Archivo por meses: octubre 2023

Expediente Nefertiti: historia de un siglo de lucha entre Alemania y Egipto por un busto

Dos documentales de la plataforma de ARTE.tv reconstruyen la centenaria polémica sobre el fallido regreso del busto de la reina egipcia desde Berlín a El Cairo

Busto de Nefertiti, en el Neues Museum de Berlin.
Busto de Nefertiti, en el Neues Museum de Berlin.ARTE.TV

En 1912, Egipto era un país que sufría una extraña e invisible división: todo lo que sobresalía de la superficie (carreteras, ciudades o infraestructuras) quedaba bajo protección británica, mientras que lo que se ocultaba en el subsuelo pertenecía al Servicio Francés de Antigüedades. El 6 de diciembre de ese año, en los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), el arqueólogo alemán Ludwig Borchardt (1863-1938) encontró en Tell el-Amarna, capital del reino de Akenatón, el taller de un escultor de hace 3.300 años llamado Djehutimose. En una de las dependencias desenterró un grupo de esculturas cubiertas por la arena del desierto. De entre todas, destacaba una. Se trataba ―él no lo sabía― del busto de la mítica reina Nefertiti, esposa de Akenatón, el faraón que creía que el Sol era el único dios posible. Ahora, la plataforma ARTE.tv estrena los documentales Nefertiti: el busto de la discordia y El busto de Nefertiti: el nacimiento de un icono, donde se recrean las reclamaciones que desde hace más de un siglo mantiene Egipto con Alemania para el regreso de la cabeza de la monarca, cuyo nombre se traduce por “La bella ha llegado”.

Las leyes egipcias en el momento del hallazgo establecían que los descubrimientos debían repartirse “a partes iguales” entre los promotores de la expedición arqueológica y las autoridades del país. Los franceses serían los encargados de hacer la justa división. Borchardt, no obstante, estaba decidido a llevarse la reina a Alemania, tal y como dejó escrito en las cartas conminatorias que envió a los franceses antes del reparto, en las que hablaba de que sería injusto separar en países distintos las piezas descubiertas. Dejarlas en Egipto ni se le pasó por la cabeza.

El descubridor Ludwig Borchard muestra el busto encontrado en Amarna.
El descubridor Ludwig Borchard muestra el busto encontrado en Amarna.ARTE.TV (UNIVERSITÄTSARCHIV FREIBURG)

Y a partir de aquí las versiones de los expertos se dividen. Para los egipcios, el alemán jugó sucio, porque cubrió de arcilla la multicolor testa real para que el funcionario francés no detectara su inmenso valor —está asegurada en 400 millones de euros―, mientras que los germanos sostienen que se trata de un bulo, tal y como confirman las fotografías que se hicieron en el momento de la división. Fuera como fuera, Borchardt partió hacia Alemania con la singular pieza bajo el brazo, que inicialmente no fue expuesta en Berlín para evitar reclamaciones francesas o egipcias. No fue hasta tres años después cuando el público la pudo admirar por primera vez en el Neues Museum de la capital alemana.

En 1922, cuando Egipto ya había alcanzado su independencia, se intentó por todos los medios la vuelta de la reina a África. Los egipcios llegaron a ofrecer una impresionante estatua de un funcionario llamado Ranofer a cambio del busto real. En París se conserva lo que se conoce como el Expediente Nefertiti, un grueso volumen donde se recogen todas las negociaciones a tres bandas entre Alemania, Francia y Egipto para la devolución. El acuerdo estuvo a punto de firmarse con la República de Weimar, pero la llegada de Adolf Hitler al poder detuvo la operación. El führer había quedado fascinado con la pieza y planteó, incluso, un museo solo para ella. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial dinamitó el plan y la cabeza tuvo que ser ocultada en un refugio antiaéreo hasta el final de la contienda para evitar su destrucción.

Fotografías del Expediente Nefertiti que se guardan en París.
Fotografías del Expediente Nefertiti que se guardan en París.ARTE.TV

La directora del Museo Egipcio de Berlín, Friederike Seyfried, se muestra contraria a la devolución por los supuestos “riesgos del traslado”, además de alegar que Nefertiti es “la mejor embajadora” del país en Alemania. Algo que exacerba a la experta egipcia Monica Hanna: “Nunca he visto a una nación que envíe un embajador y no reciba otro a cambio. ¿En qué barrio de El Cairo está la Corona de Federico el Grande?”.

Zahi Hawass, uno de los egiptólogos más famosos del mundo, recuerda un debate en la Universidad de Oxford con los directores de los museos Getty y de Arte de Viena, donde le argumentaron que este tipo de obras únicas y universales no puede retornar a sus países de origen porque estos carecen de los museos e instalaciones de seguridad necesarios. “Yo les dije que en Egipto tenemos ahora mejores museos que en Europa y Estados Unidos [el Gran Museo Egipcio, junto a las pirámides, está previsto que se inaugure este año] ¿Cuál es ahora la excusa?”.

Fuente: El País/ Vicente G. Olaya.

Por qué pasear lo cura (casi) todo

Varios ensayos clínicos y experimentos han demostrado que caminar tiene distintos beneficios físicos y mentales, incluso aunque los paseos sean breves

People walking by Cauce del Río in Valencia, Spain
Un grupo de personas pasean por Valencia.MÒNICA TORRES

Paradójicamente, en el hiperactivo siglo XXI, pasear y divagar empieza a tener buena prensa. Preguntado un neurocientífico por los beneficios de andar sin rumbo, dedica 20 minutos a enumerar las buenas razones que tenemos para deambular entre 20 o 30 minutos cada día. “Pasear tiene dos vertientes, cuando lo haces por sitios conocidos y cuando vas por lugares nuevos. Si paseas por sitios que ya conoces, los primeros efectos positivos son los de activación cardiovascular: quien mueve las piernas, mueve el corazón. Mientras paseas, giras la cabeza: el campo visual va cambiando y se encuentran estímulos visuales a la derecha y a la izquierda. De esta manera, se activan ambos hemisferios cerebrales, el paseo los pone a hablar entre sí. Esto es un magnífico ejercicio, pues en el cerebro, un hemisferio suele dominar sobre el otro”, dice el doctor Bruno Ribeiro, profesor del Departamento de Anatomía Humana y Psicobiología de la Universidad de Murcia.

Ribeiro, con consulta de Desarrollo Cognitivo en Sha Wellness Clinic, explica que, si se hace de forma consciente “estando aquí y ahora”, el paseo se transforma en un acto meditativo. “Para eso, hay que abstraerse de pensamientos del pasado y del futuro y concentrarse en el presente. Es muy difícil, pero si se consigue, el paseo tendría todos los beneficios de una meditación. A veces, las personas con dificultades para hacer una meditación clásica pueden conseguirlo durante un paseo”.

Pasan aún más cosas en el cerebro cuando paseamos por sitios desconocidos, según indica Ribeiro, como que se libera dopamina, “un neurotransmisor que marca la novedad en el cerebro y sirve para identificar el peligro o para prestar atención. Un buen aporte diario de dopamina elevará otro neurotransmisor, la serotonina, que es la responsable del estado de ánimo. El paseo ayuda a mantener ambos neurotransmisores en niveles altos”.

Los flâneurs, aquellos románticos paseantes parisinos, fueron identificados por Charles Baudelaire como “observadores diletantes de la vida urbana”. Al principio se los consideraba gente vaga, sin oficio ni beneficio, hombres de poco provecho, dedicados a perder el tiempo. El Gran Diccionario Universal Larousse del siglo XIX de 1872 los describió de un modo ambivalente, inquietos y holgazanes a partes iguales. Pero por esa época también empezaron a aparecer los defensores del arte de pasear. El escritor y crítico literario Charles A. Sainte Beuve dejó escrito que la flânerie era “lo opuesto a no hacer nada”. Y Balzac, que deambular era “gastronomía para los ojos”.

¿Qué se sabe hoy de los beneficios de pasear? Varios ensayos clínicos y experimentos han demostrado que el deambular mental del caminante propicia la creatividad. La explicación es que como no se requiere un esfuerzo consciente para andar, la atención se libera, se abre a nuevas imágenes y asociaciones, la mente lo mezcla todo. Precisamente, es el estado perfecto para innovar. Lo comprobaron dos profesores de la Universidad de Stanford, Marily Oppezzo y Daniel Schwartz, en una serie de estudios en 2014 que midieron cómo caminar cambiaba en cada momento los niveles de creatividad. En los cuatro experimentos, 176 estudiantes tuvieron que completar varias tareas de pensamiento creativo mientras estaban sentados, andando sobre una cinta de correr o paseando por el campus. En una de las pruebas se debían buscar usos atípicos a objetos de la vida cotidiana, como un botón o un neumático. Lo que comprobaron fue que cuando los estudiantes andaban se les ocurrían hasta seis veces más usos para esos objetos que cuando hacían la prueba sentados. Sin embargo, en las pruebas que requerían una respuesta única y precisa se cometieron más errores cuando el grupo iba paseando. Los investigadores concluyeron que dejar la mente a la deriva en un mar de pensamientos era bueno para crear, pero no para encontrar una solución única a un problema.

