del espacio y están rodeadas por pinturas de lacería geométrica roja que siguen un patrón regular, una estrella de ocho puntas y un diseño tetralobulado. Son muy destacables también las pinturas del intradós [interior del arco] de la sala templada, un zigzag que representa el agua. Casi todas las representaciones del mundo islámico hacen referencia al paraíso”, cuenta Amores.

Sala fría del baño almohade descubierto en el bar Giralda de Sevilla,  con sus luceras en la bóveda de cañón.
Sala fría del baño almohade descubierto en el bar Giralda de Sevilla, con sus luceras en la bóveda de cañón. PACO PUENTES / EL PAÍS

La singularidad de este baño almohade no radica solo en sus pinturas de lacería, sino también en el número de filas de luceras que iluminan la sala fría: cinco hileras, cuando lo normal es que sean tres o, en los baños más pobres, tan solo una. La sala fría, que durante casi un siglo ha servido de comedor, perdió dos metros de longitud cuando en 1928 se acometió el ensanche de la calle Mateos Gago.

El proyecto ha consolidado todos los paramentos y ha limpiado parte de las pinturas, tarea de la que se ha encargado la empresa andaluza Gares (Premio Nacional de Restauración en 2013), cubiertas no solo por las intervenciones posteriores, sino también por una capa carbonatada favorecida por la humedad y el paso del tiempo.

“La actuación ha sido muy respetuosa con la singularidad y valores del hamán. Han planteado una musealización compatible con el uso de espacio hostelero gracias a la profesionalidad del equipo y a los promotores, que han asumido el coste de todo cuanto se ha ejecutado”, ha asegurado el arqueólogo José Manuel Rodríguez Hidalgo, miembro de la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico de Sevilla, por la que ha pasado el proyecto, que ha apoyado y seguido la rehabilitación. Para entender la estructura de los baños, edificios que construía el Estado y luego cedía su gestión a terceros, ha sido crucial el trabajo de Margarita de Alba, quien ha aplicado la fotogrametría para recrear cómo eran estos espacios cuando Isbilia era la floreciente capital de Al-Ándalus.

Paño con decoración geométrica de 120 por 50 centímetros sobre el dintel de la puerta del 'hamán' que da a la sala fría.
Paño con decoración geométrica de 120 por 50 centímetros sobre el dintel de la puerta del ‘hamán’ que da a la sala fría.PACO PUENTES / EL PAÍS

“Hay evidencia documental, en textos cristianos de 1281, de los llamados baños de García Jofre, que aparecen citados como linde de una propiedad concedida por Alfonso X a la Iglesia de Sevilla. Después, el siguiente testimonio conocido es del historiador Rodrigo Caro en el XVII, quien dice que la bóveda que se ve al entrar por la Borceguinería [como se llamó la calle Mateos Gago hasta finales del XIX] no son unos baños y escribió: ‘Antes me parecen reliquias de algún circo o anfiteatro’. Incluso el historiador del Arte José Gestoso afirma que la bóveda es de tradición mauritana, construcciones que son frecuentes en los monumentos sevillanos de los siglos XV y XVI”, apunta Jiménez para ilustrar la creencia colectiva de que el tiempo se había tragado los baños de García Jofre.

Sin embargo, ahí han estado siempre. Sabemos que en el siglo XVII hubo una reforma importante, cuando se derribó la cúpula de la sala templada y se construyó otra mucho más baja para levantar una planta. “El edificio sufrió una italianización que incluyó la sustitución de las columnas originales, probablemente fustes romanos reutilizados, por otras de mármol genovés, y se cegaron todas las luceras. Nuestra hipótesis es que sería el negocio de un comerciante que construyó una planta alta para su vivienda”, añade Jiménez.

Vicente Traver podría haber optado por derribar los restos de los baños, sin embargo los protege y los preserva, de forma que los miles de clientes del Giralda llevan un siglo tomando cervezas en un hamán almohade.

Fuente : El País / Margot Molina .