Por dónde paseamos también importa. No es lo mismo andar por un bosque que hacerlo por una ciudad. Un estudio de la Universidad de Carolina del Sur, dirigido por el profesor Marc Berman, comprobó que los estudiantes que paseaban por una arboleda tenían un rendimiento mejor en una prueba de memoria respecto a los que andaban por la ciudad. Existe una pequeña, pero consistente, selección de trabajos que sugiere que deambular por espacios verdes puede resetear los recursos mentales que se agotan rápidamente en los entornos urbanos creados por el hombre. El argumento de sus autores es que la atención es un recurso limitado que se acaba a lo largo del día. Una esquina llena de gente, con ruido de tráfico, luces y vallas publicitarias consumiría nuestra atención rápidamente, mientras que en un paseo por la naturaleza, en un ambiente sin grandes estímulos, la mente podría desplazarse de una experiencia sensorial a otra y descansar.

Las personas que olvidan cosas con frecuencia también podrían mejorar su memoria con un breve paseo enérgico, pero en este caso la clave está en la palabra enérgico. Según Rong Zhang, profesor de Neurología en el Peter O’Donnell Jr. Brain Institute de UT Southwestern, en Dallas (Texas), para mejorar el flujo sanguíneo en el cerebro deberíamos aumentar el ritmo cardiaco durante el paseo. Esto significa sentir algo de dificultad para respirar y tener problemas para mantener una conversación. En su trabajo, un grupo de personas mayores y de mediana edad mejoró la memoria y la función cognitiva con una caminata de media hora durante cinco días a la semana. Un año después, un estudio de seguimiento corroboró estos resultados. Ambos trabajos sugieren que se necesita mantener estos niveles de actividad al menos durante un año para comenzar a notar mejoras en la memoria y la cognición.

Y si es de los que se queda atrapado en bucles de pensamientos rumiantes, pasear también es para usted. Una breve caminata será suficiente para cambiar el foco de la obsesión. En 2020, un estudio publicado en la revista The Journal of Environmental Psychology demostró que andar 30 minutos era suficiente para romper una espiral obsesiva de pensamiento negativo. “La caminata interrumpe el ciclo y nos saca del bucle de pensamientos, ya sea porque el paisaje redirige nuestra atención o porque el ejercicio físico exige cierta concentración”, escribieron los autores.

Para conseguir beneficios cardiovasculares y protección para algunos tumores y enfermedades crónicas, los paseos no tienen que ser muy largos. Según los resultados publicados recientemente por la revista British Journal of Sports Medicine, bastarían 75 minutos semanales de actividad física moderada, la mitad de la recomendación clásica de la OMS, para prevenir una de cada 10 muertes prematuras. Tras revisar 196 estudios con 30 millones de personas, los investigadores comprobaron que el ejercicio moderado frente a no hacer nada reducía en más de un 30% la probabilidad de una muerte prematura por cualquier causa, en un 29% la mortalidad por enfermedades cardiovasculares, y en un 15% las muertes por cáncer.

Otro trabajo llevado a cabo en 11 centros de Atención de Primaria en España analizó los mínimos necesarios para beneficiarse del ejercicio físico moderado, y concluyó que 50 minutos a la semana de caminar a buen ritmo reducía en un 30% la mortalidad. La importancia de este hallazgo es que para las personas que llevan años de vida sedentaria los beneficios empiezan a notarse con incrementos pequeños de actividad física. Si no se llega a los 150 minutos recomendados, andar 50 minutos semanales a buen paso empezaría a cambiar el estado de la cuestión. No hay un umbral mínimo para conseguir beneficios, siempre se gana paseando.

El filósofo francés Frédéric Gross, autor del ensayo Andar, una filosofía (Taurus), también cree que para pensar bien hay que levantarse de la silla y salir a pasear. “Para pensar libremente hay que hacerlo al aire libre, ligero, como el caminante”, escribe. En su libro cuenta los paseos, más que amortizados, de grandes pensadores como Nietzsche, Rousseau o Montaigne. Y no es que pensemos peor cuando estamos inactivos, pero se nos suelen ocurrir ideas estáticas. “A uno le vienen las ideas precisamente porque no las busca”, dice. Gross recomienda hacer apuntes durante los paseos, en la libreta o en el teléfono, porque son ideas buenas, dice, pero ligeras y frágiles, fáciles de olvidar. Y sería una pena porque, si hacemos caso a Nietzsche, “solo tienen valor los pensamientos que nos vienen a la cabeza mientras andamos”.

Fuente: El País/Karelia Vázquez.

Usos de una biblioteca aparte de sentarse delante de un libro y leer

La Biblioteca Expandida Deslocalizada es un proyecto valenciano de reinvención del espacio bibliotecario.

bibliotecas
Molinero (izquierda) y Mir, en el Centre del Carme de Valencia.RAÚL BELINCHÓN

Las bibliotecas del siglo XXI ya no tienen por qué ser solo un espacio en el que se guarden libros que estén a disposición de los lectores. Tampoco tienen que ser únicamente el refugio solemne para el estudiante de bachillerato o el opositor. Néstor Mir y Javier Molinero quieren desacralizarlas. “Para que subsistan han de reinventarse”, apunta Mir, músico, escritor y dramaturgo que trabajó en una pública. “Todo el mundo quiere las bibliotecas”, prosigue, “pero la mayoría no las visita”. Molinero, arquitecto, siempre ha sido un fiel. “En lugar de apuntar a mi hijo a una actividad extraescolar, lo que hacía era llevarlo a la biblioteca. Él leía cómics y yo trabajaba”. Iban a la de Mir. Allí se hicieron amigos. Un día Mir le preguntó a Molinero si a su hijo le gustaría montar un club de manga. Así empezaron a intercambiar ideas acerca de los posibles usos de lugares como aquel.

Cinco años después, las charlas han cristalizado en un proyecto que han bautizado como BED (Biblioteca Expandida Deslocalizada), que han ido desarrollando en pedanías y centros de arte de Valencia, ciudad en la que residen. “Buscamos convertir estos puntos de encuentro en espacios donde puedan coexistir las actuales inquietudes de los individuos”, explica Molinero. Durante un viaje que ambos realizaron a Montreal se interesaron por la evolución de estos edificios, donde el libro y la lectura ya no conformaban el único centro de actividad. “Allí la gente también va a investigar posibilidades que sean enriquecedoras para el barrio o la comunidad; acuden para encontrarse, plantear actividades o, simplemente, para hablar y escuchar”.

Molinero (izquierda) y Mir, en el Centre del Carme de Valencia. Las butacas son parte del mobiliario.
Molinero (izquierda) y Mir, en el Centre del Carme de Valencia. Las butacas son parte del mobiliario.RAÚL BELINCHÓN

Por el momento, Valencia marca su radio de acción. Cuando llamaron a las puertas de varias instituciones locales, las primeras reacciones con las que se encontraron fueron de asombro o de recelo. “Nos decían que Montreal estaba muy lejos, que en Canadá o en el norte de Europa son de otra manera”, recuerda Molinero. “Pero iniciativas como el Medialab de San Sebastián o la Biblioteca Gabriel García Márquez, que recientemente ha obtenido el Premio Ciudad de Barcelona, han ayudado a que se entienda nuestra propuesta”.

En el último año han tenido la oportunidad de poner en práctica su idea creando bibliotecas expandidas deslocalizadas, concebidas como “laboratorios ciudadanos” en los que puede participar toda aquella persona interesada en debatir sobre las posibilidades que albergan estos centros. Sus impulsores insisten siempre en que este nuevo concepto no busca eliminar los libros; solo quiere cambiar la idea que tenemos de esos espacios culturales.

“Se trata, por ejemplo, de replantear el lenguaje del mobiliario”, explica Mir. “Buscamos introducir elementos que no sean solamente sillas, mesas o mostradores, muebles que nosotros aportamos para que envíen otros mensajes, que indiquen que estamos en sitios donde se pueden intercambiar ideas, hacer música o, simplemente, descansar y pensar”. En diciembre del año pasado concluyó su experiencia más ambiciosa hasta la fecha, el laboratorio que crearon en el Centre del Carme Cultura Contemporània, en Valencia. Si nada se tuerce, la biblioteca expandida deslocalizada volverá a llevarse a cabo en este mismo lugar. “Esperamos volver para decirle a la gente: ‘Este espacio es vuestro, en él puede pasar lo que queramos que pase”, dice Mir. Y añade Molinero: “Es una apropiación del espacio por parte de la ciudadanía. Las bibliotecas están hechas para que suceda eso”.

Fuente: El País/ Rafa Cervera Casanueva.

Quinientos libros para explicar las vanguardias españolas

La extraordinaria biblioteca de Alicia García Medina, ahora expuesta en Toledo, reconstruye la relación de los portadistas y artistas plásticos de entreguerras con el surrealismo, el cubismo, el dadaísmo, el futurismo o el orfismo.

Durante años, con paciencia, la caña puesta y el radar en marcha, buscando y rebuscando en los anaqueles de librerías de viejo y en los cajones de ferias del libro antiguo y de ocasión, Alicia García Medina, insiste que te insiste, incansable hormiga bibliófila, siguió adelante con su misión personal.

Tenía que resucitar el espíritu de la biblioteca perdida de su abuelo. Y lo hizo.

Esta psicóloga clínica y doctora en Arte Contemporáneo de verbo irrefrenable, durante mucho tiempo bibliotecaria y responsable del Servicio de Audiovisuales en la Biblioteca Nacional tras haber trabajado en el Instituto del Patrimonio Histórico Español, ahora ya jubilada, se autoimpuso una disciplina férrea que mezclaba el deber con el placer, la reivindicación sentimental con la mera afición a los libros. Y partió en busca de aquella biblioteca de Babel que su abuelo Otón, un viejo maestro de la República enamorado del olor, el tacto, la contemplación y la lectura de los viejos volúmenes, había reunido a lo largo del tiempo.

La colección de libros de Otón Medina —a buen seguro uno de tantos entre aquella pequeña legión de hombres y mujeres que de manera tan honesta como ingenua creyeron que la educación y la cultura podrían combatir la ignorancia y la estulticia en una España llamada a teñirse de oscuro— se volatilizó en el transcurso de la Guerra Civil, después de que su dueño, que vivía cerca del frente de guerra universitario de Madrid, decidiera trasladarla de Madrid a la casa familiar de Cuenca.

Su nieta nunca logró reunir datos suficientes para saber si fue vendida por lotes por razones económicas, o si fue destruida por algún bombardeo, o si sencillamente quedó dispersada en medio del caos de la contienda. El caso es que, tras años de esfuerzo económico y de constante buceo en busca del libro perdido, Alicia García Medina logró su meta: constituir un corpus de más de 500 volúmenes, muchos de ellos coincidentes con los que atesoró su abuelo y de los que tanto había oído hablar, y cuyo hilo conductor se encontraba no solo en sus páginas, sino también —sobre todo— en sus portadas: un auténtico museo en miniatura de la ilustración española de los años diez, veinte y treinta, en el que se dan la mano el realismo, el surrealismo, el cubismo, el expresionismo, el futurismo, el dadaísmo, el orfismo y todos los demás ismos que quepa imaginar relacionados con las vanguardias europeas de entreguerras, todo ello envuelto en una abrumadora riqueza cromática y tipográfica. Se trata, para empezar, de un gran desmentido en forma de biblioteca: el desmentido de que la ilustración española ni estaba ni se la esperaba en la irrupción de las vanguardias.

Ahora, la biblioteca renace en forma de una donación y de una exposición. Tras haber dejado algunos ejemplares en los depósitos de su casa de toda la vida, la BNE, García Medina decidió donar el conjunto a la Junta de Castilla-La Mancha. Novelas de Blasco Ibáñez, de John Dos Passos, de Tolstói, de Gorki, de Wenceslao Fernández Flórez, de Saint-Exupéry; relatos de Gómez de la Serna o de Mark Twain; ensayos de Bertrand Russell, Gregorio Marañón y Ortega, de Julio Camba y de Erwin Piscator; obras de teatro; tratados de sexualidad, de política y de economía; panfletos sobre el comunismo; biografías… Asuntos de delicado examen si hablamos de hace un siglo, las prácticas sexuales, el divorcio, la homosexualidad, la eutanasia, la prostitución, el feminismo, la crítica a la burguesía o el antimilitarismo componen parte de la tabla de materias. Y todo ello ilustrado por la mano maestra de los Puyol, Renau, Almada Negreiros, Benet, BagaríaPenagos, Pelegrín, Ballester, Gallástegui, Bartolozzi, ­Amster, Alberto Sánchez, Rawicz, Moholy-Nagy… y una larga serie de autores anónimos.

La mayoría del plantel, por cierto, deja clara una cosa mediante este largo abanico de obras: la era dorada del portadismo editorial español no es, desde luego, este primer tramo del siglo XXI que vivimos. La comparación apenas resiste. Y queda claro, excepción hecha de un puñado de sellos actuales y fácilmente identificables preocupados por lanzar al mercado no solo autores de relieve, sino portadas de diseño atractivo y original, que, en cuestión de portadas de libros, 1923 era infinitamente mejor que 2023.

No pocos de aquellos autores, como recuerda la coleccionista, fueron represaliados; otros, encarcelados; otros, fusilados; otros se tuvieron que marchar a México, a Chile, a Argentina… “Hay que reivindicar la historia. Es una pléyade de gente, desconocida en muchos casos, autores de libros que fueron condenados e incluso exterminados, autores que hay que recordar y reivindicar”. Los nombres de las editoriales que sacaron a la luz aquellos títulos plagados de heterodoxia y riesgo (no pocos de ellos fueron editados durante la dictadura de Primo de Rivera) son bien evocadores y hasta simbólicos: Prometeo, Zeus, Ulises, Fénix… Renacimiento.

Una exposición de este medio millar de libros —y sus portadas, muchas de ellas verdaderos hallazgos visuales— que el público puede visitar ya en el Centro de Arte Moderno y Contemporáneo de Castilla-La Mancha, en Toledo (Las vanguardias artísticas en las cubiertas de libros españoles: 1910-1938), sirve como testimonio de la azarosa aventura bibliófila de su propietaria, que evoca así sus comienzos: “Empecé con los libros de Blasco Ibáñez, los rastreaba sobre todo en librerías de viejo de Madrid, o en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, y también en Barcelona, una ciudad con un gran mercado de libro antiguo, por ejemplo en el mercado de San Antonio. Buscaba sin parar y compraba lo que podía”.

Algunos de los volúmenes los adquirió por 20 o 30 euros y hoy alcanzan los 300 o 400. Son ediciones baratas, lábiles, con cubiertas que a menudo incluso se pueden despegar y son, según la donante y coleccionista madrileña, “un ejemplo de democratización de la lectura y de la cultura en un país que en aquel tiempo contaba con un alto grado de analfabetismo, no se olvide, frente a aquellos otros libros, maravillosos, pero que eran para una élite, para que los leyeran cinco”. Son por eso, sostiene Alicia García, “auténticas joyas, instrumentos contra la incultura, un espejo de aquella sociedad, y más allá de una colección de simples portadas de libros, todo un estudio sociológico de un país, de una sociedad que quería el cambio o, siguiendo el verso de Machado, una España que despierta… y que despertó… aunque por muy poco tiempo”.

Pero, indudablemente, además de esa inequívoca dimensión simbólica con mensaje político incorporado, la colección constituye en sí todo un tesoro visual. No son libros de arte, pero desde luego son libros con arte, y suponen sin duda un intento de todos aquellos ilustradores de incorporarse a la modernidad europea. Algunos hijos predilectos tiene Alicia García Medina entre todos los artistas de la colección, aunque hoy habla con especial admiración de dos de ellos: Ramón Puyol, “un artista polifacético que creó auténticas joyas con un signo propio que las distingue claramente de otras”, y Luis Bagaría, “que me recuerda los libros de ciencias de mi adolescencia que editaba Espasa-Calpe, unos libros que gracias a estas portadas te ayudaban a estudiar”.

La creación de la biblioteca de Alicia García Medina, una historia que hunde sus raíces lo mismo en lo cultural que en lo sentimental —si es que lo segundo no forma parte de lo primero—, no nace de ningún ambicioso proyecto ni de ninguna gran institución, sino de algo tan banal y tan poderoso como el amor entre un abuelo y su nieta. “Yo a mi abuelo lo adoraba”, recuerda su propietaria. “Coincidíamos en el amor a la lectura. Con 10 años me regaló un libro que leí y del que no entendí ni torta. Era El Empecinado visto por un inglés, con traducción y prólogo de Gregorio Marañón, en la Colección Austral. Lo tengo como oro en paño, dedicado por él”.

Hay que decir que la relación entre la propietaria de esta colección y el universo de las vanguardias artísticas de entreguerras no es precisamente nueva. Alicia García Medina ya comisarió en 2019 en la Biblioteca Nacional la exposición La seducción del libro. Cubiertas de vanguardia en España 1915-1936, que apuntaba ya algunas de sus preferencias y sensibilidades a la hora de seleccionar y coleccionar. Pero es que mucho antes de eso, cuando ya enfilaba la recta final de su vida de estudiante de arte, expuso una tesis doctoral titulada Las cubiertas de los libros de las editoriales españolas 1923-1936. Modelo de renovación del lenguaje plástico.

Cabe concluir, pues, que esta colección insólita de triple interés, literario, bibliográfico y plástico, y sobre todo su donación, su exposición pública (acompañada de una extraordinaria caja-catálogo que incluye un libro de estudio con textos de Rafael Sierra, Alicia García Medina, Juan Manuel Bonet y Juan Miguel Sánchez Vigil, así como las 543 portadas de la donación, documentadas y datadas una a una) y su futura disponibilidad para investigadores y estudiosos no son sino el desenlace final —y lógico— de toda una vida dedicada a los libros. La de Alicia García Medina y la de su abuelo Otón.

FUENTE: DIARIO EL PAÍS / Borja Hermoso

Lur Garden, un microcosmos botánico convertido en laboratorio a cielo abierto en una noche de insomnio

En uno de los valles de Oiartzun, en Gipuzkoa, se encuentra uno de los jardines más conmovedores de la Península: un vergel de 20.000 metros que no se parece a ningún otro, un lugar extravagante, casi místico, creado por el jardinero y paisajista Iñigo Segurola

Lur Garden
Lur Garden está compuesto por 16 jardines temáticos. Su diseño está basado en la declinación de la elipse, que en distintas escalas va ordenando el espacio.CLAIRE TAKACS

Las hortensias Annabelle están a punto de florecer de nuevo en Lur Garden. Aparentemente frágiles, sus pompones de un blanco radiante y corazón verde lima iluminarán un verano más las lindes de la pradera, multiplicándose en el reflejo del estanque. En esta alberca circular de geometría perfecta, cada jornada, al caer la tarde, el jardinero y paisajista Iñigo Segurola —artífice de este jardín inclasificable en un profundo valle de Oiartzun, en Gipuzkoa— se sumerge en un baño sanador en un agua que nunca se corrompe. Delirio, misticismo y una energía en perfecto equilibrio son las leyes que rigen ese cautivador universo que es Lur Garden.

En la primera visita a Lur Garden, Segurola llegó tarde al encuentro. Rostro popular por su mediático paso por el longevo y exitoso programa Bricomanía, que estuvo más de 25 años en antena, apareció de entre un bosquecillo de Discksonia antarctica —unos helechos jurásicos tan grandes como árboles— con las chanclas y los pies perdidos de barro. Pletórico, con una sonrisa exultante, porque de buena mañana ya tenía la cena. En su camiseta, que sujetaba formando un hatillo, el anfitrión portaba media docena de setas recién recogidas. Los helechos gigantes, el barro, los hongos silvestres… No pudo haber mejor preámbulo a la visita. Era como si la naturaleza, en agradecimiento, devolviera a Segurola todo lo que él le ha dado con Lur.

El seto de hortensias Annabelle tras el estanque de la pradera central de Lur Garden.
El seto de hortensias Annabelle tras el estanque de la pradera central de Lur Garden.CAROL LÓPEZ

Un jardín de jardines

Lur Garden es un microcosmos de 20.000 metros cuadrados al que el paisajista y jardinero ha dedicado en cuerpo y alma la última década de su vida. Lo que comenzó como una suerte de banco de pruebas para testar la adaptación de diferentes especies hortícolas, así como un taller para escenificar conceptos para el diseño de jardines, pronto se convirtió en una obsesión. En una adicción. En una posesión. En su alimento. “Cuando compré esta parcela todo era pradera”, cuenta Segurola. Una extensión de gramíneas salpicada de frailecillos (Lythrum salicaria), zanahorias silvestres (Daucus carota) y otras hierbas pratenses. En una noche de insomnio, el paisajista esbozó el plano: un jardín compuesto por pequeños jardines temáticos. El diseño está basado en la declinación de la elipse, que en distintas escalas y a modo fractal va ordenando el espacio.

Nenúfares, lotos, lirios de agua, astilbes, papiros y otras plantas de humedal invaden los pilones y estanques repartidos por el jardín.
Nenúfares, lotos, lirios de agua, astilbes, papiros y otras plantas de humedal invaden los pilones y estanques repartidos por el jardín.CAROL LÓPEZ

Es imposible cuantificar todas las especies que habitan en Lur Garden. Las más llamativas —por insólitas, cautivadoras, extravagantes o inesperadas— se quedan grabadas en la retina. Helechos, equisetos, musgos, nenúfares, lotos, hortensias, árboles de papel de arroz, orejas de elefante, bananeros, papiros, ruibarbos gigantes, zumaques, agapantos, spiraeas tomentosas, arces, amapolas adormideras, rosas de té… Hay una secuoya gigante que se ha convertido en un involuntario punto focal desde la parte más profunda del valle. El invernadero con cubierta de pradera cobija una exótica colección de crasas, cactus y suculentas. Más de 1.800 hayas forman los setos que delimitan los espacios y configuran las elipses de los 16 jardines temáticos. Hay veces que no se sabe dónde mirar.

El renacer de las perennes

Todo el que haya hecho un jardín o un huerto desde cero sabe que plantar, sembrar, esquejar, germinar semillas, dividir matas y hacer acodos son las únicas vías posibles. Segurola las ha puesto todas en práctica con minuciosidad científica. “No había colección que me saciase”, recuerda de su etapa más obsesiva en la gestación del jardín. De todas las series de plantas con las que ha experimentado destaca las vivaces, esas herbáceas perennes —tan de moda en el paisajismo contemporáneo— que se secan en invierno y vuelven a brotar en primavera. El holandés Piet Oudolf es el máximo exponente de esta tendencia, conocida como New perennials, que pone el acento en composiciones asilvestradas en tecnicolor. Segurola también cayó seducido por la versatilidad plástica de las perennes. Tulbaghias, clavellinas, phlox, equináceas, achiras, salvias, hemerocallis, astilbes… “El color, las texturas y las formas de las vivaces y las interacciones entre todo ello han sido mi objeto de investigación”, reconoce.

En el proceso de ensayo-error que ha sido dar forma a este experimento estético, Segurola se confiesa “una especie de partera que ha estado ahí asistiendo, cuidando, dando atención”. Dice sentir que ha “completado algo que ya estaba”. Convertir aquella “energía de miles de años” en Lur Garden “ha sido como criar a quintillizos dependientes en absoluta soledad”, bromea el arquitecto del paisaje. “Además, un jardín no cumple nunca 18 años. Jamás se emancipa. Te atrapa para siempre”

Te atrapa por y para siempre, da igual la estación. Porque desde la vibrante orgía floral de la primavera hasta la quietud de los inviernos de niebla y escarcha; desde la embriaguez en ocres, rojos y amarillos del otoño hasta la efervescencia multicolor de las hortensias en verano, todas las estaciones exhiben un Lur Garden en plenitud. Las temporadas bajas no existen en este jardín que proclama la grandeza de cada instante del ciclo vital del reino vegetal. Lur se rinde al devenir, dando a cada estación su importancia y recreándose en todas de manera intensa.

El paisajista Iñigo Segurola, entre una jungla de phlomis, amaranto, girasoles, dalias, carex y poleo en flor.
El paisajista Iñigo Segurola, entre una jungla de phlomis, amaranto, girasoles, dalias, carex y poleo en flor.CAROL LÓPEZ

Piedra, metal, cielo, agua: el poder de lo inerte

Floraciones escalonadas, amebas dibujadas en la pradera a golpe de siega, ranas, libélulas, mariposas, recovecos que hacen que el jardín se reinvente a medida que lo recorres, inesperados bancos de niebla, plantas que desafían la escala humana… Cada detalle obra la maravilla escenográfica de que Lur Garden sea nuevo, único y diferente cada día. Diseminadas por aquí y por allá, una vieja cancela, un solitario banco de madera, algunas sillas de bistró oxidadas, una mesa de forja y cuatro losas colosales de arenisca de Igeldo cohabitan como objetos encontrados y estructuras inertes, dando soporte a las plantaciones y ofreciendo un contrapunto estático al apabullante dinamismo floral.

En el Jardín del Espejo, el cielo se refleja en la gran lámina de agua desbordante. A su alrededor, el parterre amarillo.
En el Jardín del Espejo, el cielo se refleja en la gran lámina de agua desbordante. A su alrededor, el parterre amarillo.CAROL LÓPEZ

En el Jardín del Espejo, un estanque desbordante de 25 metros de largo, se refleja nítidamente el cielo y lo “dispone a la altura de los mortales para su disfrute y sosiego”, explica Segurola. Esta gran lámina de agua con forma de elipse —una de las aportaciones más virgueras del jardín— delata la exquisita formación técnica de Segurola (graduado superior en Arquitectura del Paisaje por la Universidad Heriot-Watt de Edimburgo y máster en Planificación y Diseño del Paisaje por la Universidad de Wagheningen de Holanda), por más que él se reivindique como un humilde jardinero. Alrededor del estanque se despliega un amplio parterre de plantas herbáceas que brinda interés y carácter sorpresivo durante todo el año. Rudbeckias, crocosmias y lirios de un día —de nuevo las vivaces— retan en amarillo, blanco y naranja a un melancólico ciprés de los pantanos.

El Lur Garden de Iñigo Segurola en Gipuzkoa se estudiará en las escuelas de Paisajismo como hoy se estudia el Sissinghurst de Vita Sackville-West en el Condado de Kent, Le Jardin Plume de Sylvie y Patrick Quibe en Normandía, el pictórico edén de Claude Monet en Giverny o los Jardines de Santa Clotilde de Rubió i Tudurí en Girona. Un vivero de belleza. Un experimento vivo, eternamente mutable. Un acontecimiento botánico y estético. Un metaverso vegetal ―y 100% analógico― solo apto para adictos a la belleza.

Fuente: El País/ Carol López.

Los íberos ya adoran a cuatro dioses

Los epigrafistas, que hasta hace diez años desconocían los nombres de las divinidades, confirman un nuevo teónimo, Salagin, quizás el dios de la metalurgia

Inscripción con el nombre del dios Sagalin encontrada en Riotinto (Huelva).
Inscripción con el nombre del dios Sagalin encontrada en Riotinto (Huelva).

Hasta hace poco más de diez años, los expertos se preguntaban cómo era posible que conocieran perfectamente los nombres de numerosos dioses celtas, celtíberos y lusitanos y, en cambio, no pudieran mencionar uno solo de los íberos. Es cierto que, de momento, siguen sin descifrar su escritura, pero también lo es que los romanos ―que describían y dejaban para la posteridad todo lo que encontraban en sus conquistas― tampoco hicieron demasiadas referencias a las divinidades de este pueblo que ocupó la franja mediterránea peninsular desde el sureste de Francia hasta Andalucía oriental a partir del siglo VI a. C. Sin embargo, nuevos hallazgos epigráficos latinos y la continua revisión de otros viejos han variado sustancialmente la situación en los últimos tiempos. Los especialistas ya están seguros de conocer cuatro divinidades íberas y la última de ellas es Salagin, según avanza el artículo Salagin (no Salus Augusta) en una inscripción de El Centenillo (Jaén), de Helena Gimeno, directora del Centro Corpus Inscriptionum Latinarum II, de la Universidad de Alcalá de Henares, y Javier Velaza, decano y catedrático de Filología Latina de la Universidad de Barcelona.

En 1901, el ingeniero británico Horace Sandars encontró en las minas de plomo de El Centenillo (Baños, Jaén) los cimientos de un templete rectangular de 5 por 12 metros junto a numerosos sillares de cuarcita “revueltos en un montón desparramado por el suelo”, además de un ara con una inscripción en latín. Hizo un calco de las letras y lo envío al reputado epigrafista Fidel Fita. El experto interpretó la inscripción como la conocida diosa romana de la salud, Salus Augusta, a pesar de que Sandars le insistiera en que no ponía eso. Fita nunca rectificó y se dio por buena su versión de que se trataba de Salus, pero cuando el ara ingresó en el Museo Arqueológico Nacional, alguien anotó en el expediente “S·Salagi”, posiblemente dios de la metalurgia.

Hace diez años, en el municipio de Fuente del Rey (Jaén), se confirmó la aparición de un epígrafe en latín dedicado al dios íbero Betatun. Poco después, otro en Cartagena dedicado a Salaeco, mientras que un tercero, conocido desde antes en Susqueda (Girona), se releyó con el nombre Sertundo. Todos los epígrafes fueron localizados en territorio claramente íbero. Pero la gran distancia existente entre sus lugares de hallazgo hizo pensar a los epigrafistas que podría tratarse de divinidades locales y que no formaran parte de una religión íbera global. Pero hace dos años, en Minas de Riotinto (Huelva) se localizó otra inscripción que hacía referencia a un tal Salagin, un nombre que coincidía exactamente con el del ara de El Centenillo y que Fita había identificado como Salus Augusta. El enigma se complicaba, además, porque Riotinto se ubica en el antiguo territorio turdetano o tartésico, no íbero.

Inscripción donde se lee el nombre de Salagin hallada en El Centenillo (Jaén).
Inscripción donde se lee el nombre de Salagin hallada en El Centenillo (Jaén).

Gimeno y Velaza decidieron entonces estudiar la inscripción onubense. El catedrático lo explica: “El nombre Salagin plantea notables problemas de atribución lingüística: por un lado, el hecho de que su lugar de hallazgo se sitúe en territorio de la Turdetania [Huelva] invita en primera instancia a considerar su atribución a una lengua local, la que llamamos turdetana, de la que se conservan escasísimas referencias y de la que no sabemos prácticamente nada. Sin embargo, el análisis lingüístico del teónimo lo relaciona con elementos propios de la onomástica ibérica, lo que nos llevó a pensar que se podía tratar de un íbero que viajó hasta Turdetania, trabajó en las minas de la región y dedicó la inscripción a su dios”. Cualquier cosa podía ser.

Los expertos repararon entonces en la inscripción que se guarda en el Museo Arqueológico Nacional [S·Salagi] y que Sandars había hallado en Jaén. Se trata de un altar de 73 centímetros de altura, 42 de ancho y 28 de grosor. El informe detalla que la superficie de la pieza está “muy desgastada. Las letras, capitales cuadradas alargadas con refuerzos marcados, están en parte muy desgastadas y en el extremo derecho de las líneas se ha perdido una. Las interpunciones [separaciones entre signos] no están nada claras. El ara fue manipulada para insertarla, probablemente, en algún muro. La base fue eliminada. El coronamiento en origen debió tener frontón y un focus [cavidad para las ofrendas] bastante alto, también fue seccionado y rebajados sus laterales derecho e izquierdo de forma que desde la cabecera esa parte muestra un cierto aspecto troncocónico”.

Si la inscripción que está grabada en este altar se lee como Salagin y no como Salus Augusta, “el ara de El Centenillo nos proporcionaría un nuevo testimonio de este teónimo. La novedad en este caso es que el lugar del hallazgo se sitúa en la región íbera de la Oretania [que se extiende por parte de las actuales provincias de Jaén, Ciudad Real y Albacete] y, en consecuencia, a un territorio donde tenemos bien documentada la presencia de la lengua ibérica”.

“El hecho de que las dos inscripciones hayan sido encontradas en zonas mineras [Huelva y Jaén] podría interpretarse como prueba de que Salagin era una divinidad relacionada con ese tipo de actividad”, sostienen los expertos. “Aunque los indicios pudieran hacer tentadora esa idea, no podemos dejar de invitar a la cautela, por cuanto no puede descartarse a priori que se trate de una mera casualidad, por lo que se necesitan más pruebas”. Pruebas que se están buscando en los santuarios íberos conocidos. Pero aquí surge una nueva dificultad, y es que la lengua ibérica continúa siendo una lengua indescifrada.

Actualmente, las investigaciones continúan en La Cerdaña (entre Lleida y Girona), donde especialistas como Joan Ferrer han descubierto muchas inscripciones ibéricas sobre rocas en santuarios al aire libre. “Se sospecha que algunas pueden mencionar nombres de divinidad, ya que el hecho de que se repita la misma palabra en varias rocas podría ser un buen indicio”. De momento, no se ha hallado ningún inscripción con Salagin, “pero no hay que perder la esperanza”, concluye Velaza.

Fuente: El País/Vicente G. Olaya.

Primera imagen directa de un agujero negro expulsando un potente chorro: “Todavía no entendemos cómo sucede”

Una red de telescopios logra fotografiar la materia que emana del centro supermasivo de la galaxia Messier 87, a 55 millones de años luz

Galaxy M87
Esta imagen muestra el chorro y la sombra del agujero negro del centro de la galaxia M87, juntos por primera vez.R.-S. LU (SHAO), E. ROS (MPIFR), S. DAGNELLO (NRAO/AUI/NSF)

Es la primera vez que se observa en directo el potente chorro de materia expulsado desde un agujero negro supermasivo. Este fenómeno cósmico inédito ocurrió en el centro de la galaxia Messier 87 (M87), ubicada a 55 millones de años luz de distancia en nuestro vecindario galáctico, y fue captado en 2018. Este agujero negro logró fama mundial al convertirse en el primero que se fotografiaba.

La mayoría de las galaxias albergan un agujero negro supermasivo en su centro, que aunque son conocidos por engullirlo todo, también pueden lanzar poderosos chorros de materia que se extienden más allá de su vecindario galáctico. Esta nueva captura de la galaxia M87 ha podido reproducirse gracias a la colaboración de un conjunto de 14 radiotelescopios situados por toda la superficie terrestre. Este mismo grupo también logró captar el agujero negro Sagitarius A* que habita en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea.

La comunidad astronómica informa de que este proyecto científico internacional, desarrollado para captar estos titánicos fenómenos galácticos, ayuda a que se comprenda mejor cómo estos misteriosos gargantúas pueden lanzar chorros tan energéticos. Una incógnita astronómica, según explica en una nota Ru-Sen Lu, del Observatorio Astronómico de Shanghái, en China: “Todavía no entendemos del todo cómo sucede, pero sabemos que los chorros son expulsados de la región que rodea a los agujeros negros”. Para poder estudiarlo directamente, los científicos necesitaban analizar el fenómeno con mucho más detalle que hasta ahora.

Es lo que consigue por primera vez la imagen que publica el equipo internacional: captar el conjunto, cómo se conecta la materia del chorro al disco de acreción que rota alrededor del agujero negro supermasivo. Investigaciones previas habían logrado fotografiar por separado este agujero negro en el centro de M87, 6.500 millones de veces más masivo que nuestro Sol, y su chorro, pero nunca juntos.

La característica forma de anillo que se puede ver en la imagen obedece a que el agujero negro expulsa materia que se queda orbitándolo, mientras se calienta y emite luz, que luego recaptura. La región oscura del centro es la sombra del agujero negro, ya fotografiada por el consorcio internacional Telescopio Horizonte de Sucesos (EHT en inglés).

Radiotelescopios de ALMA, observatorio formado por 66 antenas de alta precisión ubicadas a 5.000 metros de altitud, al norte de Chile.
Radiotelescopios de ALMA, observatorio formado por 66 antenas de alta precisión ubicadas a 5.000 metros de altitud, al norte de Chile

La importancia de la sincronización y de la posición de los telescopios por todo el mundo sirve capturar de forma adecuada estos objetos astronómicos. Entre ellos destacan el Global Millimetre VLBI Array (GMVA), el observatorio ALMA (por Atacama Large Millimeter/submillimeter Array) y el Telescopio de Groenlandia (GLT). El ALMA consta de 66 antenas en el desierto chileno de Atacama, y la astrónoma Lu señala que “gracias a su ubicación se pudo revelar la sombra del agujero negro y, al mismo tiempo, ver con más profundidad la emisión del chorro”.

En esta ocasión, una longitud de onda más larga que la del EHT ha hecho posible “ver cómo el chorro emerge del anillo de emisión alrededor del agujero negro supermasivo central”, explica Thomas Krichbaum, del Instituto Max Planck de Radioastronomía, en la nota del Observatorio Europeo Austral. Los astrofísicos indican, en los nuevos resultados que ofrece la red de telescopios GMVA, que la imagen del agujero negro es un 50% mayor y más grueso que la que hizo el EHT de 2018, lo que sugiere que hay más material cayendo del que se pudo detectar en su momento.

A futuro, el trabajo de la red de telescopios dista mucho de concluir. El científico Eduardo Ros, también del Instituto Max Planck de Radioastronomía, explica que su equipo planea continuar observando “la región que hay alrededor del agujero negro en el centro de M87, en diferentes longitudes de onda de radio, para estudiar más a fondo la emisión del chorro”. Y el astrónomo aventura más descubrimientos: “Los próximos años serán emocionantes, ya que podremos aprender más sobre lo que sucede cerca de una de las regiones más misteriosas del Universo”.

Fuente: El País.

Hipatia de Alejandría, la ‘pop star’ de la Antigüedad que resiste al olvido

La filósofa, matemática y astrónoma fue asesinada en tiempos de negros dogmas. Pero su estela de libertad sigue viva

Death of Hypatia
El grabado ‘Muerte de Hipatia’, de Alexis Clerc, de finales del siglo XIX.BRIDGEMAN IMAGES (AGE FOTOSTOCK)

A veces la muerte es un símbolo que sobrevive al mar del tiempo. Centenares de años después de su asesinato a instancias del obispo Cirilo, Hipatia —intelectual de estilo renacentista que defendió la separación de poderes entre Iglesia y Estado— pervive asociada a la lucha por el compromiso y la libertad, y leer o escuchar su nombre es habitual en proyectos científicos, en escuelas, clubes de lectura, en institutos, calles o cafés.

Su figura fue invocada por Voltaire, Edward Gibbon o Bertrand Russell. Sobre su vida se han hecho documentales y películas como Ágora, de Alejandro Amenábar. En su popularísima serie de televisión Cosmos, Carl Sagan trató la muerte de Hipatia así: “En el año 415, cuando iba a trabajar, cayó en manos de una turba fanática de feligreses de Cirilo. La arrancaron del carruaje, rompieron sus vestidos y, armados con conchas marinas, la desollaron arrancándole la carne de los huesos. Sus restos fueron quemados, sus obras destruidas”.

Los años vuelan, pero el recuerdo de la alejandrina regresa una y otra vez. Es una especie de pop star de la Antigüedad que se adapta a cada época y sobrevive al paso de los siglos. En estos momentos está en marcha Hypatia I, una misión de dos semanas liderada por científicas catalanas en la Estación de Investigación del Desierto de Marte, en Utah, donde han probado, entre otras cosas, un protocolo de comunicaciones con la Tierra. Cada 15 de marzo se celebra el Día de Hipatia para impulsar la investigación científica femenina, y la rapera Gata Cattana —que cantaba aquello de “Yo no camelo perfumes de Nina Ricci, soy más de libros de la Silvia Federici”— nombraba a Hipatia como una de las muchas “hijas de Eva buscando una luz”. Y son muchos más los que siguen recordándola: a finales de 2022 se reeditó la novela Hypatia, de Charles Kingsley (Legare Street Press); en Morir por las ideas. La peligrosa vida de los filósofos (Anagrama, 2022), el ensayista Costica Bradatan reflexiona sobre su brutal muerte, y también la de otros filósofos como Sócrates o Giordano Bruno.

La pregunta es: ¿hay alguien hoy —como Hipatia hace siglos— dispuesto a morir por defender sus ideas?

“Los filósofos viven al borde del abismo, porque la mayoría de las personas buscan respuesta en la religión, no en la filosofía”, reflexiona Bradatan. Para el autor rumano, la pensadora alejandrina vivió la filosofía como una especie de religión secular y su asesinato —como antes la muerte de Sócrates— representa el nacimiento y la consolidación de la filosofía, una especie de fundación a partir de actos sacrificiales. “Son muertes violentas de carácter público, que tienen cierta conexión con la idea de los mártires”, apunta en conversación telefónica.

“Siendo consciente de la posibilidad de asesinato, hacía lo que fuera necesario por sus principios”

Silvia Ronchey, filóloga

Bradatan, que describe la muerte como “un escándalo metafísico”, recoge en su libro una reflexión de Pasolini según la cual la muerte es el editor, el que traduce nuestra vida, porque cuando la estamos viviendo es intraducible y esta carece de significado. Si esto es así, la muerte de Hipatia —filósofa neoplatónica, matemática, astrónoma y docente, devenida después símbolo de la Ilustración, el Romanticismo, el protestantismo, el cientificismo o el feminismo— representa la lucha de la razón frente al fanatismo, un combate por el que dio la vida.

Una pensadora libre

Hipatia sabía que su posición abierta ante la creciente cerrazón cristiana podía ser un peligro. “Era muy consciente de la posibilidad de asesinato, pero también muy valiente. En nombre de sus principios, era capaz de hacer lo que fuera necesario”, apunta Silvia Ronchey, una de las mayores expertas en la figura de la pensadora alejandrina.

Para esta investigadora italiana, la de Hipatia no fue una muerte religiosa, sino una muerte política. “Murió por la libertad de pensamiento, por enfrentarse al fundamentalismo. Fue su posición moderada lo que hizo que la asesinaran”. Su instigador fue el obispo Cirilo, y aunque en la historiografía católica se habla de tumulto callejero, Ronchey revela que en realidad no fue así: “No era un tema de paganos contra cristianos. Hipatia tenía muchos estudiantes cristianos y no era una radical pagana. Probablemente incluso enseñaba cómo mediar con la nueva religión”, explica. Pero Hipatia defendía la separación de poderes entre Iglesia y Estado, mientras que Cirilo ansiaba concentrar todo el poder político. Tras su muerte, en su ciudad se produjo un importante éxodo de intelectuales y filósofos, que huyeron a Atenas en busca de seguridad.

Más allá del contexto histórico, el enfrentamiento entre la duda y el dogma, entre la apertura de miras y el fanatismo es un drama originario arquetípico. Sigue siendo “un conflicto eterno, que todavía no ha acabado, por el que muchos se juegan la vida, como podemos comprobar en Ucrania o por lo que sucede con las mujeres en Irán”, reflexiona esta experta en Bizancio. Por eso, Hipatia es “una figura muy contemporánea, una especie de campeona para la gente que sufre todo tipo de injusticias”, asegura.

¿Un peligro público?

Clelia Martínez Maza, catedrática de Historia Antigua de la Universidad de Málaga, destaca de Hipatia su papel protagonista en la escena intelectual y política del momento, un papel vedado entonces a cualquier mujer, incluyendo a las de la élite o la aristocracia. Su vida y su proceder “era algo muy extraño, observado con recelo. Como si fuera un peligro público”, explica Martínez, subrayando que en aquel tiempo las mujeres no tenían ningún tipo de independencia ni capacidad de acción: “Podía haber mujeres más preparadas que otras, pero su destino era cuidar bien del hogar, los hijos y el marido”.

Hipatia era una mujer que hablaba y opinaba en un mundo de hombres. Era también una excelente docente, “reconocida públicamente a pesar de vivir en una estructura patriarcal, pero una cosa son estructuras que permiten cierta libertad de acción y otra cosa es retarlas”, según Martínez. Fue también una importante figura intermediaria entre las fuerzas vivas religiosas —entre judíos, cristianos, paganos— y pudo ejercer también ese papel porque personificaba el espíritu de consenso.

Queda claro que Hipatia vivió en un pliegue del tiempo especialmente movido, el de la decadencia del Imperio Romano y las luchas internas que la provocaron. Alejandría era entonces la gran metrópoli mediterránea, un lugar de peregrinación para filósofos y pensadores del mundo. Una polis con cierto parecido a la Atenas del siglo V a. C., donde los políticos solían visitar a los filósofos influyentes para recibir consejos sobre cuestiones de Estado.

Pero a partir del año 400 d. C. Alejandría se fue convirtiendo en un lugar cada vez más dividido, donde el nuevo orden reclamaba que los templos paganos debían reconvertirse en iglesias o ser destruidos. Esas tensiones quedaron ejemplificadas en la relación entre el prefecto pagano Orestes y el arzobispo cristiano Cirilo: mientras el primero se mantuvo fiel a su paganismo y cultivó una estrecha relación con Hipatia, Cirilo quiso borrar toda sombra de paganismo de la ciudad y culpó a la filósofa de la negativa del prefecto a someterse a la “verdadera” fe. Fue en ese contexto tan volátil donde Hipatia murió asesinada. En tiempos de negros dogmas, era un enemigo a batir. Pero, paradójicamente, ella fue la que venció, porque su estela de libertad sigue viva.

Fuente: El País/ Mar Padilla.

¿Por qué algunas personas pierden el acento y otras no? Una experta en lingüística lo explica

Diversos estudios han mostrado que el acento de una persona se aproximará al del grupo de hablantes con el que se identifica en alguna etapa de su vida

Varias personas en una terraza del centro de Murcia.
Varias personas en una terraza del centro de Murcia.MARCIAL GUILLÉN (EFE)

La manera de hablar de una persona es una parte intrínseca de su identidad. Constituye una marca tribal que indica si un hablante procede de un grupo social u otro. Los acentos son tanto una señal de pertenencia como un separador de comunidades.

Sin embargo, seguramente a todos se nos ocurren ejemplos de personas que parecen haber perdido su acento regional o nacional, así como de otras cuyo acento permanece invariable. Dada la importancia personal y social de la forma de hablar, ¿qué razones podría haber para que cambiara el acento de alguien?

Tal vez piense que su acento es un componente físico de la persona que es usted, pero un deseo consciente o inconsciente de encajar puede influir en su manera de hablar, lo quiera o no. Diversos estudios han mostrado que el acento de una persona se aproximará al del grupo de hablantes con el que se identifica en alguna etapa de su vida. Los acentos son un rasgo fluido del lenguaje. Por ejemplo, si alguien se muda de Australia a Estados Unidos para trabajar, es probable que, como mínimo, modifique su acento, ya sea consciente o inconscientemente.

Esto podría obedecer a la necesidad o al deseo de que se le entienda mejor y de ser aceptado en la nueva comunidad. También es posible que quiera evitar hacer el ridículo por su forma de hablar. Más de una cuarta parte de los profesionales de alto nivel del Reino Unido de origen obrero han sido objeto de comentarios discriminatorios en el trabajo debido a su acento.

Una sensación de pertenencia

En el caso de las personas cuyo acento cambia, puede deberse a que su forma de hablar es menos importante para su idea de identidad, o a que su necesidad de identificación con un grupo social o profesional es más acuciante.

Incluso antes de nacer, estamos expuestos a los patrones de habla de quienes nos rodean. Los estudios sobre recién nacidos han descubierto que es posible detectar aspectos tonales específicos de la comunidad de habla de los bebés a partir de su llanto. A fin de que nuestras necesidades sean satisfechas, estamos más o menos programados para encajar. Producimos vocalizaciones que suenan como pertenecientes a las comunidades de nuestros cuidadores. Atravesamos varias fases de desarrollo del habla que hacen que acabemos adoptando unos patrones lingüísticos similares a los de las personas que tenemos a nuestro alrededor.

Al entrar en la sociedad, nos mezclamos con personas de fuera de nuestro grupo social limitado y quedamos expuestos a más patrones de habla. Esto puede hacer que el acento de un niño cambie rápidamente para que lo acepten sus compañeros. Por ejemplo, un colega de Estados Unidos que trabaja en el Reino Unido me contó que su hijo había empezado a hablar con el típico acento del sur de Inglaterra desde que empezó a ir al colegio. Ahora el niño les está enseñando a sus padres a hablar inglés “correcto”.

Una identidad fuerte

En el caso de las personas cuyo acento no parece cambiar, una posible explicación es que se sienten seguras en su identidad y que su acento es una parte muy importante de esta, o que conceden valor a preservar la diferencia. Puede que ni siquiera sean conscientes de lo mucho que su acento significa para ellas. Si un hablante tiene lo que mayoritariamente se considera un acento deseable, quizá no quiera perder esa ventaja modificándolo. Conscientemente o no, las personas tienen al menos algún control sobre su habla cuando cambian de lugar de residencia.

Sin embargo, en raras ocasiones las lesiones cerebrales o los accidentes cerebrovasculares pueden causar el síndrome del acento extranjero (SAE). Esta afección es el resultado de cambios físicos que el hablante no controla. Algunas áreas del cerebro están asociadas con la producción y la percepción del lenguaje, mientras que otras controlan los aspectos motores del habla. Si estas últimas sufren daños, la persona puede perder por completo su capacidad de hablar, o experimentar cambios en la forma de articular los sonidos porque el área motora envía instrucciones diferentes a los órganos vocales.

Un ejemplo extremo, publicado recientemente en The Metro, explicaba que una mujer de Texas (EE UU) llamada Abby French se despertó de una operación con el síndrome del acento extranjero. A veces la mujer afirmaba que parecía rusa, otras, ucrania y otras, australiana. Los oyentes normalmente estaban de acuerdo en el acento al que pensaban que se parecía más la nueva forma de hablar de French.

En algunos casos puede ocurrir que los interlocutores discriminen a una persona con SAE porque creen que es extranjera, lo cual demuestra hasta qué punto nuestra forma de hablar puede influir en cómo nos tratan los demás. No es de extrañar que muchas personas se protejan inconscientemente adaptando su habla a quienes las rodean.

Jane Setter es profesora de Fonética de la Universidad de Reading (Inglaterra).

Fuente: El País/ JANE SETTER / THE CONVERSATION

Un nuevo método logra extraer de un colgante el ADN de la mujer que lo llevó hace 20.000 años

Este sistema para obtener material genético permite vincular objetos arqueológicos con las personas que los tocaron

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El colgante, hecho de un diente de ciervo, antes y después de la técnica de limpieza. Tras el lavado con fosfato sódico, ADN humano y del animal se quedó en la solución sin dañar la pieza.
INSTITUTO MAX PLANCK DE ANTROPOLOGÍA EVOLUTIVA

Para los forenses, los objetos personales hallados en la escena de un crimen son claves porque pueden contener ADN que identifique a la víctima e incluso al asesino. Pero no es fácil recuperar material genético de hace 20.000 años y menos de una cosa que llevó alguien pegada a su cuerpo. Primero, porque la mayoría de las creaciones humanas, como la ropa, se han perdido en el tiempo. Segundo, porque los artefactos que se conservan son tan valiosos que no se pueden usar con ellos las técnicas de extracción de ADN, la mayoría agresivas, porque podrían ponerlos en peligro. Pero ahora, científicos alemanes han descubierto que se puede recuperar información genética de un colgante perteneciente a la persona que lo llevaba con solo lavarlo.

El colgante en cuestión fue descubierto por arqueólogos rusos en una de las cuevas de Denísova, en Siberia. Esta es la región donde vivieron los denisovanos, una especie de homínido que debió convivir con los ancestros de los humanos actuales y los neandertales (hay quienes sostienen que eran neandertales del este). En 2019, en una de las cuevas se descubrió el diente de un animal tallado y agujereado. Los investigadores tenían ante sí un adorno hecho probablemente de un ciervo que, por el estrato en el que lo hallaron, debió llevar alguien hace entre 20.000 y 30.000 años, es decir, cuando los denisovanos y los neandertales ya habían desaparecido en esta parte del mundo. Pero no pudieron indagar más allá y la cosa se quedó ahí, en una creación humana más para la colección. Sin embargo, en 2021, investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva publicaron un nuevo método para extraer y aislar ADN de huesos y dientes que no los destruye. En esta ocasión, casi importa menos el colgante que la nueva técnica para su análisis genético.

Elena Essel, investigadora del Max Planck, participó en el desarrollo de esa técnica. “Para muestras de huesos y dientes, lo habitual es perforar un pequeño orificio en la muestra para recoger el polvo de hueso. Este polvo se usa luego para la extracción de ADN”, explica. Pero cuando se trabaja con artefactos confeccionados a partir de huesos y dientes, “en muchos casos no se puede hacer el muestreo destructivo, ya que arruinaría información valiosa que puede proporcionar la superficie de estos objetos”, añade.

Essel indica que la estructura de la superficie puede dar una idea de cómo se fabricaron y utilizaron estos objetos. Y añade: “Estos conocimientos son fundamentales para nuestra comprensión de las estrategias, el comportamiento y la cultura de subsistencia humana en el Pleistoceno. Por lo tanto, es crucial preservar la integridad de los artefactos durante la extracción. Así que nos propusimos desarrollar una técnica de extracción de ADN no destructiva”, completa.

Soluciones químicas y guantes

Tras ensayar el lavado con varias soluciones químicas en distintos objetos, encontraron que el fosfato sódico extraía el ADN sin dañarlos. Antes de probarlo con el colgante, lo usaron para reanalizar una serie de objetos de huesos de hace miles de años y recuperados el siglo pasado. Lograron extraer gran cantidad de restos genéticos, pero todo el ADN que identificaron era del propio animal o de humanos actuales: las muestras estaban contaminadas. Así que lo probaron con otros artefactos descubiertos en los últimos años, cuando ya los arqueólogos trabajan equipados como forenses, con guantes, gorros y mascarillas para evitar que sus manos, su sudor o incluso su aliento contamine algo que ha permanecido intacto durante milenios.

Tal y como detallan Essel y sus colegas en la revista científica Nature, usaron su nuevo método con cuatro colgantes de hueso que habían sido excavados con mucho mimo intentando evitar la contaminación. “En comparación con otras soluciones, el fosfato no disuelve la matriz ósea para liberar el ADN en la solución”, explica Essel. Lo que hace este compuesto es prestarle su fosfato al hueso y al agregar fosfato libre, les permite “liberar el ADN de la matriz ósea sin involucionar el hueso mismo”, termina la científica alemana.

Interpretación artística del colgante con un cordón de ADN.
Interpretación artística del colgante con un cordón de ADN.MYRTHE LUCAS

Tres de los colgantes analizados eran de la cueva de Bacho Kiro, en Bulgaria, y el otro era el de la cueva de Denísova. Los primeros son relevantes porque en Bacho Kiro se encontraron uno de los restos más antiguos de Homo sapiens en Europa. Las cuatro muestras fueron sumergidas en una solución con fosfato sódico y lavadas a diferentes temperaturas. Esto permitió obtener ADN de las cuatro. Dos de los colgantes de la cueva búlgara eran de algún tipo de oso ya extinguido y la otra de un bóvido. En cuanto al colgante denisovano, estaba hecho de un diente de un wapití, una especie de ciervo.

Pero el objetivo de las científicas era encontrar ADN humano. Lo lograron en uno de los colgantes búlgaros, pero en una proporción y concentración que impedía saber mucho más. Tuvieron más suerte con el adorno ruso: había suficiente material genético exógeno que se había colado en el diente. Tanto los huesos como los dientes son porosos y, más importante aún, contienen hidroxiapatita. Este compuesto, que por ejemplo forma parte del esmalte de los dientes, es básicamente calcio. Está presente en la matriz ósea y absorbe el ADN extraño como si fuera el propio. Así que las células de las manos que lo hicieron o del cuello que lo portó (o incluso de su sudor) se colaron dentro del colgante y toda su información genética ha sido recuperada ahora.

De su análisis genético, los científicos han podido inferir que se trataba de una mujer sapiens, como los humanos modernos, y no una denisovana. Debió vivir en aquella cueva hace entre 18.500 y 25.000 años, La datación entre el ADN animal y el humano del colgante, que difiere en unos milenios, no permite afinar más. Para hacerlo habría que usar la técnica del carbono-14, que es muy destructiva. La genética de la mujer encaja con la de otros restos humanos encontrados en Siberia, aunque al compararla con las poblaciones actuales, a quien más se asemeja es a los indios americanos. Esto tiene lógica, ya que desde Siberia partirían poco después los primeros humanos modernos que colonizaron América.

“Hace 20.000 años, una mujer usó este diente perforado y su sudor entró en el colgante. 20.000 años después, liberamos el ADN de esta antigua mujer”

Marie Soressi, arqueóloga de Universidad de Leiden, Países Bajos

“Está emparentada con una población local de la época y miembros de esta población se trasladaron a América del Norte”, dice la arqueóloga experta en evolución humana de la Universidad de Leiden (Países Bajos) y coautora de esta investigación, Marie Soressi. Para ella, sin embargo, lo relevante de este trabajo es que se trata de “la primera extracción de ADN humano antiguo de un objeto de la Edad de Piedra”. Soressi destaca la relevancia del método sobre el análisis genético en sí: “Hace 20.000 años, una mujer en Siberia usó este diente perforado y su sudor entró en el colgante, la hidroxiapatita del diente se unió con su ADN y lo conservó en el colgante. 20.000 años después, liberamos el ADN de esta antigua mujer de su unión con la hidroxiapatita del diente del ciervo, elevando la temperatura y usando un líquido de fosfato de sodio que tiene una altísima capacidad de atracción y unión con las moléculas de ADN”, detalla.

La científica Elena Essel, una de las que han diseñado la nueva técnica de extracción de ADN, trabaja con la pieza arqueológica. El manejo se hace con extremo cuidado para no contaminarla con su propio ADN.
La científica Elena Essel, una de las que han diseñado la nueva técnica de extracción de ADN, trabaja con la pieza arqueológica. El manejo se hace con extremo cuidado para no contaminarla con su propio ADN.INSTITUTO MAX PLANCK DE ANTROPOLOGÍA EVOLUTIVA

Hay muchos restos humanos del Paleolítico y también muchos objetos. El problema es vincularlos. Lo explica Soressi: “Excavamos sitios con una gran cantidad de objetos, herramientas de piedra, de hueso, restos de fauna y, en ocasiones, adornos personales… Pero la resolución temporal es muy baja: a menudo decenas de años, a veces cientos o incluso miles de años colapsados en una capa arqueológica. Aplicando la misma resolución de tiempo al presente, confundiríamos objetos de la época medieval con los del siglo XXI. Una pregunta tan simple como si objetos específicos (por ejemplo, objetos para trabajar la piel) fueron usados por hombres o mujeres no puede ser contestada”. Para la investigadora, esta nueva técnica “abre enormes oportunidades para reconstruir mejor el papel de los individuos en el pasado según su sexo y ascendencia”.

El profesor Matthias Meyer, colega de Essel en el Instituto Max Planck, destaca esta recuperación de ADN humano de un objeto usado por una persona. “Actualmente, solo hay formas indirectas de vincular personas con objetos, por ejemplo, si se encuentran huesos humanos en la misma capa arqueológica”, dice. Pero esta investigación lo puede cambiar todo: “Sabiendo que los objetos en sí mismos pueden preservar el ADN humano, ahora podemos asignar objetos no solo a grupos de personas sino a individuos específicos. Con esto podemos saber si los colgantes y otros adornos fueron usados por hombres, mujeres o ambos”, añade. También esperan que el método funcione con herramientas de hueso y en los casos en que diferentes grupos, como los neandertales y los humanos modernos, habitaron el mismo lugar, “podríamos determinar qué objetos fueron utilizados por qué grupo”, termina.

El genetista Carles Lalueza-Fox es uno de los mayores expertos en ADN antiguo y fue revisor de esta investigación antes de su publicación. Sobre el alcance del método y la posibilidad de aplicarlo a otros restos del pasado dice: “Se publican muchos métodos que después no se emplean más allá de sus proponentes, bien porque solo se han reportado resultados positivos o bien porque no hay muchos especímenes donde aplicarlos”. Pero sí cree que podría usarse en objetos parecidos, “por ejemplo para determinar si hombres y mujeres empleaban adornos corporales, pero el entorno de la cueva de Denísova parece ser muy especial para la conservación del ADN; ya veremos si se puede aplicar a otros yacimientos y bajo qué circunstancias”, concluye el científico del Instituto de Biología Evolutiva (UPF-CSIC).

Fuente: El País/Miguel Ángel Criado.